La cantidad de elementos presentes en la cultura japonesa puede maravillar a cualquiera. Ocasionalmente, los encargados de realizar traducciones de libros, anime o películas se ven en la necesidad de hacer una pausa para dar razón a determinados elementos, como la comida o creencias. En algunas de estas obras provenientes de Japón hay tal concentración de elementos culturales que es fácil detenerse para admirarlos. Hyakumonogatari Kaidankai es una de las dinámicas lúdicas más interesantes creadas por los nipones, sobre todo porque impulsó la popularidad del terror japonés.
En la actualidad, que el cine de terror posea un número tan alto de seguidores se debe a que juega con nuestras emociones más primitivas de forma segura. Proporciona esa dosis de adrenalina sin tener que recurrir a lastimarnos o exponernos al peligro. Es una tradición que venimos heredando desde hace muchos siglos, mediante la transmisión oral de las historias de fantasmas. ¿Quién nunca ha escuchado una historia sobre La Llorona? Son algo muy típico en zonas rurales, donde la superstición es fuerte y predomina una atmósfera de amenaza a lo desconocido.
Al igual que los occidentales, los asiáticos han integrado en su cultura un poderoso lado espiritual. Sin embargo, el terror japonés que Occidente conoció gracias a películas como El aro no siempre estuvo tan arraigado. El romance entre Japón y el terror inició con un misterioso “juego” de 100 velas y 100 historias de terror que se contaban en grupo.
El origen del Hyakumonogatari Kaidankai.
Se desconoce el origen preciso de esta dinámica; sin embargo, los registros más antiguos sugieren que se desarrolló como una especie de prueba seria que los samuráis debían superar para demostrar valentía. En 1660, Ogita Ansei publicó un libro titulado Tonoigusa (Cuentos infantiles) donde aparece una ilustración de un grupo de samuráis ejecutando el ritual.
En este fragmento del libro se relata la historia de un grupo de guerreros que se reunió una noche para realizar el Hyakumonogatari Kaidankai (Un comprendido de cien cuentos sobrenaturales). A medida que transcurría el tiempo y las historias de terror, la tensión en el grupo aumentaba. En determinado momento, los guerreros fueron sorprendidos por una mano gigantesca que se apareció en la habitación.
Desenfundaron las espadas y se prepararon para defenderse; sin embargo, descubrieron que se trataba de una sombra enorme generada por una pequeña araña que pasó cerca del fuego, provocando que los samuráis que se asustaron se volvieran los hazmerreíres del grupo.
Guía para el perfecto ritual de terror.
La versión más antigua del Hyakumonogatari Kaidankai era mucho más complicada y no se parecía nada a un juego o broma. De hecho, no era algo improvisado y requería de ciertos preparativos. Para que todo sucediera según lo planeado, los participantes debían corroborar que se cumplían estos requisitos, por lo que se consideraba más un ritual que un juego.
Tradicionalmente, los japoneses iluminaban sitios oscuros con lámparas de papel y bambú denominadas andon, cuya luminosidad era proporcionada por un recipiente con fuego al interior. Las hay en todas las formas y tamaños, desde pequeñas que pueden colocarse en las paredes para iluminar pasillos o escaleras, hasta las más grandes que iluminan habitaciones enteras.
Originalmente, los andon fueron las primeras fuentes de luz empleadas en el Hyakumonogatari Kaidankai. Se requería un centenar de estas lámparas forradas con papel azul para proporcionar el ambiente fantasmagórico ideal.
Pero no era el único requisito, pues también se exigía que fuera en una noche de luna nueva, de forma que la iluminación solamente proviniera de los andon en un ambiente sombrío. Además, se requerían tres habitaciones en forma de L conectadas entre sí: en la primera estarían los participantes totalmente a oscuras, la segunda estaría vacía y sin iluminación, mientras en la tercera se colocarían los andon en torno a un recipiente con agua que hiciera las veces de espejo.
La meca de las historias de terror.
La dinámica requería que los participantes contaran historias extrañas o sobrenaturales. Mientras tuviera terror, la naturaleza de estas historias pasaba a segundo término. Se decía que, con cada historia relatada, el ente protagonista se materializaba y empezaba a rondar la habitación. Entonces, a medida que las historias avanzaban el lugar se iba llenando de estos seres.
Cuando un participante finalizaba la historia, se ponía de pie y se dirigía a la sala iluminada para apagar un andon. Después, veía el reflejo del agua para constatar que no hubiera algún espíritu en la sala. Regresaba a su lugar y los demás podían seguir contando historias.
Al apagarse el último andon, se dice que los participantes reciben la visita de Aoandon y sucede algo terrible. Imagina al participante responsable por contar la última historia, teniendo que dirigirse a apagar la última fuente de luz para después observar el espejo de agua y encontrar allí una sorpresa.
Japón y su romance con el terror.
Con el paso de los siglos y, pese a la evolución de la cultura, las historias de terror se fueron integrando a muchos aspectos de la vida cotidiana en Japón. Cuando los chinos promovieron sus avances en la imprenta, los libros de hicieron más accesibles al igual que la impresión de los textos más variados. Mientras el Hyakumonogatari Kaidankai seguía exigiendo historias, más libros se escribían.
Durante el siglo XVII, el fenómeno de escribir estos relatos se popularizó entre los jóvenes de la clase alta. A medida que conseguían libros, se emocionaban contando las historias y la práctica hizo mucho bien a la tradición del Hyakumonogatari Kaidankai. Sin embargo, fue también en esta época que empezó a modificarse el ritual pues, además los asustador, el ritual era muy laborioso y empezaron a surgir variaciones.
La versión moderna del Hyakumonogatari Kaidankai.
En nuestros días, el ritual es completamente distinto al original. La práctica suele requerir de una habitación en la que se coloca un espejo o recipiente con agua al centro. También son necesarias cien velas encendidas esparcidas por el lugar y, sólo entonces, los participantes empiezan a narrar las historias. Los presentes deben ir vestidos de azul y el juego debe llevarse a cabo después de la media noche. Al final de cada historia, el narrador debe apagar una de las velas, ir al centro de la habitación y ver su reflejo en el espejo.
Se dice que si alguien sale de la habitación andes de que termine el centenar de historias, todos los seres que fueron liberados en los relatos pasarán a atormentar al desertor. Es algo común que estas sesiones no lleguen hasta el final, pues llega un momento en que se hace tedioso o los participantes se quedan sin historias. Por eso, el escenario más tradicional implica no llegar al final del juego pues es cuando aparece el Aoandon. Los participantes sólo deben esperar a que amanezca y los seres se irán del lugar.
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