Historias de un rescatista en el Servicio Forestal – Parte III

Una vez más, especificaré algunas cosas que son de la incumbencia de todos, para después pasar a las historias. Redactaré todo aquello que puedo recordar, así como las historias de mi amigo. Una vez aclarado esto, resolveremos algunas de las dudas más comunes que han surgido.

Mujer fanstama en el bosque

Desafortunadamente, no me siento cómodo revelando el lugar exacto donde trabajo. De hecho, algunas de las cosas que he contado pueden perjudicarme e incluso provocar mi despido, así que lo mejor será no hablar sobre esto. Puedo decir que me encuentro en los Estados Unidos, en una zona donde existe una vasta región salvaje. Hablamos de miles de hectáreas de bosque, una sierra y varios lagos.

Creo que la mayoría tiene un interés especial por las escaleras y, por suerte, hay una historia de mi amigo que los dejará más interesados. Hablaré sobre esto al final de la publicación. He pensado en hablar seriamente sobre el tema con mi supervisor pero, siendo honestos, no quiero arriesgar mi empleo. Sin embargo, uno de mis antiguos superiores ya no trabaja para la institución, y posiblemente tenga disposición a hablar conmigo. Nos veremos en unos días, y entonces podré informarles lo que sucedió.

 

Ahora, vayamos a las historias:

 

Una serie de trágicos eventos.

La primera sucedió en una época donde recién había terminado el entrenamiento y todavía era muy inexperto en todo. Antes que me dieran este puesto trabajaba como voluntario, por lo que tenía ciertas nociones de lo que me esperaba. Pero en estas llamadas tu función principal es buscar a individuos perdidos una vez de los veteranos han encontrado alguna pista. Como un oficial del servicio de rescate, recibes toda clase de llamadas, desde picaduras de animales hasta ataques cardíacos.

Este caso sucedió muy temprano, se trataba de una joven pareja que recorría unas brechas que pasan junto al lago. El esposo estaba totalmente fuera de sí y no pudimos averiguar lo que estaba sucediendo. Se escuchaban los gritos de la mujer al fondo y al hombre implorándonos que fuéramos por ella inmediatamente.

Cuando llegamos al lugar lo vimos sosteniendo a su esposa, y la mujer tenía algo en los brazos. Ella gritaba de forma aterradora, casi como un animal salvaje, mientras él no paraba de llorar. Desesperadamente nos decía que lo ayudáramos, que llamáramos a una ambulancia. Evidentemente una ambulancia no puede llegar hasta esas brechas, así que le preguntamos si su esposa necesitaba asistencia o podía caminar por su cuenta. Entre toda su histeria, logró decirnos que la mujer necesitaba ayuda.

Mientras uno de los veteranos intentaba tranquilizarlo, caminé hacia ellos y le pregunté a la esposa lo que estaba pasando. La mujer se balanceaba, sosteniendo algo y gritando sin parar. Me agaché un poco y distinguí que aquello que estaba sosteniendo se encontraba cubierto de sangre. El corazón se me detuvo cuando vi que sostenía frente al pecho un sling portabebés. Le solicité que me dijera lo que estaba sucediendo y gentilmente retiré los brazos para observar lo que protegía. Se trataba de un bebé, evidentemente sin vida. Uno de los laterales de su cráneo estaba hundido y presentaba múltiples arañones en la cara. Había visto cadáveres antes, pero en esa ocasión algo me afectó profundamente.

Espantapajaros calavera bruja bosque

Me llevó un poco recomponerme, me levanté y fui con uno de los veteranos que estaba de pie. Le mencioné que se trataba de un niño muerto, se limitó a darme un pequeño golpe en el hombro y me dijo que me hiciera cargo de la situación. Nos tomó más de una hora lograr que la mujer soltara al niño. Cada vez que intentábamos alejarlo de ella, se volteaba y nos decía que no podíamos arreglarlo, que estaría bien si la dejábamos sola y le permitimos cuidarlo.

