En la película “Terremoto: la falla de San Andrés”, un sismo gigantesco impacta al estado de California, en los Estados Unidos, devastando toda la región y desencadenando un inmenso tsunami que derriba edificios icónicos del lugar. Aunque la idea parezca absurda, los productores del filme consultaron a Thomas Jordan, director del Centro de Terremotos del Sur de California, antes de iniciar las grabaciones. Sin embargo, el científico bromea con que no escucharon ni siguieron ninguno de sus consejos.
Ignorando las exageraciones naturales de Hollywood y las secuencias de acción presentes en la película – después de todo, está protagonizada por The Rock–, California no se encuentra exenta del terremoto Big One. De hecho, se cree que el evento se aproxima y que provocará una enorme cantidad de desastres en la región. “Creemos que el sur de California está sobrecargado y que la presión en el lugar es muy grande. Cuando los sismos comiencen, pueden extenderse durante varios años”, explica el sismólogo estadounidense Ned Field.
De acuerdo con el geólogo Mark Legg, existen diversas fallas con potencial para desencadenar terremotos de 8.0 en la escala de magnitud local, los cuales pueden dar lugar a tsunamis a 144 kilómetros de la costa californiana. Desde hace décadas han surgido evidencias de los peligros causados por las fisuras de más de 20 millones de años, situadas en un área conocida por los científicos como California Continental Borderland.
El riesgo real de un terremoto.
California está ubicada en las fronteras entre dos grandes placas tectónicas – la placa del Pacífico, que se mueve hacia el noroeste, y la Norteamericana, que se desliza hacia el sudeste. Ambas no se encuentran en una sola línea, de hecho, se cruzan con decenas de fallas sísmicas. La de San Andrés es la más peligrosa, pues genera terremotos más perjudiciales para los californianos.
En el año de 1906, la parte norte de San Andrés impactó San Francisco, pero desde hace algún tiempo la falla en el sur no se rompe. En general, el Sur de California acostumbra a sacudirse cada 110 o 140 años. El último gran terremoto ocurrido cerca de Los Angeles alcanzó una magnitud de 7.9 y tuvo lugar en Fort Tejon, en 1857. Más al sur, cerca de Palm Springs, el ciclo no se ha repetido desde hace más de 300 años. “Eventualmente tiene que suceder”, revela Jordan.
Aunque los sismólogos no pueden predecir cuándo sucederá, acostumbran a hacer predicciones cada cierto tiempo sobre el tema. El último análisis, publicado este año por la USGS, sugiere un 7% de probabilidades de que un terremoto de magnitud 8 tenga lugar en California en el transcurso de los próximos 30 años.
Según Thomas, un sismo de magnitud 8.3 solo tendría lugar si la falla de San Andrés se rompiera completamente, desde la frontera con México hasta el norte de California. Sin embargo, las posibilidades de que eso ocurra son mínimas.
¿Qué sucedería si el Big One sucediera de verdad?
Para saber de una forma realista lo que sucedería en un escenario en que el Big One tuviera lugar, un equipo de especialistas se reunió y creó un estudio llamado ShakeOut scenario. En él, los sismólogos modelaron la forma en que el suelo se sacudiría para que otros analistas, incluyendo ingenieros y científicos sociales, empleen la información para estimar el resultado de los daños y del impacto.
Si el “Big One” despertara, atravesaría por toda California, derribando construcciones, arrasando caminos y damnificando las vías de agua, energía eléctrica y telefonía. Pero el terremoto solo sería el principio de la catástrofe.
Cientos de pequeños incendios empezarían a surgir, y con las carreteras inaccesibles y el sistema de agua damnificado, los servicios de emergencia no tendrían oportunidad de abarcar la demanda. Los pequeños incendios se avivarían, devastando secciones enteras de Los Angeles.
Todas las redes que transportan gas y electricidad a Los Angeles atraviesan la falla de San Andrés. Entonces, se verían afectadas por los sismos y no podrían repararse en muchos meses. Aunque la mayoría de las construcciones modernas sobrevivan al sismo, muchas resultaran con las estructuras dañadas o inutilizables. Los sismos posteriores continuarían afectando al estado durante algunos días, contribuyendo con la destrucción.
El equipo de científicos quedó sorprendido con la extensión de los incendios que sucederían debido al terremoto. Sin embargo, según la sismóloga Lucy Jones, el efecto sería aún más devastador si las ráfagas de viento de Santa Mónica tuvieran lugar durante la catástrofe.
Dichos vientos estacionales soplan polvo y aire seco de la tierra a la costa, aumentando así los riesgos de incendios incontrolables. Además, las reservas de agua que no fueran alcanzadas directamente por la falla de San Andrés se agotarían en un máximo de seis meses.
Destrucción y muerte.
En estimaciones totales, el terremoto tendría un costo de US$ 200 mil millones en daños, resultando en más de 50 mil heridos y 2 mil muertos. Pero el problema no es solo perecer durante el terremoto, sino también pasar a una vida miserable después del acontecimiento y tener que abandonar los hogares – o lo que quedó de ellos – en el Sur de California.
Todo lo que se requiere para que una ciudad subsista, incluida la alimentación, electricidad, sistema de alcantarillado, carreteras, telecomunicación y agua, se vería afectado y posiblemente no podría restaurarse en el transcurso de varios años. Sin una estructura funcional, la economía local colapsaría y las personas abandonarían Los Angeles.
De esta forma, el desastre que nos mostraron en la película “Terremoto: la falla de San Andrés” no es tan exagerado como parece. Con información de Smithsonian y News Discovery
Ja
A MI CALIFORNIA ME LA SUDA ALCABO QUE VIVO LEJOS, DE HECHO NO TANTO PERO SI SE DESTRUYE FALTE Y MI CIUDAD SE HAGA COSTA JAJAJAJAJA XD 😀
Un terremoto así me la pela
muy bueno tu comentario JEJEEEJEEJEJEJ
en serio no es publicidad de la pelicula?
Pobre California, siempre todo pasa allá…¡¡
Y Nueva York
No hay bronca yo nisiquiera vivo por alla
«me valen los demás, mientras yo esté bien que al resto dle mundo se lo lleve la tristeza»