Historias de un repartidor de pizza (parte II)

Antes de continuar relatando algunas cosas extrañas que me han pasado trabajando como repartidor de pizzas, creo que debo aclarar algunos detalles que me han comentado. En lo que respecta a las entregas de hasta 50 km, el administrador del establecimiento hace un cargo extra escalonado. Por ejemplo, si estás a 50 km de distancia, te costaría $20 dólares extra (la gran mayoría es para mí, mientras que la tienda se deja un poco) que te llevemos esa pizza hasta tu casa.

paisaje canadá

El precio puede parecer exageradamente alto, pero creo que a mucha gente realmente le encanta la maldita pizza como para pagarlo sin decir nada. También tenemos sacos térmicos que mantienen la pizza caliente en los trayectos largos.

Sobre el hecho de meterme a la casa de las personas, el administrador nos autoriza pero es totalmente a discreción. Si nos parece, perfecto, nos permiten hacerlo. Algunos de los clientes más frecuentes están postrados en cama, por lo que pararse e ir hasta la puerta supondría un suplicio para ellos. Además, si les llevamos la pizza hasta la cama generalmente ofrecen mejores propinas. ¿Entonces, por qué no hacerlo?

Algunos se mostraron decepcionados de que no haya ingresado a la casa la otra noche, pero les diré la verdad: tenía mucho miedo, estaba legítimamente aterrado. Cualquiera que haya sido la propina no justificaba el peligro que supuso estar allí.

Una vez explicado esto, me encantaría compartir con ustedes algunas de las cosas más extrañas que me suceden frecuentemente. No sé si otros repartidores en otros lugares del mundo tengan los mismos problemas, pero en el norte de Canadá abundan las cosas espeluznantes. De ninguna forma me considero una persona supersticiosa, pero algunas de las cosas que he visto simplemente no tienen explicación.

Antes de que alguien me acuse de mentiroso diciendo que soy el único aquí que experimenta estas cosas, debo decirles que no. A otros repartidores les sucede lo mismo y algunos terminan los turnos realmente desconcertados por las cosas que experimentan. Conozco a un sujeto que siempre lleva una lámpara cuando hace entregas de noche pues le tiene un miedo irracional a la oscuridad después de algo que le pasó, jamás quiso dar detalles de lo ocurrido. Estas cosas son dolorosamente reales, aunque no puedo enfatizarlo como quisiera.

Hace algunos meses, allá por diciembre, estaba trabajando el último turno (10pm-5am) y mi sector de entrega en su mayoría se ubicaba en las afueras de la ciudad a través de las colinas y un poco más al norte. Cuando diciembre empezó en Canadá tuvimos alrededor de seis pulgadas de nieve y solo las autopistas y arterias principales estaban despejadas correctamente. Conducir por las demás carreteras era una especie de suicidio si no se hacía con el equipo y la experiencia adecuada.

Afortunadamente el automóvil es de tracción total, contamos con neumáticos para nieve y cadenas en caso de que el camino se ponga muy mal, además que soy uno de los conductores más experimentados. Como soy uno de los pocos repartidores con un vehículo de estas características, me solicitaron que hiciera una entrega justo en el límite de nuestra área de cobertura, a unos 45 km de la sucursal. Dado que el tiempo estaba realmente horrible, llamé al número del cliente a mitad de camino para confirmar la dirección y saber si aún querían la pizza. Obtuve autorización de lo que me pareció una anciana carismática, así que volví a la carretera (no sin antes llevarme un café, por supuesto).

