Un nuevo estudio histórico revela un lado hasta ahora desconocido de Enrique VIII, presentándolo de forma sorprendentemente distinta a la narrativa convencional. Siempre considerado el monarca más despiadado de Inglaterra, recientemente se encontró evidencia de que pudo sentir remordimiento por sus pecados en la última etapa de su vida. Al punto de buscar la misericordia de Dios en sus últimos años de vida.
Enrique VIII gobernó con mano dura el reino de Inglaterra desde 1509 hasta su fallecimiento en 1547. Ampliamente conocido como un impulsor de la Reforma y fundador de la Iglesia Anglicana, sucedió en el trono a su padre, Enrique VII. Convirtiéndose así en el segundo monarca de la Casa de Tudor en poseer la corona. Este personaje impulsó una severa división religiosa en el país y no titubeaba a la hora de ejecutar a sus detractores. Llegando a ordenar la ejecución de dos de sus seis esposas.
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Para fines prácticos, hasta la fecha Enrique VIII se considera ampliamente el peor monarca en la historia de Inglaterra. No obstante, un nuevo estudio arroja nueva luz sobre sus últimos años de vida. Revelando que el rey vio sus últimos días sumido en la angustia, vulnerabilidad y ansiedad. Estas conclusiones se basan en un minucioso análisis a un ejemplar del libro «Salmos u oraciones«, que contiene anotaciones del puño y letra del monarca.
Un rey temeroso de Dios.
Dichas anotaciones evidencian que, conforme su salud empeoraba, su mente se plagó de reflexiones sobre el dolor físico, la pecaminosidad, sabiduría divina y el perdón de Dios. Micheline White, en declaraciones al periódico británico The Times, comenta: «Siempre concebimos a Enrique VIII como un monarca altamente seguro de sí mismo. Alguien que ejercía su autoridad de forma despiadada; sin embargo, estas anotaciones revelan una faceta mucho más ansiosa de su personalidad».
El libro en cuestión lo publicó de forma anónima su sexta y última esposa, Catalina Parr, en 1544. Tres años antes del fallecimiento de Enrique VIII. Durante el análisis del ejemplar, los investigadores descubrieron una serie de marcas manuscritas conocidas como «manículas«, una representación gráfica de una mano con el dedo índice extendido señalando algo. Estas marcas son similares a las encontradas en otros libros que se sabe pertenecieron al rey.
En el ejemplar estudiado se identificaron ocho manículas y tres tréboles, que eran utilizados para señalar secciones relevantes.
Una de las manículas se encontraba junto a un pasaje que rezaba: «Aleja de mí tus plagas, pues tu castigo me ha debilitado y me lleva al desfallecimiento. Cuando castigas a un hombre por sus pecados, lo consumes y lo debilitas». Otra manícula trazada por el propio rey se localizó al lado de las palabras: «Aparta de mí tu ira, para que pueda experimentar tu misericordia que supera lo que mis pecados merecen».
Uno de los tréboles marcaba el verso: «Oh Señor Dios, no me abandones, a pesar de no haber hecho nada que sea bueno a tus ojos». Estas marcas específicas, según Micheline White, resaltan secciones particulares que el rey deseaba tener presentes. Además, «reflejan claramente la terrible situación física que Enrique atravesaba» a partir de 1544″. El monarca, con diversos problemas de salud derivados de su obesidad, sufrió dolores de cabeza crónicos, úlceras en las piernas, gota e impedimentos físicos.
Las conclusiones del mencionado estudio se publicaron en el Renaissance Quarterly, una reconocida publicación científica.