A lo largo del tiempo, las catástrofes han demostrado ser tierra fértil para toda clase de historias sobre espíritus inquietos de aquellos que murieron de forma trágica en el evento. Parece que la ocurrencia de un gran número de muertes en un corto periodo de tiempo genera un sufrimiento indescriptible, una tragedia que termina haciendo eco como una presencia oscura que se aloja en las ruinas donde antes habitaron esas personas. De hecho, algunos de los lugares con mayor actividad paranormal son sitios donde se suscitaron crisis, guerras, masacres o donde los humanos sufrieron la furia de la naturaleza.
Una zona de Japón no quedó exenta de estas historias macabras, y al final de uno de los mayores desastres en la historia moderna, además de los destrozos, también quedaron incontables relatos de almas perdidas, fantasmas y un horror sobrenatural.
Todo comenzó en el mes de marzo del 2011, cuando una tragedia de enormes proporciones impactó a Japón.
Una catástrofe sin precedentes devasta Japón.
Un terremoto de magnitud 9 devastó a los nipones generando, como consecuencia directa, un colosal tsunami que impactó en la costa de Tohoku en la parte este del país dejando un rastro de muerte y destrucción sin precedentes. Como si el sismo y la ola resultante no hubieran sido suficientes, la central nuclear Fukushima Dai-ichi se vio severamente afectada provocando un derretimiento que se considera uno de los peores en la historia, envenenando el medio ambiente y generando secuelas en personas y animales a partir de entonces.
Aquella catástrofe fue especialmente aterradora para quien la experimentó de primera mano, pero millones de personas, en todos los lugares del mundo, también observaron horrorizadas las terribles consecuencias en tiempo real, desde sus propias casas. Aquello parecía una pesadilla surrealista transmitida en vivo. Las imágenes parecían secuencias de películas sobre catástrofes, con una importante diferencia: eran auténticas.
Las personas que habitaron en las zonas afectadas vivieron en carne propia un terror indescriptible cuando la fuerza del agua arrasó con todo a su paso en una inundación de proporciones bíblicas. Miles de personas perdieron la vida, muchas otras resultaron heridas o quedaron en la calle, el sonido de los lamentos y el llanto complementaban aquel escenario dantesco.
Destrucción generalizada.
El paisaje urbano se convirtió en un terreno vasto de desolación y destrozos, edificios cayéndose a pedazos y cadáveres sin sepultar. Peor que esto, los innumerables sueños y aspiraciones que habían sido reducidos a nada, heridas psicológicas y cicatrices permanentes en el alma, daños difíciles de sanar.
Aquel impiadoso tsunami arrastró automóviles, arrancó árboles de raíz y tumbó casas como si hubieran sido construidas de papel. Las embarcaciones fueron arrastradas tierra adentro por la furia de las aguas. Edificios enteros se desmoronaron como frágiles castillos de naipes. Una terrorífica demostración de la furia y fuerza de la naturaleza. Entre las construcciones que quedaron de pie, la mayoría tuvo que ser demolida por presentar peligros estructurales.
Incluso el contorno de algunas calles tuvo que volver a hacerse, provocando que el paisaje de estas ciudades fuera alterado para siempre. Y todo esto bajo el espectro de la radiación que vertía el reactor fracturado.
Tohoku parecía una zona de guerra. Aquella sensación encontraba un eco en el pasado, pues Japón es la única nación que conoce de primera mano el horror del poder atómico. En un abrir y cerrar de ojos, una vibrante comunidad fue hecha pedazos.
Apariciones de fantasmas y eventos paranormales.
Allí, entre los destrozos, aquellos que quedaron con vida intentaban comprender lo que había sucedido. Al poco tiempo encaminaron nuevamente sus vidas y reconstruyeron la ciudad, mientras aún enterraban a sus muertos. En ese momento, no se conocía la cantidad de personas que habían perecido, pero las estimaciones eran funestas. Se hablaba de miles de personas, números que, desafortunadamente, resultaron precisos.
