El Síndrome de La Habana se documenta por primera vez en 2016. En esa época, varios diplomáticos que laboraban en la embajada estadounidense en La Habana, Cuba, manifestaron síntomas inexplicables. El padecimiento no solo les produjo malestar temporal, sino que dejó secuelas duraderas. Entre los afectados figuraban varios agentes de la CIA que se hacían pasar por oficiales diplomáticos.
De los síntomas descritos por estas personas destacaba una inmensa presión en sus cabezas. Además, algunos escuchaban un fuerte sonido que los acompañaba a donde quiera que iban, incluso en interiores. Este sonido se parecía al producido por una chicharra. Esta clase de experiencias y los síntomas que le seguían hoy se conocen como Síndrome de La Habana, aunque ya surgieron casos por todo el mundo.
Inicialmente, el gobierno estadounidense temía que su personal estuviera bajo el ataque de algún dispositivo sónico. Y aunque surgieron algunas hipótesis intentando explicarlos, la realidad es que la causa de estos incidentes se mantiene como desconocida.
Origen del Síndrome de La Habana.
El 30 de diciembre de 2016, un oficial de la CIA acudió a la enfermería de la embajada estadounidense. Era la primera persona en describir los síntomas característicos de lo que posteriormente se conoció como Síndrome de La Habana. Este oficial describió una sensación de presión en la cabeza y sonidos inusuales mientras estaba en su casa. Eventualmente, esto evolucionó en mareos y dolores de cabeza.
Aunque trabajaba bajo una cobertura diplomática, este oficial era un experimentado espía que los funcionarios de inteligencia cubanos vigilaban desde que ingresó al país. La inteligencia cubana tenía plenamente identificados a estos espías y otros diplomáticos. Incluso sabían dónde vivían. Vicki Huddleston, una delegada del Departamento de Estado que trabajó en Cuba en la década de 1990, escribió un libro titulado “Our Woman in Havana”.
En esta obra, la ex embajadora proporciona detalles sobre el lugar donde vivía y las tres lujosas mansiones que lo rodeaban. Huddleston dice en sus memorias que una de esas edificaciones se usó como set de filmación para una novela transmitida en la televisión cubana. Sin embargo, “las otras dos residencias se ubicaron estratégicamente, con dispositivos de grabación de audio y video apuntando a mi casa”.
Los espías bajo el efecto del misterioso fenómeno.
El primer espía tuvo que lidiar con este problema desconocido, y meses después otros dos oficiales de la CIA pasaban por lo mismo. Lógicamente, en la embajada estadounidense empezó a crecer la sospecha de que los agentes de inteligencia estaban bajo ataque.
Conforme se fueron acumulando los casos de personas que experimentaban sensación de presión en la cabeza y ruidos misteriosos, aparecieron algunos indicios que parecían vincularlos a todos. Aunque el primer reporte sobre el Síndrome de La Habana se hizo a finales de 2016, se informó de la mayoría de los casos hasta agosto de 2017.
Además, cada una de esas personas mencionó que estos “fenómenos auditivos y sensoriales” parecían provenir de un punto específico. Cada “ataque” duraba entre 20 segundos y 30 minutos, y algunos refirieron la sensación como aquella que se produce cuando se conduce con la ventanilla del auto abierta. Casi siempre, los afectados se encontraban dentro de un hotel o en sus propias casas. Curiosamente, ninguna otra persona en el lugar percibía estas sensaciones.
De mal en peor.
Con el transcurso de las semanas, las víctimas del Síndrome de La Habana manifestaron síntomas adicionales. Presentaban insomnio, problemas del equilibrio, alteraciones visuales y auditivas, problemas cognitivos, déficit sensorial e intensos dolores de cabeza. Dada la prevalencia de los mareos y el zumbido en los oídos, los médicos concluyeron que el padecimiento dañaba el oído interno.