Eventualmente, uno de los veteranos logró tranquilizarla y nos entregó el cuerpo. Lo llevamos hasta urgencias, pero cuando los paramédicos los analizaron nos dijeron que no había forma de salvar al bebé. Había muerto inmediatamente por el trauma en la cabeza.

Tenía amistad con una de las enfermeras en el hospital, y tiempo después me relató lo que sucedió. La pareja caminaba con el bebé por una zona rocosa, y se detuvieron pues el niño empezó a agitarse. El padre tomó al niño y lo llevó cargando. La madre caminaba a su lado, hasta que pisó en falso y tropezó. La mujer cayó sobre el hombre, y éste dejó caer al bebé.

El niño terminó cayendo aproximadamente 6 metros por un barranco e impactándose con las piedras en el fondo. El padre bajó y tomó al niño, pero había caído de cabeza. Hacía tres meses que aquel niño había cumplido un año. Evidentemente se trató de un accidente, una serie de coincidencias que terminaron de la peor forma posible. Probablemente esta es una de las llamadas más terribles en las que me ha tocado participar.

 

Un rescate hilarante con un alce.

En el tiempo que llevo como oficial de rescate no he presenciado muchos ataques de animales, sobre todo porque no hay muchos animales que se acerquen a esta área. Aunque hay osos, tienden a alejarse de los humanos y los avistamientos son algo muy raro. La mayoría de los animales que puedes encontrar por estos lugares son pequeños: mofetas, zorros o mapaches.

Sin embargo, frecuentemente nos encontramos con alces. Y, déjenme les digo, los alces son animales muy desagradables. Suelen perseguir cualquier cosa por cualquier motivo, y Dios te ayude si llegas a interponerte entre una hembra y su cría. Una de las llamadas más hilarantes que me tocó atender fue la de un sujeto que había sido perseguido por un alce macho realmente grande y lo había acorralado en la copa de un árbol.

Alce en el bosque

Nos tomó casi una hora rescatarlo, y cuando finalmente tocó el suelo lo primero que hizo fue mirarme y decir: «Por Dios, de cerca esas malditas cosas son gigantes». No creo que se trate de una historia aterradora, pero todavía nos sigue provocando risa.

 

Solo en el bosque.

No sé cómo pude pasar por alto esta historia pero es, por mucho, la cosa más aterradora que me ha sucedido. Creo que intenté olvidarlo durante tanto tiempo que simplemente no se me vino a la mente de inmediato. Cuando eres una persona que literalmente pasa todo el tiempo en el bosque, jamás quieres desarrollar miedo de estar solo, o quedarte en el medio de la nada.

Por eso, cuando tienes una experiencia de esta clase lo mejor es olvidarla y seguir adelante. Hasta ahora, esto es lo único que me ha hecho considerar buscar otro trabajo. No me gusta mucho hablar sobre esto, pero daré lo mejor de mí para recordarlo todo.

Aconteció a finales de la primavera. Se trataba de la típica llamada de un infante desaparecido: una niña de aproximadamente 4 años que se había alejado del campamento de la familia y hacía dos horas que no tenían noticias de ella. Sus padres estaban completamente desesperados y nos dijeron lo que la mayoría dice en estos casos: «Mi hija jamás se alejaría, nunca sale sola, nunca había hecho algo así«. Les garantizamos a los padres que haríamos todo lo que estuviera en nuestras manos para localizarla, así que nos desplegamos en una formación estándar de búsqueda.

Hice equipo con un buen amigo y conversábamos mientras explorábamos el lugar. Yo sé que esta actitud parece algo insensible, pero después de tantas situaciones de esta clase los rescatistas simplemente nos desensibilizamos. Se vuelve una rutina, y hasta cierto punto creo que perder la sensibilidad es imprescindible para mantenerse en el trabajo.

Neblina

Buscamos durante dos horas, yendo mucho más allá de donde pensábamos podía estar. Salimos de un pequeño valle cuando algo nos hizo parar. Nos quedamos congelados y nos miramos uno al otro. Mis oídos se pusieron alerta, y experimenté una extraña sensación de despresurización, como si hubiera caído 3 metros. Empecé a preguntarle a mi amigo si también lo había sentido, pero antes que pudiera terminar la oración, escuchamos el sonido más alto que hayamos experimentado en nuestras vidas.