No mucho después del terremoto y el tsunami, un extraño fenómeno empezó a manifestarse de forma frecuente: algunos relataban encuentros con personas que habían muerto en la tragedia. Fantasmas de familiares, amigos o vecinos que habían perdido la vida y que aún caminaban por las calles de las ciudades.
Los testigos afirmaron ver fantasmas formados en filas de mercados y tiendas, mismas que habían quedado completamente destruidas. Los fantasmas eran vistos en lugares que solían frecuentar cuando estaban vivos. Los espectros acechaban en terrenos baldíos, escalando ruinas de roca y concreto donde antes se encontraban sus hogares. Algunos relataron visiones aterradoras de figuras fantasmales corriendo de forma desesperada, como si las olas todavía los persiguieran.
Atravesaban paredes y se disipaban en el aire. Los testigos aseguraron ver detalles en estas apariciones: algunas presentaban expresiones de miedo y horror, en otras resultaban evidentes las heridas sufridas, las mismas que tal vez las condujeron a la muerte. Pero las más aterradoras eran aquellas que gritaban y pedían auxilio, o susurraban pidiendo una ayuda que nunca llegó y jamás llegará.
Almas en penas.
Una anciana de Onagawa que murió en el desastre y tenía el hábito de visitar una casa de té, era vista con frecuencia en las inmediaciones del lugar que fue barrido por las olas. Algunas personas incluso aseguraron haber conversado con ella, preguntaba que había sucedido con el lugar. Cuando le respondían, la mujer lloraba y desaparecía, dejando en el sitio pequeños charcos de agua salada.
Algunas personas comentaron sobre presencias siniestras espiando desde huecos y ventanas, como si les resultara extraño el ambiente modificado y estuvieran buscando la oportunidad de contactar con los vivos.
El terror se apodera de los japoneses.
En esa misma época, una epidemia de pesadillas azotó con fuerza a Japón. Muchas personas se despertaban en la madrugada gritando por los horrores que habían quedado marcados en su memoria, pero aterrorizados con la presencia de seres espectrales en sus habitaciones. Se hablaba de espíritus que se sentaban o pisaban el pecho de las personas, sofocándolas. Un olor a brisa marina parecía acompañarlos y marcas de agua salada registraban su presencia en los lugares donde habían sido vistos.
Los relatos de los taxistas en Ishinomaki.
Los relatos más desconcertantes en este período llegaron a través de conductores de taxi que afirmaban detener sus unidades para recoger a pasajeros en el medio de la noche sólo para descubrir que habían desaparecido, a veces después de subirse a los automóviles. Estas narraciones se hicieron muy frecuentes en la ciudad de Ishinomaki, en el distrito de Miyagi, que fue devastada por la fuerza del tsunami sumando un total de 6,000 personas muertas, muchas de las cuales jamás fueron encontradas.
En esta ciudad, entre las calles oscuras, los taxistas afirmaban que incluso habían conversado con algunos de estos pasajeros fantasmas. Un conductor describió haber subido a una joven mujer pocos meses después del desastre. Le pidió que la llevará a la estación Ishinomaki, un área que simplemente había dejado de existir tras la inundación. Cuando el conductor le explicó que no había quedado nada de ese lugar desde el tsunami, la pasajera se llevó las manos a la cabeza y empezó a gritar con desesperación.
“¿Acaso estoy muerta?”, preguntó antes de desmaterializarse frente a los ojos del conductor.
Transportando a los muertos.
Muchos otros conductores de la zona reportaron experiencias parecidas al recoger pasajeros, simplemente se desvanecían durante el viaje. Pese a esto, la mayoría aseguraba que los fantasmas parecían totalmente normales, personas que respiraban, hablaban e interactuaban.
En uno de los casos, un pasajero proporcionó instrucciones específicas de la dirección a donde quería ir, que era una de las casas destruidas por el tsunami. Cuando llegó a su destino, el taxista observó el asiento trasero y el hombre se había ido.
