La relación entre los humanos y el color azul ha sido complicada, por decir lo menos. En el pasado, localizar un tinte azul o replicarlo artificialmente era una tarea complicada. En ese aspecto solo lo superó el tinte púrpura, que en la era romana se conseguía sacrificando una especie muy particular de caracoles marinos. Los antiguos egipcios figuran entre las pocas culturas antiguas que fabricaron un pigmento azul (no una aproximación) para emplearlo tanto en la cosmética como en el arte.
En la Edad Media, los europeos producían pintura azul moliendo lapislázuli. Una piedra tan rara que convirtió al azul en sinónimo de estatus y riqueza. En el Nuevo Mundo, una civilización también desarrolló su propio tinte azul: los mayas. Inspirados por ejemplos anteriores basados en una variedad de minerales, los mayas emplearon hojas de índigo y arcilla para producir pintura azul. La arcilla se empleó como una especie de preservante, manteniendo vivo el tinte durante siglos en el inclemente clima tropical.
Aunque la pintura azul de los mayas sobrevivió hasta nuestros días, cierta evidencia sugiere su uso en rituales menos permanentes.
Los sacrificios azules en honor a Chaak.
Aunque su desarrollo no resultó tan extremo como en el Imperio Azteca, los sacrificios estaban muy presentes en la cultura maya. Estos asesinatos rituales, toda una institución, se destinaban a apaciguar la ira de los dioses. Los mayas consideraban que, al saciar la sed de sangre de sus deidades, a cambio recibirían prosperidad. Tradicionalmente, las ofrendas se conducían hasta los altares en las respectivas comunidades y se sacrificaban con una hoja de obsidiana.
Pero rendir pleitesía y agradar al dios de la lluvia, Chaak, requería un protocolo muy particular. Todos los sacrificios en honor a Chaak se pintaban de azul. Los mayas consideraban que este proceso era un símbolo de las propiedades curativas del agua. Algunas veces extraían el corazón de la víctima, pero invariablemente, la arrojaban al enorme cenote Ik Kil junto con piezas de cerámica pintadas de azul.
Hasta la fecha, la investigación en este cenote reveló evidencia sobre 120 sacrificios rituales. Aunque parezcan muchos, dada la prevalencia de los Mayas en la zona se cree que la práctica no era algo rutinario. Probablemente, imploraban a Chaak solo cuando la situación era crítica.
En una excursión, el guía oriundo de esa zona nos decía que al contrario de lo que pensaban los españoles, en los sacrificios existía una creencia tan fuerte de ser «el elegido» que nadie se oponía, al contrario, se enorgullecían de ser los seleccionados para los sacrificios pues con eso traían paz y prosperidad a sus pueblos, algo así como el dios que sacrifica a su hijo y este acepta su destino pues sabe que con eso se perdonan los pecados de todos los seres humanos, y estando en su pasión se alegra de hacer el bien al pueblo de su Dios padre… pero, por alguna razón los conquistadores se hicieron a la idea de que «al contrario de ellos» los del «nuevo mundo» eran personas barbaras, animaladas y despiadadas, (como si en Europa nunca existió la «santa» inquisición) total que ellos cambiaron la idea de que los sacrificios eran el CASTIGO por ser inferiores a el gran pueblo maya, cosa que era mentira porque por ejemplo, en el pok tapok o juego de pelota el sacrificado era el equipo ganador y no como dicen algunos que era el perdedor como castigo.