Era como si un tren de carga pasara directamente por nosotros, pero se trataba de un sonido que venía de todas las direcciones al mismo tiempo, incluso de arriba y del suelo. Me gritó algo, pero no pude escucharlo entre aquel ruido ensordecedor. Evidentemente aterrados, inspeccionamos el lugar intentando encontrar la fuente del sonido, pero ninguno vio nada.

Claro, la primera cosa lógica que se me vino a la mente fue un deslizamiento de tierra, pero no había peñascos cerca, y aunque lo estuviéramos, el alud nos hubiera alcanzado. El sonido siguió, intentamos comunicarnos, pero no podíamos escuchar nada además de ese ruido.

Entonces, tan repentinamente como inició, se detuvo como si alguien hubiera presionado un interruptor. Durante un segundo todo el ambiente se quedó en completo silencio, y poco a poco los sonidos del bosque fueron emergiendo. Nos preguntábamos que demonios acababa de suceder, pero simplemente nos encogimos de hombros y nos quedamos parados allí durante un largo rato.

Pregunté por radio si alguien había escuchado el fin del mundo, pero nadie más fue testigo, a pesar que estábamos a una distancia mínima de los demás equipos. Mi amigo y yo simplemente continuamos. Aproximadamente una hora después, todos establecieron comunicación con radio pero nadie encontró a la pequeña.

No es común que hagamos búsquedas cuando oscurece, pero algunos decidimos continuar, incluyendo mi amigo y yo. Nos mantuvimos juntos y llamábamos a la pequeña por su nombre cada minuto.

Hasta ese momento todavía tenía la esperanza de encontrarla pues, aunque no me agradan mucho los niños, la idea de que se queden solos en la oscuridad es algo horrible. El bosque puede ser intimidante para los niños durante el día, pero de noche es algo completamente diferente. Pero no encontramos ninguna señal de la pequeña, y alrededor de la medianoche decidimos regresar al punto de encuentro. Nos encontrábamos aproximadamente a mitad del camino de regreso cuando mi amigo se detuvo y encendió la linterna, apuntándola hacia la derecha en dirección a un grupo de árboles secos. Le pregunté si había escuchado algo y me indicó que me quedara en silencio un momento. Así lo hice, y a la distancia pude distinguir lo que parecía el llanto de un niño.

Bosque tenebroso al anochecer

Gritamos el nombre de la niña y esperamos algún tipo de respuesta, pero el llanto simplemente se hizo más débil. Seguimos caminando, llamándola por su nombre en repetidas ocasiones. A medida que nos aproximábamos a la fuente del llanto, empecé a sentir algo extraño en mi estómago, y le dije a mi amigo que algo no andaba bien. Él también experimentaba aquella sensación extraña, pero no pudimos descubrir lo que era.

Nos detuvimos, y una vez más llamamos a la pequeña por su nombre. En ese mismo instante, ambos nos dimos cuenta. El llanto era un bucle. Se trataba del mismo llanto fuerte y corto, después el gemido y un llanto contenido repetido una y otra vez. Era exactamente el mismo, no variaba ni siquiera un poco, y sin decir una sola palabra ambos empezamos a correr.

Aquella fue la única vez en que perdí la compostura de esa forma, pero nuestro instinto nos dijo que aquella situación era tan mala que ninguno se quiso quedar a averiguar. Cuando regresamos al punto de reunión, preguntamos si alguien más había escuchado algo extraño, pero nadie sabía de lo que estábamos hablando.

Esto parecerá un anticlímax, pero aquella llamada me perturbó durante mucho tiempo. Sobre la niña, jamás encontramos rastro alguno. Siempre la recordamos, de la misma forma que recordamos a todas esas personas que nunca llegamos encontrar pero, sinceramente, dudo que alguna vez demos con su paradero.