Es muy interesante hacer énfasis en que ninguno de estos testigos mencionó haber sentido miedo en ese momento, probablemente porque estaban convencidos que se trataba de personas vivas, no de fantasmas que habían perecido en la tragedia. Yuka Kudo, parapsicólogo, investigador paranormal y profesor en la Universidad Tohoku Gakuin, estudió el fenómeno Ishinomaki y presentó como parte de su tesis de graduación las entrevistas con más de 100 conductores de taxi sobre su extraño contacto con fantasmas después del desastre de 2011.
Varios de estos conductores mostraron las bitácoras en las que estaban anotadas las corridas en que dieron aventones a los fantasmas. Uno de los conductores explicó que “no era extraño encontrar fantasmas en la zona y que, aunque no todos los taxistas lo reconocieran, la mayoría había tenido una experiencia extraña”.
Más historias de fantasmas tras el tsunami.
Otras historias de fantasmas aparecieron en el área durante algún tiempo. Las oficinas, casas y tiendas eran víctimas frecuentes de apariciones de personas que habían muerto en la inundación. Los servicios de emergencia frecuentemente eran requeridos para prestar auxilio a personas que parecían heridas. Cuando la ambulancia o los bomberos llegaban al lugar, la persona se esfumaba como si jamás hubiera estado allí.
Una noche de octubre del 2011, la línea de emergencias de Ishinomaki registró más de 20 solicitudes de auxilio, ninguna de las cuales fue atendida pues la persona que supuestamente estaba en problemas había desaparecido. El servicio de atención también recibía llamadas de personas que solicitaban socorro, y cuando respondían se encontraban con que las direcciones proporcionadas pertenecían a sitios destruidos.
En algunas áreas, las personas se quejaban de la presencia de fantasmas y esto provocó que muchos inmuebles fueran abandonados o vendidos a un precio muy por debajo de su valor en el mercado.
Los exorcismos.
Aún más aterradores fueron los relatos sobre personas contactadas por espíritus pertenecientes a los muertos en la catástrofe. El fenómeno llegó a tal punto que sacerdotes budistas y sintoístas fueron llamados para exorcizar áreas enteras donde se suponía se encontraban los cadáveres no descubiertos.
En el artículo “Ghosts of the Tsunami”, escrito por Richard Lloyd Parry para el London Review, se da cuenta de varias historias sobrenaturales y exorcismos llevados a cabo por el sacerdote Taio Kaneda, que solía recorrer las costas con un grupo de sacerdotes para hacer frente a los disturbios espirituales. Uno de los relatos más impresionantes habla sobre un prestamista local, que usó el nombre falso “Takeshi Ono” para presentarse.
Los espíritus quieren comunicarse.
La historia del Sr. Ono inicia en su residencia de Kurihara, una pequeña ciudad a unos 15 kilómetros de la costa donde impactó el tsunami. Al momento de la tragedia, Ono no se encontraba en casa, logró abandonar el área que fue evacuada a toda prisa después del terremoto. Como muchas otras personas, observó por televisión la llegada del tsunami que alcanzó su residencia. Tras el desastre, decidió que regresaría para evaluar los daños en una semana y en base a esto tomar una decisión.
El día que se acercaba a su hogar, Ono relató que empezó a sentirse mal y confundido. Finalmente terminó perdiendo la conciencia, pero aseguró haber continuado al sentir una extraña percepción del entorno: “era como si estuviera en un sueño, pero yo sabía que estaba viendo algo que me mostraban los espíritus que deseaban hablar a través de mí para comunicarse con sus seres queridos”. Ono, que no estuvo presente en el desastre, aseguró haber experimentado aquella caótica destrucción y desesperación, según recuerda:
“Veía destrozos, y observé el mar aproximándose. Vi los edificios cayendo y escuché a las personas gritando a mí alrededor. No se trataba de una alucinación, podía percibir la atmósfera de miedo y desesperación de las personas alrededor. Fue algo impactante. Es difícil de describir, pues aunque me encontraba en el centro de aquellos terribles acontecimientos, no podía hacer nada para ayudar, y tampoco podía interactuar con todo lo que me rodeaba. Mi primer sentimiento fue que estaba enloqueciendo, sobre todo porque después me vi rodeado por incontables personas con heridas aterradoras. Entonces supe que querían comunicarse y necesitaban hacerlo a través de mí”.
