Estoy en la antesala del Infierno

Habían transcurrido ya varios años desde mi muerte. Sin embargo, el destino tenía otros planes y Satanás aún no me concedía su atención. Por tanto, me encontraba merodeando en la antesala de su morada infernal. El color verde de la pintura en las paredes evocaba una sensación de náuseas. Parecía que el mismísimo diablo eligió la tonalidad más horrenda que pudo encontrar. El aire se siente pesado y todo resulta tedioso, monótono hasta la saciedad.

Estoy en la antesala del Infierno1

Otros espectros también vagan por este recinto, con sus miradas perdidas en el abismo, ya a medio desvanecer. La mayoría son almas rencorosas que no hacen más que lamentarse de las vidas que dejaron atrás.

Por supuesto, nunca admitirían que fue su culpa.

Claro, Margarita, la culpa es del demonio por obligarte a golpear a tu hijo de seis años con un tubo de metal. Exacto, Eduardo, no tenías alternativa, simplemente debías desheredar a tu propia hija por que le gustan las mujeres. Eres la auténtica víctima aquí, Pedro. Tu propio padre te lastimó, por lo que, evidentemente, hiciste lo mismo con tus hijos. No sabías lo que era el amor. En el fondo, todos eran personas buenas.

Como si alguien pudiera creer semejante tontería.

No obstante, yo no soy como ellos.

Sé que merezco estar en este lugar

Siempre fui una mujer despreciable. Una madre abusiva. Una esposa infiel. Aunque amé a mi Horacio, a mi manera torcida. Me importaba lo suficiente como para alegrarme de que él no estuviera aquí conmigo. Era un buen hombre, o al menos intentó serlo.

En cambio, yo merezco todo el tormento que me tienen preparado.

Lo único que no merezco es seguir contemplando ese color verde vomito por un instante más.

En ese aspecto, me parezco al resto de espectros. El tiempo entre estas paredes nos está volviendo locos.

Cierro los ojos con fuerza.

“Señora Fernández, no puede dormirse aún”, espetó un demonio. Al que respondí con el ceño fruncido.

“Usted y los otros invitados tienen que jugar a las adivinanzas en cinco minutos”, el demonio utilizó un tono cantarín que me erizó la piel. “¡Va a ser taaaaan divertido!”, se burló.

Así ocupo mis días en este lugar. Una semana parece un año. Y un año se extiende como una eternidad. Me limito a observar cómo uno tras otro los espectros van perdiendo la razón. A los demonios, o les da igual o disfrutan en silencio viéndonos tambalear. No obstante, yo persevero. Me debato entre la impaciencia y el temor.

Quisiera avanzar. Quiero que los demonios, los espectros y las horribles paredes desparezcan de una vez por todas.

Pero… si la sala de espera es tan horrenda, ¿qué me deparará en el infierno?

De vez en cuando, rostros del pasado vienen a visitarme. Yo sé que no son reales. Y se los hago saber. También sé que se enojan mucho. Al punto de que gritan sin cesar.

Pero esta mañana, alguien real vino a buscarme.

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“¡Mire, señora Fernández!”, dijo el demonio con una sonrisa tan radiante que podía distinguir todos sus dientes. “¡Su esposo compartirá una habitación con usted!”

Horacio también sonrió. Esa sonrisa tonta y encantadora. No tenía ni idea de lo que le aguardaba cuando el asistente de Satanás aplaudió con sus manos enguantadas.

“¡Bienvenidos! Nos sentimos horados de que se unan al Asilo Nuestra Señora del Camino”.

Writerwithoutsoul

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3 comentarios en «Estoy en la antesala del Infierno»

  1. Voy a dejar aquí un creepypasta hecha por una i.a.

    El niño se aferra al asiento trasero del automóvil, sus ojos abiertos como platos. La carretera se extiende ante él, una cinta gris que desaparece en el horizonte. Pero no es la carretera lo que le intriga; es lo que corre a su lado.

    El ser oscuro es una sombra, apenas visible en la penumbra de la noche. Sus extremidades se mueven con una velocidad sobrenatural, como si desafiaran las leyes de la física. El niño apenas puede seguirlo con la mirada, su mente luchando por comprender lo que ve.

    ¿Qué es ese ser? ¿Un fantasma? ¿Un demonio? El niño no lo sabe, pero siente que no es algo natural. El viento aúlla alrededor del automóvil, como si también estuviera asustado por la presencia de la sombra.

    El padre del niño está concentrado en la carretera, ajeno a la visión del niño. Pero el niño no puede apartar la mirada. La sombra corre junto al auto, su figura distorsionándose y retorciéndose. Parece estar jugando, desafiando al automóvil a seguir su ritmo.

    El niño se pregunta si alguien más lo ve. ¿El conductor del camión que pasa en sentido contrario? ¿La mujer que camina por la acera? Pero no hay señales de que nadie más sea consciente de la presencia de la sombra.

    El niño se pregunta si debería decir algo. ¿Alertar a su padre? ¿Gritar? Pero teme que su voz se pierda en el rugido del viento. Así que se queda en silencio, observando mientras la sombra sigue corriendo a su lado.

    ¿Qué quiere la sombra? ¿Por qué está aquí? El niño no lo sabe, pero siente que hay algo importante en juego. Algo que solo él puede entender.

    Y así, el niño sigue mirando, preguntándose si la sombra es un amigo o un enemigo. Si está aquí para protegerlo o para llevarlo a algún lugar oscuro y desconocido.

    El automóvil sigue avanzando por la carretera, y la sombra sigue corriendo a su lado. El niño se aferra al asiento, su corazón latiendo con fuerza. No sabe qué le espera al final del camino, pero está decidido a descubrirlo.

    La sombra se desvanece en la distancia, pero el niño sabe que nunca olvidará lo que ha visto. Y cuando finalmente lleguen a casa, escribirá todo en su diario secreto, para que nunca se olvide.

    *¿Quién era esa sombra? ¿Y por qué corría junto al auto de su padre?* 🌑🚗

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