En México, diversos pueblos indígenas habitan la región de la Sierra Madre Occidental. Uno de estos son los Tarahumaras o Rarámuris, también conocidos como los «corredores de pies ligeros». Y no los apodan así en vano, pues estos indios mexicanos son especialistas en recorrer grandes distancias a gran velocidad. En 48 horas, un tarahumara es capaz de recorrer 300 km. Y uno llegó a completar un recorrido de 700 kilómetros, el equivalente a terminar 16 maratones (o recorrer la distancia entre Ciudad de México y Villahermosa, Tabasco).
Además de la resistencia, los tarahumaras son famosos por su agilidad para recorrer terreno difícil a gran velocidad. Un tramo particularmente complicado de la Sierra Madre Occidental que los exploradores inexpertos pueden tardar hasta diez horas en cruzar, un tarahumara lo recorre en 90 minutos. Su habilidad para correr se extiende hasta la tercera edad, al extremo que ancianos de 80 años son capaces de hacer maratones subiendo por las montañas.
Nacidos para correr.
Es el testimonio que proporciona el periodista y escritor Christopher McDougall en el libro «Nacidos para correr«, un relato fascinante de este pueblo indígena que congrega más de 50 mil personas. Los tarahumaras, desde el más pequeño hasta el más longevo, son capaces de recorrer grandes distancias a pie.
En promedio, un atleta quema alrededor de 2,600 calorías durante una maratón. Sin embargo, un recorrido de 700 km implica que un tarahumara realice un gasto energético equivalente a 43,000 calorías. Sorprendentemente, la alimentación de este pueblo consiste en maíz, frijol, algunas frutas, ratones y venados. Para los tarahumaras, conseguir carne de venado implica implementar una técnica primitiva.
Al igual que algunas tribus en la región sur de África, los tarahumaras emplean la técnica más antigua de cacería que existe para atrapar grandes presas: la persistencia, que no es otra cosa que perseguir al animal hasta que termine exhausto, y sólo entonces abatirlo. Las sorprendentes habilidades atléticas de los tarahumaras no los limitan a disfrutar de los placeres mundanos.
Pies descalzos.
Estos indios corredores pueden pasar la noche entera festejando y bebiendo para levantarse a la mañana siguiente y correr durante todo el día, como si nada hubiera pasado.
Tradicionalmente, los tarahumaras producen y consumen un brebaje fermentado a base de maíz: el tesgüino, una bebida con bajo contenido alcohólico y un alto nivel de carbohidratos. En promedio, los tarahumaras lo consumen tres veces a la semana, bebiendo varios litros cada vez.
Los campeones de atletismo pasan sus días evitando lesiones desplazándose con calzado de última generación que promete una óptima absorción de impactos de forma que pies y articulaciones no se vean afectados. Los tarahumaras desconocen los beneficios de la tecnología moderna.
Suelen correr completamente descalzos o con huaraches de suela muy delgada. Parecerá una desventaja; sin embargo, quizá están corriendo de la forma ideal. En el mundo de las carreras, un número cada vez mayor de expertos promueve los beneficios de correr descalzo.
Durante las pruebas en una cinta, se observó que los atletas que corren con tenis tienden a aterrizar sobre el talón. Cuando se corre descalzo, prevalece la tendencia a apoyarse en el suelo con la parte media y la punta del pie. Supuestamente, esto genera menos impacto y una reducción en las lesiones. Pero no todos están de acuerdo con esto, aunque la técnica parece funcionar muy bien con los indios.
Reclutamiento de tarahumaras para el tráfico de droga.
Durante la participación de los tarahumaras en el Leadville Trail 100, una ultramaratón de 160 km que se celebra cada año en las montañas de Colorado, Estados Unidos, se estableció un nuevo tiempo récord de 17 horas y 30 minutos que tardaría 8 años en ser superado. Trágicamente, el talento natural de los tarahumaras terminó llamando la atención de los grupos criminales que se dedican al tráfico de drogas.
La configuración geográfica de la Sierra Madre Occidental hace que sea muy difícil un patrullaje por los agentes del orden, por lo que se ha convertido en el refugio ideal y centro operativo de diversas células del crimen organizado. Muchos de estos grupos utilizan las tierras del lugar para cultivar marihuana y amapola (materia prima para la heroína). Grupos como el de los Zetas han demostrado el nivel de sadismo y descomposición que puede alcanzar un ser humano cuando se trata de intimidar a los rivales.
Por eso, no es extraño que humanos de esta calaña vieran en el don de los corredores tarahumaras la oportunidad de sacar provecho para el tráfico de drogas.
De corredores a traficantes.
Muchos tarahumaras todavía viven en comunidades aisladas, conservando costumbres y vestimentas tradicionales. Sin embargo, cada vez son más los que adoptan el estilo de vida moderno de Occidente. El gobierno mexicano ha mantenido una política de incentivo al turismo en la región, autorizando la construcción de hoteles y un aeropuerto. Esto ha venido a desestabilizar la vida de los tarahumaras, que ya venía siendo afectada por las condiciones climáticas.
En los últimos años, la agricultura local ha sufrido severas afectaciones por las sequías en época de verano, situación que expone a los indios a pasar hambre. Ante la desesperación, algunos optan por trabajar como mulas para los traficantes, quienes ofrecen una miserable paga de $20 mil pesos al indio que cruce la frontera con Estados Unidos transportando una mochila con 20 kg de marihuana.
El riesgo es demasiado alto pues, cuando no los atrapa la justicia, existe el riesgo de que los traficantes los engañen y no paguen el dinero acordado.
Un pueblo condenado por la modernidad y necesidad.
Un tarahumara de 21 años llamado Camilo Villegas Cruz fue uno de muchos que han caído en manos de los carteles. Debido a la sequía, el joven decidió abandonar su comunidad para buscar empleo en otro lugar. Un extraño le propuso llevar droga hasta los Estados Unidos a cambio de un pago de US$ 3,000. Camilo y su hermano aceptaron la propuesta.
Después, el desconocido los instaló en una granja cercana a la frontera, de donde salieron con la carga, un poco de agua y comida. Tras un recorrido de media hora, los indios se encontraban en una región poco vigilada de la frontera e ingresaron a los Estados Unidos. Sin embargo, su travesía por el desierto de Nuevo México estaba lejos de terminar.
Para evitar ser detectados, se desplazaban sólo por la noche. Pero la aventura no duró mucho. Al tercer día, un helicóptero de la policía de que patrullaba la zona los atrapó. El juez fue benevolente con los hermanos, condenándolos a cumplir 3 años en libertad condicional y deportándolos a México.
Sin la posibilidad de poder cultivar su propia comida a causa de la sequía, Camilo tuvo que seguir buscando empleo. Un granjero lo contrató como su ayudante, un trabajo extenuante que le generaba alrededor de US$ 10 al día. Una vez más, un extraño lo abordó con la propuesta de llevar droga hacia los Estados Unidos. Camilo volvió a caer, y lo volvieron a atrapar.
Actualmente, el joven tarahumara cumple una condena de 46 meses en prisión por «posesión de estupefacientes con intención de distribución» y su ingreso ilegal al país. Sueña con volver a México para seguir corriendo, libre y sin el peso de las drogas en su espalda.
¿Porque se empeñan en llamar «indios» a los indígenas?
Pregúntale a la RAE y los progres que pretenden abandonarlo por que lo consideran despectivo.
Supongo que es por la altitud que viven , eso beneficia la produccion de globulos rojos lo cual se traduce en mejor oxigenacion sanguínea