Una cantidad inmensa de virus flota en la atmósfera y caen sobre nosotros constantemente

La troposfera, capa baja de la atmósfera y más próxima a la superficie terrestre es una auténtica bodega para virus de todas clases. Esto de acuerdo con un nuevo estudio que analizó las condiciones del límite planetario, la zona donde se suscitan los fenómenos climáticos por abajo de la estratosfera. La cantidad de virus presentes en esa región, y que en determinado punto descienden hasta la superficie, es aterradora, por decir lo menos.

Troposfera

“A diario, 800 millones de virus se depositan en cada metro cuadrado por encima de la capa de límite planetario”, señala Curtis Suttle, uno de los investigadores que participó en el estudio y trabaja como virólogo en la Universidad de Columbia Británica, en Canadá.

En el pasado, las estimaciones eran bastante conservadoras pues se creía que cada año caían del cielo alrededor de 1 billón de virus por metro cuadrado. Entre todos los microorganismos del planeta, los virus figuran como los más abundantes.

Los virus viajeros.

Una vez que conocemos la absurda cantidad de virus que están presentes en el aire podemos explicar un fenómeno por demás interesante: en ocasiones, virus prácticamente idénticos son descubiertos en regiones totalmente diferentes del planeta.

“Desde hace aproximadamente un par de décadas empezamos a descubrir virus genéticamente similares presentes en ambientes muy diferentes alrededor del mundo”, relata Suttle. “Esta cantidad de virus capaces de viajar a través de la atmósfera probablemente sea la explicación a este fenómeno, pues resulta muy probable que alguno haya sido barrido en algún continente hacia la atmósfera para caer en otro lugar lejano del planeta”.

Aún no comprendemos del todo los mecanismos capaces de arrastrar estos virus al aire, pero hasta ahora se cree que en la mayoría de los casos van mezclados con partículas de polvo y también en la brisa. Dado que las bacterias tienen capacidad para diseminarse a través de estos medios, tiene sentido que los virus también lo hagan.

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El “cielo” está plagado de virus.

El equipo de investigación también contó con la participación de científicos de la Universidad de Granada (en España) y la Universidad Estatal de San Diego (Estados Unidos). El objetivo inicial era averiguar la cantidad de material que puede ser transportado a la capa límite atmosférica, a entre 2,500 y 3,000 kilómetros de altura. En estas zonas, las partículas son propensas a ejecutar recorridos de larga distancia, contrario a lo que sucede en altitudes menores.

Mediante una serie de plataformas recolectoras instaladas en la Sierra Nevada de España (donde converge un flujo global de polvo), el equipo encontró que miles de millones de virus y decenas de millones de bacterias se depositan todos los días en apenas un metro cuadrado. Los índices de deposición de los virus fueron de 9 a 461 veces mayores que los de las bacterias.

Además, la mayoría de estos virus presentaban indicios de que habían sido transportados al aire a través de la brisa. Suelen engancharse en partículas de menor tamaño, más ligeras y orgánicas, suspendidas en aire o gas, lo que significa que pueden subir más y mantenerse una mayor cantidad de tiempo en la atmósfera.

Atmosfera nubes

Mecanismos de adaptación.

Sin embargo, por muy alarmista que parezca el título de esta publicación no quiere decir que la humanidad corra el riesgo de una gran contaminación global. Nuestra especie (y primero las especies antes que nosotros) ha convivido de forma cordial con estos seres microscópicos. Además que necesitan huéspedes para sobrevivir en determinadas condiciones, no todos los virus son patógenos.

Hay evidencia suficiente para creer que tienen un papel fundamental en el ciclo del carbono del océano. Además, están los virus bacteriófagos que, como su nombre lo sugiere, se alimentan de bacterias ayudando a los humanos a deshacerse de bacterias pejudiciales.

El hecho de que puedan subsistir en el transporte atmosférico, abre la posibilidad a que estos virus tengan determinado efecto sobre un nuevo ecosistema. De hecho, la forma en que se dispersan por la atmósfera y el hecho de que puedan mantenerse durante tanto tiempo allí ofrece un mecanismo para preservar la diversidad de estos virus, como si se tratara de un “banco de semillas”.

“Flujos significativos descendentes que contengan virus y bacterias de la atmósfera podrían generar diversos efectos en la estructura y función de los ecosistemas receptores”, especifican los investigadores. “Y en lugar de tratarse de una consecuencia negativa, esta deposición funciona como un banco de semillas que debería permitir a los ecosistemas adaptarse más rápido a los cambios del medio ambiente”.

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