Justo después que atravesé los límites de la ciudad, noté algo que me puso los pelos de punta: todas las luces, incluso las luces de la carretera, estaban apagadas. Supuse que se debió a algún apagón por la tormenta y llamé al jefe para confirmarlo. Confirmando que se trataba de un corte de energía en toda la región, creí que lo mejor era llamar a la señora. En un intento por reducir un poco la apatía y aumentar la propina fui lo más amable posible. “Hola, habla su repartidor. Me informan que hay un corte de energía y me preguntaba si aún quería su pizza a pesar de estas terribles condiciones”. La anciana respondió nuevamente: “hola querido, no creí que aún fueran a entregarla. Qué excelente servicio el tuyo y de la compañía. Si puedes traérmela hasta aquí realmente haré que valga la pena. Tengo un generador de respaldo en casa así que no debería ser difícil que la encuentres. Por favor, tómate tu tiempo el clima está horrible”.

A sabiendas de que había pescado una propina sustancial, puse las intermitentes y seguí sobre la carretera. Una de las cosas que es necesario que entiendan es el grado de oscuridad que había en ese momento. Dado que era media noche y no había ninguna farola encendida, lo único que iluminaba el camino eran los mediocres faros de mi auto. Además nevaba muy fuerte. Como referencia, mi campo de visión era exactamente como la siguiente imagen.

nieve y oscuridad

Si el auto se apagaba o los faros fallaban estaba completamente jodido. Por suerte para mí, ninguna de estas dos cosas sucedió, pero pasó algo peor.

A unos 10 km de lo que pude asumir era un camino sucio a través de las montañas de nieve en el medio de la nada me crucé con un auto en el medio de la carretera con las intermitentes encendidas. El carro estaba en diagonal sobre el camino, y siguiendo las marcas de las llantas pude notar que había intentado detenerse bruscamente hasta perder el control. Estacioné cerca y salí del auto, intenté inspeccionar la escena.

Al moverme unos 20 metros en torno al auto no pude ver ninguna señal de vida, y noté que la puerta del conductor había quedado abierta por lo que empezaba a acumularse nieve en el interior. Pero lo que más me alarmó fueron los rastros de sangre sobre toda la puerta y parte del volante. Una vez que retiré la nieve acumulada en el interior quedó claro que había ocurrido un accidente bastante brutal en ese lugar, pues había abundante sangre en todo el lado del conductor.

La primera reacción que tuve fue llamar al 911 y solicitar una ambulancia. Saqué el teléfono celular y protagonicé la escena más cliché de todas: no había servicio. “Obviamente no está disponible el maldito servicio”, grité, “estoy en el jodido trasero del mundo”.

Una vez que pasó mi pequeña crisis de ira, decidí ver si había alguna pista o indicio que me condujera a la persona herida. En este punto me había olvidado por completo de la entrega y mi único objetivo era ayudar a cualquiera que se hubiera accidentado en el maldito trasero del mundo. La posibilidad de que otro auto pasara por aquí era nula, así que yo era el único que podía hacer algo. Usando mis habilidades de repartidor-detective pude concluir algunas cosas:

  1. Esta persona, evidentemente, chocó contra algo muy, muy grande, quizá un alce o un oso enorme. El frente del carro estaba casi totalmente hundido y las dos ruedas delanteras apuntaban en direcciones opuestas. No había forma de que esta cosa hubiera ido a otra parte. Basado en mi experiencia pasada, en realidad no pude imaginar a ningún ser que pudiera provocar un daño como este en un auto.
  2. Al ver un pequeño rastro de sangre en dirección a la carretera, creí que probablemente se fue caminando en busca de ayuda.

Aquí fue donde cometí el primer error: seguí el rastro de sangre a pie. Con ganas de jugar al héroe, tomé una pequeña linterna LED que me ofreció una luz algo decente. En este punto ni siquiera pensaba en mi propia seguridad. Estaba preocupado por la persona que había salido lesionada en aquel accidente y por llevarla a un lugar seguro. Tras unos cinco minutos de camino, un pensamiento bastante singular vino a mi mente:

¿Y si aquello con lo que impactó el conductor aún rondaba por allí?