 

Los “rastros” de los desaparecidos.

Entre las llamadas de personas desaparecidas que me ha tocado atender, son pocas las que desaparecen por completo, es decir, situaciones donde no se encuentra rastro alguno de la persona o su cadáver. Sin embargo, ocasionalmente encontrar un cadáver termina llevando a crear más preguntas que respuestas. Aquí están algunos de los cadáveres que hemos descubierto:

  • Un adolescente cuyo cuerpo fue recuperado casi un año después de su desaparición. Encontramos la parte superior del cráneo, los huesos de un dedo y una cámara fotográfica casi a 40 km de dónde lo vieron por última vez. Desafortunadamente, la cámara estaba totalmente destruida.
  • La pelvis de un anciano que había desaparecido un mes antes. Eso fue todo lo que pudimos encontrar.
  • Un maxilar inferior y el pie derecho de un niño de 2 años en la parte más alta de un pico al sur del parque.
  • El cadáver de una niña de 10 años que padecía síndrome de Down a casi 35 km del lugar donde desapareció. Murió de hipotermia aproximadamente 3 semanas después de su desaparición y toda su ropa estaba intacta, excepto por sus zapatos y la chamarra. Cuando se le practicó la autopsia se encontraron diversas frutas y carne cocida. El médico legista señaló que aparentemente alguien había cuidado de ella antes de morir. No hubo sospechosos.
  • El cadáver congelado de un bebé de aproximadamente un año de edad. Lo encontraron en el tronco hueco de un árbol aproximadamente una semana después y a unos 15 kilómetros del área donde lo vieron por última vez. En su estómago encontraron leche fresca, pero le habían arrancado la lengua.
  • Una sola vértebra y la rótula derecha de una niña de 3 años, localizada entre la nieve a casi 30 kilómetros del campamento que su familia había instalado el verano anterior.

 

Subiendo por las escaleras.

Ahora contaré algunas de las historias de mi amigo. Le comenté que están interesados en saber un poco más sobre las escaleras, y hoy están de suerte: él tuvo una experiencia más interesante con estos objetos. Aunque no tenga una explicación lógica para su presencia en el bosque, ciertamente sabe más sobre esto que yo.

Este amigo trabajó como oficial de rescate durante aproximadamente 7 años, iniciando cuando todavía era muy joven y aún asistía a la universidad, su primer encuentro con estas escaleras fue muy semejante al mío. Su instructor le indicó casi lo mismo que la mía, «no te acerques, no las toques y no subas». Durante el primer año siguió estas indicaciones al pie de la letra pero, después de tanto tiempo en el bosque, su curiosidad aumentó y en una de las llamadas se separó del grupo de búsqueda y fue a una de estas escaleras.

Idilico paisaje en el bosque

Se encontraba aproximadamente a 15 kilómetros del camino de donde una adolescente había desaparecido, y los perros seguían un rastro. Estaba solo, alejándose paulatinamente del grupo principal, cuando divisó un grupo de escaleras a la izquierda de una brecha. Parecían pertenecer a una casa nueva, pues estaban forradas con un tapete limpio y blanco. Me contó que al acercarse no sintió nada diferente ni escuchó algún sonido extraño.

Esperaba que algo malo le sucediera, que le empezara a brotar sangre de los oídos, pero se sintió bien al lado de esta estructura y no percibió nada extraño. La única cosa que no cuadraba era que no había absolutamente ningún tipo de suciedad en los escalones. No pudo observar polvo, hojas, algún tipo de huella, nada.

Además que no parecía haber signos de algún tipo de actividad animal en esa área particular, lo que parecía bastante inusual. No se trataba de que los animales estuvieran evitándolas, era como si estuviera ubicada en una zona estéril del bosque.

Tocó las escaleras y no sintió nada, excepto esa sensación pegajosa de un tapete recién desempacado. Certificó que su radio estuviera funcionando y lentamente empezó a subir las escaleras. Estaba aterrado debido al estigma que rodeaba a estas estructuras y por la incertidumbre de lo que pudiera suceder allá arriba. Bromeó diciendo que una parte de él esperaba ser teletransportado a otra dimensión, y la otra que algún OVNI llegara para abducirlo.

