El último secreto de un viejo

Mi abuelo tiene 95 años y su existencia en este mundo se ha vuelto algo complicada. Aquel hombre quedó reducido a un montón de tubos y cables que lo atan a seguir con nosotros. Se le dificulta el habla, pero cada uno de sus ásperos susurros tiene un peso tan severo que lo hace imposible interrumpir. A la familia no le gusta hablar de temas relacionados con la muerte, por lo que cada vez que voy de visita con mi padre solemos pasar la mayor parte del tiempo en silencio.

Gedenkstätte buchenwald

«¡Qué semana con las noticias!, ¿verdad?», podría decir papá.

«Mmm», gruñiría el abuelo. «El mundo está loco».

Entonces, el silencio se vuelve a instalar en el lugar. Una pequeña charla con el viejo parece una falta de respeto ante la gravedad de su situación, pero ninguno se atreve a decir adiós. Cuando el silencio se extiende demasiado, papá suele sacar su teléfono celular o leer un libro hasta que aparece alguna excusa para retirarse. Así sucedió ayer, cuando papá murmuró algo sobre una cita con el dentista y salió por la puerta apenas unos minutos después de haber entrado.

«Te quedarás, ¿cierto?», preguntó mi abuelo mientras estábamos solos en la habitación. «Escucharás el último secreto de un viejo».

El final del camino estaba a la vista. «¿Te gustaría que llamara a papá?», le pregunté.

El anciano negó la propuesta girando la cabeza hasta donde los tubos de oxígeno se lo permitían. «Preferiría que no lo supiera».

Ya tenía cierta noción de la historia que me contó. Todo comenzó cuando el abuelo tenía 20 años de edad y vivía en la Alemania nazi. Fueron enviados a un campo de trabajos forzados, pero se las arregló para sacar a mi abuela y su pequeño hijo de contrabando en un cargamento de granos. Lo atraparon poco después y lo enviaron al campo de concentración de Buchenwald, donde pasó los próximos dos años hasta que fuerzas aliadas lo liberaron.

Prisioneros campo de concentracion sachsenhausen alemania 1938

«No tienes que decirme lo que sucedió en aquel lugar si no quieres», le dije. La verdad es que no estaba seguro de querer escuchar los horripilantes detalles. Sin embargo, el viejo se veía inusualmente emocionado y persistente, jurando era algo que debía saberse.

Jamás habría sobrevivido a la reclusión de no ser por un amigo que conoció en ese lugar. Se trataba de un oficial nazi, líder del escuadrón Rottenführer, quien le tomó un especial interés debido a la similitud de edad y apariencia. Ambos se sentaban codo a codo junto a una valla de alambre de púas e intercambiaban anécdotas de la infancia. Mi abuelo hablaba de su esposa, de lo bella que era y como jamás se rendiría hasta volverla a encontrar.

El oficial nazi había pasado directamente del Hitlerjugend al ejército y jamás había intimado con una mujer. Se embelesaba con aquellas historias románticas de mi abuelo, y ambos se hicieron muy buenos amigos a pesar de las circunstancias. El oficial logró retirar en dos ocasiones el nombre de mi abuelo en aquellas asignaciones de trabajo que significaban una muerte segura, y solía proporcionarle raciones extras de comida que mi abuelo posteriormente distribuía entre sus compañeros.

Führerausweis der hitler jugend

«No fue una buena vida, pero era vida, y eso, ya es algo bueno», dijo el abuelo.

Las cosas cambiaron cuando la guerra entró en su etapa final. A medida que los Aliados se aproximaban, los nazis se fueron haciendo cada vez más paranoicos y desesperados. Se convirtió en una práctica común que los oficiales de menor rango fueran acusados de traición cuando no llevaban a cabo ciertas órdenes de trabajo. Además, los rumores de que el Rottenführer protegía a mi abuelo lo pusieron en una situación difícil con sus colegas.

Al tener que elegir entre proteger a mi abuelo o ser asesinado, el Rottenführer firmó una orden para que mi abuelo fuera enviado a una fábrica de armamento próxima. 18 horas de trabajo al día, raciones mínimas y ausencia de atención médica, la fábrica prácticamente era una sentencia de muerte para la mayoría. En tres meses, la probabilidad de salir vivo de ahí era del 50%.

En nombre del amor, mi abuelo le suplicó que lo dejara vivir para volverla a encontrar. Ella lo esperaba en América. El Rottenführer quedó conmovido, pero la decisión ya estaba tomada. Únicamente se comprometió a anotar la dirección a donde había sido enviada y hacerle llegar una carta para informar lo sucedido con su esposo.

«Entonces, ¿cómo lograste sobrevivir?», le pregunté. «¿El oficial cambió de opinión? ¿Te rescataron de la fábrica?».

«Debido a la protección que le había dado el Rottenführer en el campamento, la vida en la fábrica resultó demasiado difícil para el joven agricultor. Ni siquiera superó la primera semana».

«¿Qué quieres decir con ‘no superó’? ¿Cómo saliste de ahí?».

El esfuerzo de relatar aquella historia estaba causando estragos en mi abuelo. Tosió y jadeó, esforzándose durante varios segundos por respirar antes de aclarar su garganta y continuar.

Soldado nazi

«El 11 de abril de 1945, el campo de Buchenwald fue liberado por los Aliados. Muchos de los nazis abandonaron su posición y habían salido del país. Otros decidieron encerrarse, fingiendo ser prisioneros para que los Aliados se apiadaran de ellos. Esto resultó especialmente efectivo para aquellos que se tomaron el tiempo de conocer a los prisioneros y podían asumir sus identidades. Cuando el oficial de la SS entregó la dirección y el nombre de su amor perdido, le permitieron abordar la siguiente embarcación de transporte con dirección a los Estados Unidos para reunirse con ella».

«Al principio tu abuela parecía sospechar, cuando la conocí, pero terminó aceptando que la guerra me había cambiado. Además, tenía tantas historias sobre ella que le resultaba imposible negar nuestra historia compartida. Crie a su hijo como propio, y viví la vida que él soñaba todas las noches hasta el día que murió. ¿Crees que tu verdadero abuelo me perdonaría si lo supiera?».

No pude responderle entonces, y la verdad es que no tuve oportunidad. Esa misma noche murió mientras dormía, tras haber tenido una larga y feliz vida que no le pertenecía.

Traducción por Marcianosmx.com

12 comentarios en “El último secreto de un viejo”

  1. Interesante, peto Después del “preferiria que no lo supiera” y “quien le tomó un especial interés debido a la similitud de edad y apariencia.” Supe adonde iba la historia…

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