A juzgar por el tamaño del impacto sobre el auto, lo único que se me vino a la mente fue un gran oso pardo o quizá algo mucho más grande. Tratar con un animal herido en el medio del invierno definitivamente no era algo que estuviera dispuesto a hacer. En mi mejor momento de claridad decidí que lo mejor era regresar al auto, recuperar la señal celular y llamar a emergencias. Ni siquiera había dado diez pasos de regreso al carro cuando escuché un sonido parecido al que produce un árbol que arrancan desde las raíces. El ruido era ensordecedor y me llevó a un maldito estado de pánico salvaje.

Empecé a correr de vuelta al auto pero me vi frenado por el hecho de que mis piernas no lograban coordinarse entre sí. Tras avanzar unos cinco pasos todo se fue al carajo. Tropecé de bruces contra un banco de nieve y solo me quedé allí, intentando recomponerme de aquello. Justo cuando estaba a punto de levantarme lo escuché otra vez. Era una respiración pesada que venía de algún lugar más allá de mi alcance visual. Por si fuera poco, el sonido parecía provenir del lugar del accidente donde había quedado mi auto. En este punto me sentí bastante mal. Aquella dificultad para respirar parecía más de animal que de un humano, era demasiado estruendosa.

Totalmente zurrado de miedo me fue imposible salir del banco de nieve. Tras lo que pareció una eternidad aquella respiración se fue haciendo cada vez más fuerte… hasta que de pronto pude ver lo que estaba haciendo ese ruido tan terrible.

Lo que sea que haya sido eso tenía, como mínimo, 2.5 metros de altura. Sí, era gigante. Se erguía sobre sus dos patas traseras pero a cada par de pasos tropezaba y empezaba a correr como un oso, en sus cuatro patas. Caminaba casi como un oso, pero entonces se levantaba nuevamente sobre sus dos patas y empezaba a caminar. Además estaba totalmente cubierto por una gruesa piel blanca, misma que habría sido casi perfecta si no fuera porque estaba cubierta de sangre. Fuera o no sangre del conductor, no me quedé a averiguar. Lo que sea que haya sido esa cosa, estaba demasiado distraída como para verme, y pasó justo a mi lado por en medio del camino, todavía respirando tan pesado como la primera vez que la oí. Cuando llegué al auto las cuatro puertas estaban abiertas, y las cajas de pizza habían sido esparcidas por todo el lugar. Ni siquiera pensé en la entrega de la pizza, conduje directo a la estación de policía para reportar mi encuentro.

sasquatch creepy

El informe policial oficial indicó que el conductor se impactó contra un oso de gran tamaño, y que el animal lo arrastró al bosque donde lo devoró. Jamás encontraron el cuerpo, pero encontraron lo que parecía un fragmento de su columna vertebral a 80 km del lugar del accidente. Realmente fue algo grande en la ciudad, los habitantes pasaron semanas buscando al hombre.

Aparentemente era un primo lejano de la señora a la que tenía que entregar la pizza. Esa parte no me sorprendió, la mayoría de los sureños de esta zona están relacionados entre sí. Lo que sí me jodió de todo esto, de verdad, es que la policía y los guardabosques mataron a casi todos los osos en un radio de 50 km y examinaron el contenido de sus estómagos. Ninguno de los osos examinados contenía restos humanos en su estómago, y el reporte señaló que la única cosa lo suficientemente grande como para provocar un accidente de esa magnitud era un gran oso. Lo que sea que haya sido que golpeó a ese pobre conductor, espero jamás volver a encontrarlo.

10 comentarios en “Historias de un repartidor de pizza (parte II)”

    1. yanimeacuerdo experto en creepypastas

      Porfavor tenga la amabilidad de pasar el pack………espero su comprensión atentamente………..Pense que esta parte iba a continuar donde se quedo la anterior……..:(

  1. Sera verdad o mentira pero igual y te entretiene jaja….muy buena historia….ojala publiquen mas.
    Por cierto, y la viejita se quedo con hambre fin

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