El cuidado de la función cognitiva va mucho más allá de incrementar el coeficiente intelectual. Es una búsqueda constante de aquellas cosas capaces de mejorar la salud mental, reducir el riesgo de enfermedades neurodegenerativas y promover la estabilidad emocional. En este sentido, es relevante considerar un factor fundamental: el tiempo que dedicamos a quejarnos. Aunque no lo creas, quejarse no solo carece de beneficios, sino que puede perjudicar la función cognitiva.
A simple vista, una queja parece una forma inofensiva de descargar frustraciones y buscar empatía. Sin embargo, diversos estudios científicos demuestran que quejarse regularmente puede tener un impacto perjudicial en nuestra función cognitiva. Específicamente hablando, un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford reveló que apenas treinta minutos diarios de exposición a quejas tienen potencial para causar daños en las neuronas del hipocampo. Una región cerebral involucrada con la resolución de problemas y la función cognitiva.
La negatividad de la reclamación crónica perjudica al cerebro.
La negatividad, especialmente cuando se manifiesta mediante una queja crónica, puede incluso reconfigurar el cerebro. El Dr. Travis Bradberry, autor de “Emotional Intelligence 2.0: How to Get Rid of Negative”, postula que la queja condiciona al cerebro hacia la negatividad futura. Es decir, nuestro cerebro se acostumbra a pensar negativamente pues lo considera más fácil. Independientemente de las circunstancias externas. Este patrón, según Bradberry, altera por completo la percepción que los demás tienen de nosotros y merma nuestra función cognitiva.
La forma en que la negatividad reconfigura nuestros cerebros radica en la respuesta de nuestro organismo al estrés y en el fenómeno de la neuroplasticidad. Esto último no es otra cosa que la capacidad del cerebro para establecer nuevas conexiones neuronales en respuesta a nueva información. El estrés crónico es capaz de desequilibrar estos circuitos neuronales, afectando la toma de decisiones, los patrones de sueño y otros aspectos de nuestra vida. Al final, todo esto lleva a una drástica reducción de la función cognitiva.
¿Cómo evitar este problema?
Aunque la queja y negatividad afecten a nuestro cerebro de forma preocupante, hay un atisbo de esperanza para revertir y/o evitar la situación. Un estudio conducido por la Universidad de California encontró que practicar la gratitud regularmente puede reducir significativamente los niveles de cortisol. Esto se traduce en un mejor estado de ánimo y más ganas de hacer las cosas. Algo tan simple como identificar, modificar y sustituir los pensamientos negativos por positivos puede desencadenar una reconfiguración cerebral hacia la positividad. Mejorando así la función cognitiva.
Debemos entender que la función cognitiva no depende únicamente de nuestra genética o educación. Está íntimamente ligada a nuestro estilo de vida y mentalidad. En un mundo donde la queja parece un elemento esencial de la personalidad, es vital comprender el impacto que nuestras palabras y pensamientos tienen en la salud de nuestro cerebro. Entonces, la próxima vez que vayas a desahogarte con una retahíla de quejas, tómate un momento y considera el efecto que esto puede tener en tu cerebro. Algo tan sencillo podría ser justo el impulso de positividad que el cerebro necesita.
“ treinta minutos diarios de exposición a quejas tienen potencial para causar daños en las neuronas del hipocampo”
A menos que trabajes en atencion al cliente no veo como alguien se la pase expuesto a quejas todos los dias
No es fácil