Llegó al último escalón y se quedó parado mirando alrededor. Pero, entre más permanecía allí, mayor era la sensación de que estaba haciendo algo realmente equivocado. Describió la sensación como la angustia que se siente al ingresar a un edificio gubernamental donde se supone no tienes permitido ingresar. Como si alguien estuviera a punto de arrestarlo o tirársele encima en cualquier momento. Intentó alejarse, pero ese sentimiento se hizo cada vez más fuerte, y entonces se dio cuenta que ya no podía escuchar nada.

Rata muerte en el bosque

Los sonidos del bosque desaparecieron por completo, ni siquiera podía escuchar su propia respiración. Lo único que percibía era una especie de zumbido extraño, horrible y opresivo. Retrocedió y se integró de nuevo a la búsqueda, sin mencionar lo que había sucedido. Pero lo más extraño vino a continuación.

Su inspector lo estaba esperando en la base después que la búsqueda del día terminó, acorralándolo antes que pudiera retirarse. Lo veía con intensa ira, y le preguntó cuál era su problema. «¿Subiste ahí, verdad?». Mi amigo le dijo que se trataba de una pregunta vaga, y le preguntó cómo se había enterado. El entrenador se limitó a mover la cabeza y le dijo «porque no la encontramos. Los perros le perdieron el rastro». Mi amigo le preguntó qué tenía que ver con lo que había hecho. El inspector evadió la respuesta y le preguntó por el tiempo que había pasado arriba de la escalera, a lo que mi amigo respondió que más de un minuto.

El inspector le lanzó una mirada realmente terrible, y le advirtió que si volvía a subir por una escalera sería despedido de inmediato. Finalmente su superior se alejó, y creo que jamás llegó a responder las numerosas preguntas que mi amigo le hizo desde entonces.

 

Abrazados.

Este amigo participó en muchos casos de personas desaparecidas, donde jamás se encontró un solo rastro. Yo le mencioné el nombre de David Paulides, y me dijo que personalmente puede confirmar que la mayoría de sus historias son verdaderas. También mencionó que, en la mayoría de los casos, si la persona no se encuentra de inmediato jamás volverá a aparecer, o serán descubiertas semanas, meses e incluso años más tarde en sitios a donde jamás podrían haber llegado.

Uno de los relatos que me contó se destaca de forma especial entre el resto, la desaparición de un pequeño de 5 años que padecía una grave deficiencia mental.

Este niño desapareció en una zona donde suelen hacerse días de campo a finales del otoño. Además de su deficiencia mental, también tenía discapacidad física, y sus padres nunca se cansaron de explicar que era imposible que hubiera desaparecido por su cuenta. Alguien lo había raptado. Mi amigo me contó que buscaron a este niño durante semanas, explorando mucho más allá de los límites aceptables, pero era como si nunca hubiera estado en ese lugar.

Bosque camino hadas

Los perros no pudieron encontrar su olor por ningún lado, ni siquiera en el área donde había tenido lugar el día de campo y donde aparentemente desapareció. Todas las sospechas se enfocaron en los padres, pero al poco tiempo quedó bastante claro que estaban profundamente devastados y no habían hecho nada siniestro con su hijo.

Un mes después se concluyeron los esfuerzos de búsqueda, y para el invierno básicamente todo mundo se había olvidado del tema. Mi amigo se encontraba realizando un entrenamiento en la nieve, en uno de los picos más altos de la zona, cuando descubrieron algo semienterrado.

Al acercarse, notaron que se trataba de una camisa congelada sobre la nieve. Inmediatamente la reconoció como una pertenencia de aquel niño desaparecido, pues tenía un detalle distintivo. Aproximadamente a 20 metros de distancia descubrieron el cuerpo del pequeño, recostado y parcialmente sepultado entre la nieve.