Los profesionales de la salud que laboraban en la embajada no tenían equipo para diagnosticar y tratar esta clase de lesiones. Así, cada uno de esos pacientes tuvo que regresar a los Estados Unidos para consultar a especialistas.
El Síndrome de La Habana levanta sospechas sobre un ataque.
Fieles a su estilo, los estadounidenses rápidamente sospecharon que los cubanos estaban tras el Síndrome de La Habana. Teorizaron que detrás de estos síntomas e incidentes con sus agentes se encontraba algún dispositivo ultrasónico. Cuando se les preguntó sobre el tema, los cubanos negaron su participación en algún tipo de conspiración contra la embajada.
De hecho, se mostraron dispuestos a colaborar con los estadounidenses para develar el misterio. Así, las sospechas recayeron sobre los rusos. En 2018, el secretario de Estado Rex Tillerson acusó que el Síndrome de La Habana comprendía “ataques deliberados”, y que todo el personal diplomático debía regresar a los Estados Unidos para salvaguardar su integridad física.
Simultáneamente, el FBI profundizaba en los informes de los agentes. Y a medida que avanzaba la investigación, más se convencían de que no tenía nada que ver con ataques ultrasónicos. El informe de la investigación se terminó en 2018, pero vería la luz pública hasta 2021. En una copia del informe ya desclasificado, se detallaba una sorprendente explicación sobre los problemas experimentados por el personal diplomático en Cuba.
La teoría de los grillos.
No tenía nada que ver con dispositivos ultrasónicos o de microondas creados por los rusos. Tal vez los culpables eran los grillos. Y digo tal vez porque el informe no concluyó que estos insectos causaran el Síndrome de La Habana. Más bien ofreció la teoría como una posible explicación. Tras el estudio se encontraba JASON, un grupo de asesoría en temas de seguridad nacional que trabaja con los Estados Unidos desde la Guerra Fría.
En el documento señalaron que hasta un 40% de los incidentes originales probablemente fueron causados por los grillos. Nada que ver con las teorías sobre microondas o dispositivos ultrasónicos, como lo supusieron al principio.
“Ninguna fuente de energía por sí sola es capaz de producir señales de audio o video que desencadenen los efectos médicos informados”, señala el informe. “Consideramos que los sonidos percibidos son de origen mecánico o biológico. Y la fuente más probable es el grillo de cola corta de las Indias”.
En el espectro de sonido, la evidencia percibida que se creía era la causa de los síntomas coincidía con el ruido producido por estos grillos. “El sonido de llamada de esta especie ronda los 7 kHz, provocando en humanos la sensación de un gorjeo agudo y continuo”, detalló Montealegre-Zapata, docente de biología en la Universidad Lincoln, en un artículo publicado en 2019.
El Síndrome de La Habana se esparce por el mundo.
Pese a la evidencia, es importante aclarar que la causa de los síntomas que experimentaron los funcionarios de la embajada estadounidense en La Habana no se identificó de forma concluyente. Sorprendentemente, Cuba no es el único país del mundo donde se han reportado incidencias del Síndrome de La Habana.
Hasta 2021, al menos 130 personas resultaron afectadas por síntomas parecidos en China, otras partes de Asia y Europa. Ese mismo año, se reportaron varios casos del Síndrome de La Habana en Colombia. En este último episodio, todas las personas enfermaron tras visitar la embajada estadounidense en aquel país.
De hecho, en 2022 la administración que preside Joe Biden mostró disposición para recompensar a todos aquellos afectados por el síndrome de La Habana. ¿Y cómo por qué el gobierno estadounidense se haría responsable de algo que no provocó? Bueno, argumentan que estas compensaciones monetarias solo serán para aquellas personas que requirieron un año o más de tratamiento tras la aparición de los síntomas. A cada uno de estos individuos se les entregará casi US$ 200,000. Muy Sospechoso.
Pero entonces el grillo se les metio los oidos o como estuvo?
Suena a que la contrainteligencia les salio en contra.