La firma internacional YouGov llevó a cabo una investigación en los Estados Unidos que arrojó un dato alarmante: entre jóvenes de 18 a 24 años, solamente el 66% está completamente convencido de que nuestro planeta es redondo. Es un hallazgo que no necesariamente se traduce en una epidemia de seguidores de la conspiración de la Tierra plana, pues sólo el 4% de estos jóvenes cree que el mundo realmente es plano.
A lo largo del tiempo se han presentado diversas teorías sobre la formación de la Luna, unas más aceptadas que otras, pero todas dejan cabos sueltos a la hora de explicar la formación de nuestro satélite natural. Sin embargo, una nueva propuesta parece llenar estas lagunas al postular que la Luna se formó dentro de la Tierra, cuando nuestro planeta estaba lejos de terminar su formación y básicamente consistía en una nube giratoria súper caliente de roca vaporizada con la forma de una dona, una fase conocida como synestia.
La troposfera, capa baja de la atmósfera y más próxima a la superficie terrestre es una auténtica bodega para virus de todas clases. Esto de acuerdo con un nuevo estudio que analizó las condiciones del límite planetario, la zona donde se suscitan los fenómenos climáticos por abajo de la estratosfera. La cantidad de virus presentes en esa región, y que en determinado punto descienden hasta la superficie, es aterradora, por decir lo menos.
Se sabe que el campo magnético que envuelve a la Tierra es capaz de invertir su polaridad de vez en cuando. Es algo tan simple como un cambio de polos, el norte se vuelve sur y viceversa. La evidencia sugiere que a lo largo de los últimos 20 millones de años, estas inversiones en los polos magnéticos se han presentado en periodos de entre 200 mil y 300 mil años.
Cuando pensamos en el planeta Tierra tal y como lo conocemos, y en la forma que los humanos lo han concebido desde tiempos prehistóricos, resulta inevitable pasar por alto la palabra Pangea. Se cree que hace 335 millones de años este súper continente gobernaba el paisaje terrestre, comenzando a fracturarse de forma muy lenta hace 175 millones de años hasta resultar en los continentes que conocemos en la actualidad.
Algunas personas tienen convicciones tan fuertes, que llegan al grado de arriesgar el propio pellejo. En el mundo de la ciencia esto no es nada nuevo, la historia nos da cuenta de científicos que murieron realizando experimentos propios de su área. Sin embargo, este experimento potencialmente fatal va contra todo aquello postulado por la ciencia.