Mi amigo me contó que el niño había muerto hacía apenas algunos días, aunque su desaparición se había reportado desde hacía cuatro meses.

El niño estaba abrazando algo, y cuando mi amigo retiró la nieve para ver de lo que se trataba, me contó que no podía creer lo que estaba viendo. Era un enorme trozo de hielo, esculpido de forma grotesca para aparentar ser la figura de una persona. El niño se había aferrado tan fuerte a este hielo que sus manos y el pecho se habían congelado por completo.

Hombre misterioso en el caminoi de un bosque

Avisó al equipo por radio y retiraron el cuerpo de la montaña. Cuando hizo la recapitulación de la historia, concluyó que no había forma de que el niño hubiera sobrevivido durante esos meses por cuenta propia y mucho menos llegar hasta esa montaña solo. No había forma de que este niño hubiera podido recorrer casi 80 kilómetros y terminar en la cima de una montaña.

Para empeorar el caso, la autopsia no encontró nada en su estómago o colon, ni siquiera rastros de agua. Era como si, según mi amigo, el niño hubiera sido tomado de la tierra y arrojado sobre esa montaña meses después, para dejarlo morir en el frío. Jamás logró superar aquella llamada.

 

El grito de los pumas.

La última historia de mi amigo que compartiré sucedió hace relativamente poco, hace apenas algunos meses.

Se encontraban realizando una búsqueda de pumas, pues a últimas fechas se han tenido varios reportes de estos animales. Nuestro trabajo implica explorar las áreas donde estos animales han sido vistos para garantizar que, si tienen presencia en la zona, se advierte a la población y se cierran esos caminos.

Silueta entre los arboles

Se encontraba solo en una parte bastante boscosa del parque cuando estaba a punto de anochecer y escuchó lo que parecía el grito de una mujer a la distancia. Tal vez no lo sepan, pero cuando un puma grita se parece bastante al sonido que produce una mujer siendo asesinada de forma brutal. Es algo inquietante, pero nada anormal.

Mi amigo tomó el radio y avisó a los otros oficiales que había escuchado al puma, e intentaría determinar su territorio. Volvió a escuchar los gritos del animal en otras ocasiones, siempre desde el mismo punto, y así logró determinar el área aproximada de su territorio en la montaña.

Se disponía a regresar cuando escuchó otro grito, esta vez a tan sólo unos metros de él. Evidentemente, se volvió loco y empezó a correr mucho más rápido, pues lo último que uno quiere en el bosque es encontrarse con un puma. Cuando se encontraba a dos kilómetros de la base, los gritos se detuvieron y paró a ver si el animal lo había seguido.

En ese momento prácticamente era de noche, pero me contó que a la distancia, antes de que el camino hiciera una curva, le pareció ver la silueta de un hombre. Gritó, advirtiéndole que los caminos habían sido cerrados y que debía regresar al acceso del parque.

El hombre se quedó parado en el lugar, y mi amigo comenzó a ir en su dirección. Cuando se encontraba a unos 10 metros, esta figura, tal y como mi amigo lo describió, «dio una zancada imposiblemente larga» en su dirección y liberó el mismo grito que lo había perseguido antes. Mi amigo ni se molestó en decir algo, simplemente volteó y regresó corriendo a la base sin mirar atrás.

No le contó de esto a nadie, simplemente informó que había un puma en la zona y debían cerrar el área hasta que el animal fuera localizado.

Dejaré esto aquí, pues ya se transformó en otro texto interminable. Mañana temprano iré a un entrenamiento anual, así que el próximo jueves espero traerles más historias. Me encontraré con varios instructores y amigos de otras épocas que tal vez tengan historias para compartir.

 

Parte I
Parte II
Parte III
Parte IV
Parte V
Parte VI
Parte VII
Final

8 comentarios en “Historias de un rescatista en el Servicio Forestal – Parte III”

  1. Con cada entrega van perdiendo calidad las historias del rescatista y con cada entrega tambien se va muriendo mi esperanza de que toda la paja y cosas sin trascendencia formen parte de un final soprendente que incluya todo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *