Cien años tarde, demasiado tarde

Demoró años para que los científicos desarrollaran la tecnología necesaria para viajar en el tiempo, pero finalmente sucedió. Entonces llegaron las primeras pruebas con humanos. Estaba nervioso, pues me convertiría en la primera persona en viajar por el tiempo. Tras despedirme de cada uno de mis amigos y sonreír para las cámaras, ingresé a la máquina del tiempo.

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Era una enorme capsula gris abarrotada de cables y dispositivos, cada uno de los cuales tomó décadas de desarrollo. El objetivo de la misión era viajar exactamente cien años en el futuro. Cerré los ojos mientras la compuerta se sellaba y la electricidad alimentaba cada parte del sistema.

Cuando los abrí de nuevo, estaba en el mismísimo infierno.

Una fina capa de ceniza lo cubría absolutamente todo en el futuro. En decenas de metros a la redonda no había más que cuerpos quemados y un insoportable olor a humo. Todo estaba en ruinas. En medio de aquel horror, intenté manipular los controles para regresar a mi época. Me sorprendió descubrir que también estaban chamuscados por la gigantesca cantidad de energía necesaria para viajar por el tiempo.

Estaba desconsolado. Aparentemente, me salté un lapso apocalíptico y llegué a un mundo donde no quedaba nada. Lo peor es que no había forma de regresar y advertir a las personas de mi tiempo. ¿Qué podría hacer? Caminé por el lugar durante lo que parecieron semanas.

Además de los escombros y cadáveres chamuscados, no encontré ningún otro indicio de lo que sucedió en ese lugar antes de mi llegada. Asumí que los daños fueron causados por el impacto de un meteorito o una llamarada solar, pero nada podía confirmarlo.

Me obsesioné con encontrar una forma de regresar a casa. Y como también contribuí al desarrollo de la máquina, creí que podía repararla si lo intentaba. Estaba tan desorientado que ni siquiera podía recordar el tiempo que llevaba en el futuro, cuánto dormí, o cuánto comí de las raciones de emergencia que, afortunadamente, empaqué para el viaje.

Finalmente, después de mucho tiempo, logré que los controles dañados empezaran a dar señales de vida. Tan pronto como empezaron a parpadear, entré de nuevo a la máquina del tiempo. Prácticamente jadeando y con las manos temblorosas, escribí en aquel tablero cubierto de hollín mi destino.

Cien años en el pasado… más treinta minutos. Si regresaba media hora antes de mi partida, podría advertirles a todos, incluyéndome a mí mismo, sobre lo que encontré en el futuro.

Cerré los ojos mientras la compuerta se sellaba y la energía hacía lo suyo con la máquina.

Cuando los abrí de nuevo, seguía en el infierno…

Otro paisaje devastado por el fuego. Otra escena horrorosa. ¿Pero, cómo es que seguía en el fin del mundo si viaje con éxito al pasado?

Analicé los cadáveres bajo la máquina y un profundo escalofrió recorrió todo mi cuerpo.

Cámaras. Sí, todo estaba en ruinas, pero las reconocí en medio de aquel desastre. Eran las cámaras que instaló la prensa para la cobertura del primer viaje por el tiempo. Dirigí mi atención a los controles en llamas de la máquina. Y entonces comprendí cuánta energía debía liberarse para hacer un salto de cien años. La suficiente como para destruir un planeta.

Al darme cuenta de que nunca podría volver a casa, incluso si lo intentaba, caí de rodillas y empecé a llorar.

Porque yo era el fin del mundo.

ThatOtherDude1817

5 comentarios en “Cien años tarde, demasiado tarde”

  1. Si el proceso del viaje consume la energía necesaria para destruir un planeta podemos asumir que fue destruido en el momento en que se fue pero si es así, como diablos siguen quemándose los cuerpos después de 100 años?
    Además,de donde saco la energía para volver al pasado?

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