Desde aquella primera experiencia, el Sr. Ono se integró al grupo de sacerdotes, colaborando con ellos para ubicar los cadáveres que no habían sido localizados por los equipos de rescate. De acuerdo con el grupo, tuvieron éxito localizando más de 20 cadáveres que estaban perdidos bajo toneladas de escombro. De acuerdo con el Sr. Ono, el éxito se debió a que los propios espíritus le comunicaron donde excavar y localizar los restos atrapados.
Los muertos culpan a los vivos.
Otro caso, aún más sorprendente, es el de una mujer de 56 años que se decía perseguida por un espíritu amargado que la culpaba por haber escapado del desastre. Esta mujer empezó a experimentar ataques de violencia en los que agredía a las personas que habían sobrevivido, maldiciéndolas y asegurando que merecían la muerte.
En cierta ocasión, la encontraron corriendo por la calle gritando que “todos debían morir para que los espíritus tuvieran paz”. La mujer fue capturada por el esposo y los hijos y tuvieron que aplicarle un sedante. Durante una ceremonia de exorcismo, gritaba que podía ver a una multitud de personas que habían muerto en la inundación:
“Están cubiertos de lodo. Están cubiertos de basura y mojados. Tienen frío y están aterrados. Están furiosos por haber muerto. Nos odian porque nosotros estamos vivos y ellos no”, repetía la mujer sin parar. Tras varias sesiones de exorcismo, los sacerdotes aseguraron que estaba libre de la influencia de los espíritus y que finalmente se habían disipado.
Kaneda aseguró haber formado parte de varios exorcismos similares que involucraban a espíritus del tsunami. “No todas las personas muertas durante la tragedia fueron capaces de superar el terror que experimentaron en los últimos momentos de vida terrenal. Eso hace que pierdan parte de su humanidad y se vuelvan resentidas”, explicó.
Una posesión múltiple.
De acuerdo con Kaneda, uno de los casos más emblemáticos involucró a una mujer llamada Hira que aseguraba sentir “diferentes personas habitando su cuerpo” en los meses que siguieron al tsunami. La mujer quedó en coma durante una semana después de la tragedia y sobrevivió milagrosamente. De acuerdo con esta mujer, cuando regresó del coma, inmediatamente sintió la presencia de varios fantasmas que la siguieron cuando regresó a su cuerpo. “Era como si estuvieran apegados a mi y desearan seguir viviendo dentro de mi cuerpo”, describió la mujer.
Kaneda asegura que logró exorcizar a esos espíritus, que desde su punto de vista eran personas confundidas y furiosas que tenían asuntos por resolver en el mundo de los vivos. “El desastre condenó a la muerte a toda clase de personas. Buenas y malas. Algunas personas eran egoístas por naturaleza y estaban resentidas por haber muerto, culpando a los vivos de su propia tragedia. Tras una sesión, muchos de estos terminaron partiendo, mientras que otros se aferraron a los vivos como la única forma de quedarse aquí. Esos causaban más daño”.
Kaneda explicó que al menos una veintena de espíritus habitaba el cuerpo de Hira de forma simultánea. Uno de estos pertenecía a un hombre de mediana edad que anhelaba saber donde se encontraba su hija y si había sobrevivido. Mencionó que ella se encontraba en casa y que el lugar había desaparecido con la tragedia. Cuando Kaneda descubrió que la niña estaba viva, el espíritu aceptó partir. Otros no resultaron fáciles de convencer, el espíritu de un niño fue tan agresivo que utilizó el cuerpo de Hira para atacar al sacerdote con una mordida. Cuando logró que finalmente el espíritu dejara el cuerpo, éste habría dicho:
“Pero el camino a la luz es tan pequeño, y hay tantas personas a mi alrededor. Ni siquiera puedo distinguir el camino que debo seguir”.
