En muchas áreas rurales del mundo prevalecen extrañas costumbres que, ante ojos de forasteros, parecen amenazantes. A menudo, se trata de tradiciones profundamente arraigadas en los mitos y la cultura del país. Aunque la mayoría adquiere un tono de leyenda al involucrar fuerzas que están más allá de nuestra comprensión, estas historias se toman muy en serio por quienes participan en su creación.
En una zona rural de España, prevalece un mito que ha permeado el imaginario popular y, muy posiblemente, en la propia tierra del lugar. Se habla de una procesión de espíritus que deambula sin rumo buscando nuevas almas que se unan a la marcha. Se le conoce como Santa Compaña y es una antigua tradición arraigada en partes de Galicia, Iberia, Asturias y varias zonas del norte de Portugal.
Orígenes de la Santa Compaña.
Muchos la refieren como la “Procesión de todas las almas” o la “Sagrada compañía de los muertos”. Los orígenes de esta costumbre se remontan a la Edad Media y se pueden rastrear hasta festivales y tradiciones celtas. Estos pueblos antiguos guardan una estrecha relación con ciertas regiones de España. La Santa Compaña varía según la región donde se cuente la leyenda, pero todas adquieren la misma personalidad extraña y macabra.
Esta procesión la integran personas descalzas que cargan campanas y velas. También visten túnicas con capuchas cerradas. Las velas sirven para ver en la penumbra, y las campanas suenan para anunciar su llegada y señalar que todos deben apartarse del camino. Tradicionalmente, la procesión está compuesta por ocho individuos, dispuestos en dos columnas de cuatro. Se trataría de entidades metafísicas, almas en pena condenadas a vagar sin rumbo por la eternidad.
A causa de los numerosos pecados que cometieron en vida, no pueden encontrar el camino hacia la salvación. En una variante de la Santa Compaña, se dice que los espíritus cargan bastones de hueso con los que golpean el suelo para anunciar su llegada. La macabra procesión tiene un característico olor a velas, incienso y putrefacción.
La procesión de los muertos liderada por un vivo.
El líder de la procesión es un vivo que se elige para esta misión según su nivel de religiosidad. Esta persona suele ir al frente sosteniendo una cruz, un sagrario o una Custodia. Lo hace con reverencia, levantando el objeto sagrado cada que alguien se aproxima para demostrar que Dios es superior a todo y a todos. A menudo, la terrorífica escena es acompañada de una densa niebla.
Según el folclore que rodea a la Santa Compaña, el vivo elegido para liderar la procesión camina en un profundo trance. Guiado por fuerzas sobrenaturales que lo obligan a levantarse en medio de la noche, salir de su hogar y comenzar la enigmática procesión. Aunque la Santa Compaña puede suceder en cualquier día del año, la Noche de Todos los Santos y la Noche de San Juan destacan como las fechas más emblemáticas.
El querido de los muertos.
El elegido termina la tarea, olvida lo que sucedió y se sorprende al encontrar su vestimenta cubierta de polvo o lodo del camino mientras regresa a casa. Aunque, en ciertas ocasiones el líder de la procesión es convidado a quedarse en la Santa Compaña para siempre. En estos casos excepcionales la persona se convierte en un “Querido de los Muertos”, una especie de guía al que las almas en pena extienden toda su confianza para que las conduzca a la Redención.
La persona despierta de su trance y la impresión de encontrarse en un lugar desconocido, rodeado de espíritus, es más de lo que puede soportar. En ese instante muere. De hecho, los más supersticiosos consideran que los cadáveres descubiertos al lado del camino son personas que se transformaron en “Queridos”. En el pasado, es probable que el sonambulismo se considerara un trance promovido por los muertos. Igualmente, la creencia del grave peligro que existe al despertar un sonámbulo puede derivar de esta leyenda.
Santa Compaña, una leyenda que inspira temor y respeto.
A causa del aura ominosa de la Santa Compaña, los habitantes de las zonas rurales donde prevalece la leyenda le tienen miedo y respeto. Algunos dicen que cuando la procesión visita un lugar, es un mal augurio de terribles calamidades por suceder. Otros dicen que la Santa Compaña tiene algo que ver con los vientos, las tormentas y los desastres naturales. La ven como antesala del Apocalipsis. Los perros, en particular, ladran incesantemente cuando la fantasmal procesión se hace presente en un pueblo.
La tradición dicta que uno no debe correr si escucha campanas o huele velas encendidas, pues son señales de advertencia de que algo siniestro se aproxima. Recomiendan cerrar los ojos y hacer la señal de la santa cruz en repetidas ocasiones. Quizá percibas el característico olor de la procesión y escuches su marcha, pero mientras mantengas los ojos cerrados, estás a salvo. Pero, si por casualidad abres los ojos estás condenado.
La angustiante visión de la Santa Compaña te dejará loco. Además, si intentas huir los espíritus te marcarán y contraerás una enfermedad que te llevará a la muerte. En cualquier caso, tu alma estará condenada a unirse a la procesión a la que dio la espalda.
Variaciones de la leyenda.
Una variación de la leyenda dice que el líder de la Santa Compaña tiene potestad para tomar el lugar de un espíritu en la formación. Este sacrificio, una de las únicas formas conocidas de poner fin a la procesión y evitar que siga vagando en la oscuridad, solo lo hacen aquellos con una profunda devoción religiosa. En el pasado, la gente evitaba salir de noche y se resguardaban en sus casas por temor a la Santa Compaña.
En el Día de Todos los Santos, era obligatorio mantenerse despierto toda la noche o hacer turnos para rezar rosarios por la salvación de los muertos, pidiendo que sus almas encuentren paz. Otros mecanismos de defensa contra la Santa Compaña difieren de pueblo en pueblo. En algunos se utiliza tiza para dibujar el sello de Salomón en las puertas. Otros prefieren levantar “barreras” con sal gruesa, aceite consagrado e incluso hostias dispuestas en los marcos de las puertas.
Según la sabiduría popular, otra forma efectiva de desviar el rumbo de la Santa Compaña es colocar un gato negro en medio de la calle. Finalmente se recurría al símbolo de la higuera, que debía hacerse con la mano derecha como amuleto de protección.
La Santa Compaña solo viaja por las noches y no se detiene hasta que encuentran un cementerio o los primeros rayos de Sol se vislumbran en el horizonte. Los espíritus susurran, se lamentan y gimen de agonía antes de abandonar su lugar en la procesión. Más tarde, quienes observaron la procesión y fueron maldecidos por la aterradora visión irremediablemente formarán parte de ella. Gracias a esto, la Santa Compaña puede crecer hasta convertirse en una gran reunión de almas en pena, una auténtica muchedumbre de espíritus.