Júpiter devoró pequeños planetas en su formación

En la mitología romana, el dios Júpiter por poco termina devorado por su padre. El mito dice que Saturno, padre de Júpiter, temía que sus hijos se revelaran contra él. Para evitarlo, decidió comérselos a todos, uno por uno. El único que se salvó de las fauces de Saturno fue Júpiter, gracias a que su madre Ops lo ocultó.

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La diosa envolvió una roca en pañales y la entregó a su esposo para que la devorara. Asegurando que se trataba de su último hijo. Ahora, en una extraña casualidad del destino parece que el planeta Júpiter, nombrado en honor al dios romano, es un auténtico devorador de mundos. En una investigación reciente se reveló que, durante la formación del gigante gaseoso, Júpiter pudo “devorar” un disco planetesimal.

Esta formación de pequeños planetas rocosos habría proporcionado a Júpiter masa suficiente para integrar un núcleo grande y denso.  Eventualmente, creció hasta convertirse en el planeta más grande del Sistema Solar. Parece que aquí aplica el viejo refrán: “hijo de tigre, pintito”.

El devorador de planetas.

Seguramente te preguntas cómo es que un planeta puede “devorar” a otro. Para entenderlo, debemos remitirnos al proceso de formación del planeta. Cuando nace una estrella, a su alrededor se arremolinan cantidades significativas de polvo estelar. La mayor parte de la materia termina atraída por la gravedad de la estrella en crecimiento.

Sin embargo, partes de ese polvo llegan a chocar y adherirse a otros fragmentos. Lentamente, esos cuerpos rocosos acumulan materia y se hacen cada vez más grandes en el espacio. A través de miles de millones de años integran lo que se conoce como disco planetesimal. Y si las condiciones son propicias, pueden llegar a formar un planeta.

Es importante aclarar que no todos los planetas siguen el mismo proceso de formación. Esto depende del tipo de planeta que se origina. Por ejemplo, la Tierra se considera un planeta rocoso por su alta composición de elementos sólidos (especialmente rocas), con una atmosfera relativamente densa.

Por otro lado, están los “gigantes gaseosos”, planetas compuestos esencialmente de diversos gases. Esta clase de planetas, a la que pertenece Júpiter, suelen ser más grandes que los rocosos y ubicarse a mayor distancia de su estrella madre. Solo así alcanzan temperaturas lo suficientemente frías para que los gases se adhieran.

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El secreto en el núcleo de Júpiter.

Esta nueva información sobre la naturaleza devoradora de Júpiter se obtuvo gracias a la misión Juno de la NASA. En 2016, la sonda logró una observación bajo las nubes del gigante gaseoso. De acuerdo con los registros, en el núcleo de Júpiter existe una cantidad sorprendentemente alta de metales pesados.

Algunas estimaciones apuntan a que el 9% de la masa total del planeta se conforma de estos metales. Para los expertos, esto es un indicio de que a la formación de Júpiter aportó un disco planetesimal. A diferencia de lo que sucedería con la colisión de cuerpos rocosos más pequeños, solo los planetesimales tendrían el tamaño suficiente para integrar un núcleo con esa densidad.

Por supuesto, esto sucedió hace millones de años. Actualmente, Júpiter ya no es ese “devorador” de planetas. Sin embargo, la información obtenida en esta investigación nos ayudará a entender los procesos de formación en el Sistema Solar. De hecho, con los nuevos datos algunos científicos empiezan a cuestionarse las ideas establecidas sobre la formación de planetas como Saturno.

Júpiter es un planeta de mucho interés para los humanos. Actualmente existen diversas investigaciones en curso sobre él. Incluida una que busca determinar si la vida pude proliferar en una de las 79 lunas de este gigante gaseoso. Así como un intenso monitoreo por parte del Telescopio Espacial James Webb.

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