El mito de los Gaki.
Otra exorcista que actuó en esos primeros días tras la tragedia fue una monja llamada Kansho Aizawa que aseguraba tener la capacidad de ver los espíritus de cientos de personas vagando sin destino por las calles destruidas: “era como ver una escena de película de terror. Las personas hechas pedazos, con el cuerpo desfigurado, sin brazos o piernas, vagando y arrastrándose sin destino, preguntando a dónde debían ir, o qué debían hacer”, relató. “Fue algo aterrador, pero también extremadamente conmovedor. Tras atestiguar aquello decidí que debía hacerse algo o de lo contrario ellos vagarían por siempre en esas condiciones”.
La explicación para todo este caos en el mundo espiritual varía según la fuente que se consulte. Para los que creen en estas cosas, un fantasma sin descanso vaga de forma indefinida hasta que se cumple su pena. En el folclore japonés, estas apariciones se conocen como Gaki, o “fantasmas hambrientos”, pues se cree que sienten hambre de todo aquello que tiene vida y empiezan a alimentarse de la energía de los vivos para perpetuarse.
Un Gaki nace cuando sucede una muerte traumática con violencia y dolor, con angustia y miedo. Pasan a vivir cerca de los vivos, en una especie de limbo donde residen la mayor parte del tiempo; sin embargo, en determinados sitios relacionados con su trauma, pueden materializarse y ser percibidos por los vivos, en especial por aquellas personas con el don de la sensibilidad.
Las explicaciones al fenómeno.
Para aquellos que buscan una explicación más racional, posiblemente muchas personas que experimentaron el desastre hayan desarrollado una especie de trastorno por estrés postraumático. En este caso, los fantasmas no serían más que proyecciones mentales o alucinaciones provocadas por el terror y estrés que tuvieron que soportar, en lugar de presencias sobrenaturales del otro mundo.
De hecho, algunas instituciones de apoyo psiquiátrico realizaron estudios en aquellas personas que tuvieron pérdidas significativas y empezó a aparecer el trastorno por estrés postraumático. Las conclusiones revelaron que existe una tendencia a experimentar esta clase de alucinaciones, pero nada explica la actividad sobrenatural que otros parecen manifestar.
Conclusiones.
Evidentemente, la aniquilación total de ciudades y sus habitantes por la tragedia de 2011 en Japón dejó marcas profundas en la mente y el espíritu de los sobrevivientes. El horror en su estado más puro, la muerte y la destrucción inexorable, son algo que sólo el tiempo puede curar, e incluso así, existe un temor latente de que tal tragedia pueda repetirse pues la región es susceptible a este tipo de desastre natural.
¿Es posible que los espíritus sean capaces de materializarse tras un incidente de dolor y tristeza tan extremo como este? ¿Realmente existieron esas sombras vagando por las ciudades en reconstrucción? Quizás jamás tengamos una respuesta a estas preguntas. Sin embargo, ya es suficientemente aterrador observar las imágenes de la devastación e imaginar la cantidad de personas que perdieron la vida en medio de esta tragedia. O, peor aún, imaginar que algunas de estas víctimas pueden seguir sufriendo… para siempre.
Muy bueno! E interesantísimo.
Excelente lectura, ya extrañaba estos textos en marcianos.
y a esperar otros 3 años más o menos para poder ver todas esas historias en el cine (gratis, online o en tu puesto pirata de confianza)
😱😱😓😓😨😨😨👻👻👻
Para los temas paranormales los japos se pintan solos, muy buen aporte Hery 👍