El horario y duración del sueño en los humanos están influenciados por los ciclos de la Luna. Así lo concluyó un artículo científico publicado a finales de enero en el periódico Science Advances. Durante el experimento, los voluntarios iban a dormir más tarde y pasaban menos tiempo en cama en los días que antecedían a la Luna llena.
Y se observó un resultado consistente entre los participantes con diversos grados de acceso a la red eléctrica. Aunque los investigadores consideran la existencia de un mecanismo fisiológico subyacente, todavía queda mucho por esclarecer. Personal de las universidades de Washington y Yale, en los Estados Unidos, y de la Universidad Nacional de Quilmes, en Argentina, colaboraron en el análisis.
El vínculo entre el ciclo lunar y el sueño.
La influencia de la Luna en el sueño humano se constató con 98 indígenas argentinos con diversos grados de acceso al suministro eléctrico. También participaron 464 estudiantes estadounidense, aunque el seguimiento a este grupo fue más superficial.
“Se corroboró una evidente modulación del sueño según la Luna. El sueño empieza más tarde y disminuye la duración en los días que anteceden a la Luna llena”, señaló Horacio de la Iglesia, investigador de la Universidad de Washington y coautor del estudio. “Aunque el efecto es más evidente en comunidades sin acceso a electricidad, también se observa en lugares con acceso a luz artificial”.
En el análisis participaron miembros de la etnia Toba-Qom, nativos de la provincia de Formosa, en Argentina. A través de unas pulseras, los científicos monitorearon su sueño a lo largo de dos ciclos lunares. Los voluntarios pertenecían a tres comunidades: la primera ubicada en una zona urbana donde los integrantes estaban habituados a la luz artificial. En la segunda, sólo algunos habitantes poseían lámparas puntuales en sus casas. Mientras que la tercera comunidad carecía completamente del suministro eléctrico.
Luna llena y cambios en el sueño.
En el transcurso de un ciclo lunar completo, el tiempo total que los voluntarios durmieron varió entre 46 y 58 minutos. Por otro lado, el horario en que se metían a la cama se mantuvo con una holgura de 30 minutos. La máxima reducción en el tiempo de sueño se observó en los días de transición entre Luna creciente y Luna llena. Cabe mencionar que el brillo de la Luna se hace más intenso en ese lapso, y alcanza su punto más álgido precisamente al comienzo de la noche, cuando aún estamos despiertos.
Al investigar el fenómeno del sueño en las etnias, los científicos contrastan la información con un grupo que tiene diferentes relaciones con la luz natural. Las tribus de cazadores recolectores que habitan zonas remotas donde la contaminación es escaza, dependen en gran medida de la luz lunar para realizar actividades nocturnas. Mientras tanto, un estudiante universitario pasa gran parte de su tiempo al interior de una habitación iluminada con luz artificial. Generalmente, estas personas viven en grandes zonas urbanas donde la visibilidad del cielo es mala.
Conclusiones del experimento.
Si verificaban el efecto en los nativos argentinos, se observaría el cambio esperado: mientras más luz incide sobre nosotros, nos volvemos más activos y reducimos la producción de melatonina, una hormona responsable de regular el sueño. El hecho de que los estudiantes en Seattle también respondieran a los ciclos lunares sugiere la presencia de una base biológica subyacente.
“Nuestra hipótesis es que los patrones observados corresponden a una adaptación de los humanos que permitió a nuestros ancestros aprovechar al máximo una fuente de luz natural nocturna que sucedía en un punto especifico del ciclo lunar”, señaló el investigador Leandro Casiraghi, líder de la investigación. En otras palabras, sería una adaptación evolutiva que impulsa el comportamiento automáticamente. Esto explicaría su prevalencia incluso en aquellos humanos acostumbrados a la luz artificial.
La Luna y la humanidad.
Sin embargo, hay que mantener escepticismo en torno a esta conclusión. Sobre todo, si consideramos el largo romance que la humanidad ha construido con nuestro satélite natural, al punto de crear pseudociencia en torno a la Luna. Las muestras del estudio son pequeñas, y sólo podremos estar seguros de esa hipótesis cuando otros investigadores reproduzcan los mismos resultados de forma independiente.
Además, se debe ubicar el mecanismo fisiológico que sincroniza nuestro organismo con los ciclos lunares. Debe ser algo diferente al ritmo circadiano, pues los ciclos lunares se extienden por 29 días y 12 horas. Y no es una tarea fácil, recordemos que descifrar el funcionamiento del gen que regula el ciclo circadiano (ese reloj biológico que se ajusta cada 24 horas con la rotación terrestre) le valió a los investigadores responsables un premio Nobel.
“Existe cierta sospecha de que las fases lunares pueden afectar un comportamiento como el sueño. En zonas urbanas, con gran contaminación luminosa, probablemente ni te enteres de la fase de la Luna vigente a menos que estés al aire libre o te asomes por la ventana”, señaló Casiraghi. “Las investigaciones posteriores deben enfocarse en descifrar como actúa este mecanismo”.
Buscando respuestas.
A través de la historia, la humanidad ha construido una torre de supersticiones alrededor de la Luna, y todas son falsas. El número de suicidios no aumenta con la Luna llena. Tampoco hay diferencia en cortarse el cabello con Luna llena. Y el ciclo menstrual de las mujeres no se sincroniza con las fases de la Luna, aunque duren más o menos lo mismo.
Hemos buscando patrones de esta clase desde hace miles de años: las civilizaciones más antiguas empleaban los astros como una forma de registrar el tiempo y buscaban vincular los cambios en el manto celeste con los fenómenos sobre la Tierra. La importancia de la Luna en nuestra vida cotidiana alguna vez fue mucho mayor. Y la prueba de esto es que la duración del mes, una de las subdivisiones básicas de nuestro calendario, más o menos se corresponde con el tiempo que demora nuestro satélite en completar una vuelta al planeta.
Cuando la Tierra estaba libre de electricidad o contaminación y los cielos eran claros, una Luna llena significaba una diferencia sustancial en la cantidad de luz que incidía sobre la superficie del planeta. Y son varios los ejemplos de especies que, a lo largo de millones de años, adaptaron su fisiología (e incluso comportamiento) a estos cambios. Por ejemplo, las otras y los corales.
Sin embargo, hasta ahora no existía evidencia sólida que sugiriera algún vinculo entre el ritmo biológico humano y el ciclo de la Luna.