Muerte en el metro (Leyenda urbana)

Arturo, un trabajador del metro, como cada tercer día citó a su novia Angélica en una estación subterránea de ese medio de transporte. En ese lugar, el día anterior, había ocurrido un terrible accidente en el cual un hombre murió despedazado al caer a las vías del tren. Al llegar la novia, Arturo le contó lo sucedido y la llevó al sitio preciso donde el hombre había muerto. Todavía se observaban grandes manchas de sangre seca.

metro

Angélica, al escuchar la narración de su novio se empezó a sentir mal. Extrañamente, la cabeza le comenzó a doler de una manera intensa y se sintió mareada, lo que hizo que Arturo la llevara a su casa. Días más tarde, Angélica, aunque siempre había sido escéptica, tuvo sus primeras experiencias sobrenaturales. Primero llegaron unas pesadillas en las que un hombre descarnado le quería hacer daño. Luego, sentía que se sentaban en su cama y la descobijaban. Y llegó el momento en que estas situaciones tenían tan asustada a la joven, que lo reveló a su familia. No le creyeron, le dijeron que estaba sugestionada por lo del accidente ocurrido en el trabajo de su novio y que mejor lo olvidara. Algo semejante ocurrió con sus amigas, que al escuchar el relato se burlaron de ella.

Las situaciones paranormales se le manifestaron cada vez más. La vida de Angélica había cambiado, ahora era una mujer retraída y el mínimo ruido la exaltaba. Creía que se estaba volviendo loca y un día, acostada en su cama, vio la sombra de un hombre y, cuando intentó pedir auxilio, quedó paralizada. La sombra se acercó a ella y dijo con desesperación:

—Yo no debía morir. Ese hijo de p… me aventó a las vías para quedarse con mi parte de lo que habíamos robado. Angélica, tú serás quien vengue mi muerte. Si lo haces te prometo que te daré mucho dinero. Y si te niegas, nunca, óyelo bien, nunca te dejaré en paz.
Angélica apenas soportó tener frente a ella una cara descarnada que olía a podrido y al cabo no pudo más, perdió el sentido y más tarde despertó gritando:
—¡Mamá! Dile que se vaya, dile que se vaya, mamá. La familia acudió inmediatamente al cuarto de Angélica y se percató de que había un fuerte olor a drenaje y un frío intenso. Todos estaban consternados y hasta que amaneció la familia estuvo tranquilizando a la joven, sin lograrlo del todo.

Los padres de la joven no sabían qué hacer ni qué le pasaba a su hija. Por un momento pensaron que ella consumía drogas o necesitaba ayuda médica. Por tanto, al día siguiente la llevaron con un sicólogo. El médico informó que la muchacha estaba muy alterada de los nervios y era conveniente que la sometieran a una serie de estudios para descartar la posibilidad de una csqui/ofrenia. Le recetó calmantes y le aconsejó que guardara reposo y evitara las emociones fuertes. Por unos días Angélica se quedó en casa atendiendo las indicaciones del médico. Dormía junto a su madre y cesaron las sil naciones extrañas.

Pero cierto día que la mamá estaba fuera de casa y sólo la acompañaban sus hermanos, la voz llegó de nuevo a sus oídos:

—Angélica, Angélica… Me has desobedecido, pero ahora te ordeno que vayas al lugar donde me mataron.
La joven, como hipnotizada, salió de su casa y se dirigió apresuradamente al lugar indicado por el ser maligno. Sin saber cómo, llegó a la estación del tren subterráneo, que se encontraba repleta de pasajeros, pues era una hora de mucha actividad. Se ubicó frente al sitio del fatal accidente y comenzó a avanzar hasta la orilla del andén. De nuevo, la voz le indicó:
—Cuando veas que el tren se acerca, te arrojas a las vías. Por cobarde, ahora me vas a acompañar en este infierno toda la eternidad.
En ese momento un tren se acercaba al punto donde se hallaba Angélica, y en el momento preciso en que iba a lanzarse alguien la tomó del brazo y la detuvo:
—Muchacha, ¿qué te pasa? ¿Estás loca? Te vas a caer.

En ese momento Angélica reaccionó. Con sorpresa se dio cuenta de lo que había estado a punto de hacer; además, no se explicaba cómo había llegado a ese lugar. En seguida se volvió para ver quién la había detenido, pero no había nadie cerca.
Ante la mirada atónita de los presentes, envuelta en llanto y desesperación, inició el regreso a su casa, donde encontró a su madre muy preocupada por la ausencia de la joven. Angélica le refirió lo sucedido y la angustia familiar creció. Angélica me llamó para relatarme lo anterior y la cité el día siguiente. Envié una camioneta para que las recogiera a ella y a su madre y en cuanto llegaron a la emisora las hice pasar a la sala de espera. Salí a atender otros asuntos y a mi regreso vi que Angélica se había desmayado. En ese momento ya se encontraba allí el maestro So ham, acompañado de la maestra Kumari, y entre los dos trataban de reanimar a la joven.

Inicié la transmisión sin que la muchacha se restableciera por completo. Más tarde el maestro me informó que la joven estaba despierta pero un espíritu de oscuridad se encontraba dentro de ella. Le indiqué que pasaran a la cabina y los parasicólogos comenzaron su labor. Angélica mostraba una rara actitud. Su mirada en ocasiones se perdía y su voz era gruesa. La madre se encontraba asustada y desconcertada, mientras el maestro, frente a mí y los micrófonos, la interrogaba:

—¿Quién eres? ¿Por qué estás dentro de esta joven?
Y Angélica respondía con voz gruesa y pausada.
—¡Qué te importa! Déjame en paz. Ella es mía y me la voy a llevar.
–¡No te la vas a llevar! Voy a invocar a san Miguel arcángel. Te va a sacar de aquí y te llevará a los infiernos
dijo el maestro.
¡Vete a la chin…! Ni tú ni nadie podrá impedirlo.
¡Ja ja ja!

Y nuevamente Angélica se desmayó. La mamá lloraba desconsolada y le pedí a mi productor Ignacio Muñoz que la sacara de la cabina porque se estaba poniendo muy mal. La verdad era una situación de miedo y muy tensa. Los parasicólogos se enfrentaban a un caso difícil y me indicaron que se trataba de un espíritu de oscuridad sujetado por varios demonios. Pero la transmisión tenía cine continuar. Tuvimos cuidado de que este espíritu no mili/ara a Angélica para lanzar al aire palabras obscenas, ni arrojara algún tipo de maldición, pues esto podría sugestionar a los radioescuchas.

Los parasicólogos lograron despertar a la joven y la llamaron por su nombre, pero ella no respondía ni como Angélica ni como el espíritu que tenía dentro. Comenzaron a decir unas oraciones y después de aproximadamente 30 minutos la muchacha lanzó un fuerte alarido y cayó inconciente. Por suerte, el sonido emitido por la joven ocurrió en el espacio de comerciales, pues de haber salido al aire muchas personas se hubieran llevado una fuerte impresión. El programa continuó y, antes de volver del corte comercial, mi productora Gina dijo que el departamento de seguridad había reportado que en la entrada estaban unas personas que escuchaban el programa y les llamó la atención la historia. Semanas atrás habían perdido un familiar en circunstancias semejantes a las del hombre arrollado por el tren, pero no sabían a qué estación se refería Angélica, porque nunca lo mencionamos.
El caso se tornaba todavía más misterioso e interesante, así que hice pasar a tales personas y, sin charla previa, platiqué con ellas al aire. Indicaron que traían documentos que confirmaban su dicho y mostraron una acta de defunción y otros documentes que acreditaban la muerte de su familiar en una estación del tren subterráneo. Cotejamos las fechas y coincidían.

Angélica estaba reponiéndose de lo que había experimentado momentos antes y al escuchar lo que decían estas personas se puso nerviosa. Le indiqué que todo había terminado, que se calmara. Los recién llegados dijeron que el principal propósito de su visita a la cabina era asegurarse de que se trataba de la misma persona, y de ser así querían conocer el nombre de quien la arrojó a las vías para comunicarlo a las autoridades y que lo aprehendieran. Entonces mostraron una fotografía del occiso. Le pregunté a Angélica si quería ver la fotografía y dijo que sí. Y al verla, alarmada exclamó:
—¡Sí! ¡Sí es! Va a regresar. Ayúdenme, por favor.

El maestro So ham la sai o de la cabina inmediatamente. De manera increíble, se trataba de la misma persona cuyo espíritu había atormentado por semanas a Angélica, pero este ser maléfico nunca dijo el nombre de su verdugo, que seguramente anda por ahí haciendo fechorías.

Fue un caso lleno de situaciones sobrenaturales, de angustia y de tragedia, que estuvo a punto de esclarecer un delito. A los familiares del fallecido el caso sólo les aportó el conocimiento de que se trataba de un homicidio y no de un accidente, tal como se mencionó al aire, y están en espera de que las autoridades algún día esclarezcan este singular crimen.

Todo indicaba que el espíritu había abandonado el cuerpo de Angélica, ella semiconsciente aún, comenzó a sudar y dijo que tenia mucho frió. Poco después Angélica manifestó que sentía náuseas y deseaba vomitar, y lo hizo arrojando una pestilente bocanada de una sustancia entre verde y negruzca. Hoy en día Angelica asiste a la escuela normalmente y sólo le queda el recuerdo de lo que fúe sin duda la pesadilla más horripilante de su vida.

La mano peluda – Juan Ramón Saenz.

8 comentarios en “Muerte en el metro (Leyenda urbana)”

  1. hahaha chido chido..
    lo q no m explico… su noovio la llevo a dond mataron a un tipo… qe inconciente hacer eso…
    y 2… despues d eso no aparece el novio o__o
    pro sta bn xD

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