La cultura pop dejó muy claro que el Zorro es un hombre con dos caras. Sin embargo, nadie (o muy pocos) imagina que la verdadera identidad de este legendario personaje oculta una tercera faceta. El héroe de la ficción tal vez se basó en la vida y obra de un personaje completamente real. Sí, el zorro existió: se llamaba William Lamport y no era oriundo de México, sino de Irlanda. Al menos en esta historia el personaje no tenía los rasgos de Antonio Banderas, el actor español que en 1998 protagonizó La Máscara del Zorro, pues Lamport era de tez muy clara, con barba y cabello pelirrojos. En el año de 1659 terminó muriendo a manos de la Inquisición.
Su nombre de pila era William Lamport, pero solían apodarlo «Lombardo de Guzmán». Nació en el año de 1611 en el puerto de Wexford, una ciudad al sureste de Irlanda y murió en 1659 en la Ciudad de México, cumpliendo una pena capital impuesta por la Inquisición. Sin embargo, el personaje fue protagonista de innumerables aventuras que no podrían haber tenido otro destino que los guiones de Hollywood.
Aunque también fue creciendo en el imaginario popular a partir de 1920, cuando niños y adolescentes se deleitaban la actuación de Douglas Fairbanks en La marca del Zorro, uno de los más grandes clásicos del cine mudo.
Un aventurero irlandés.
Este sujeto llegó al mundo prácticamente destinado a convertirse en héroe. Comenzaba el siglo XVI e Irlanda se mantenía en pie de lucha contra la poderosa Inglaterra, quien pretendía convertir a los católicos de aquella isla a la doctrina protestante. Durante el reinado de Elizabeth I, el cerco a la ciudad irlandesa de Kinsale figuró como el punto de inflexión en esta batalla religiosa.
Era el año de 1601 cuando los rebeldes locales recibieron apoyo de España para organizar la resistencia: el propio Felipe III ordenó que un ejército de 6,000 hombres, armas y municiones fueran enviados a la isla. El rey pretendía que esta táctica de apoyar la lucha irlandesa contra los ingleses terminara por desviar la atención de las fuerzas de Gran Bretaña sobre Holanda, que en esa época se encontraba bajo dominio español.
Las tropas españolas desembarcaron en el mes de octubre. Una parte de la flota que transportaba la munición no llegó a destino, lo que terminó complicando la situación de los combatientes. Los refuerzos no sirvieron de nada y, ante el asedio de los ingleses, la ciudad terminó rindiéndose en 1603. Sin embargo, los irlandeses cultivaron un profundo odio por los enemigos que terminarían heredando generaciones futuras. Como muchas otras familias irlandesas, los Lamport eran fervientes católicos y dueños de muchas tierras, y estuvieron presentes en Kinsale para pelear al lado de los españoles.
William nació bajo el yugo inglés, casi una década después que los irlandeses cristianos se rindieran. Tras completar la educación básica, el joven Lamport dejó la aburrida ciudad de Wexford rumbo a Dublín para continuar con sus estudios. Se formó en las más prestigiadas escuelas de la capital y los jesuitas lo instruyeron en retórica y latín. Con tan sólo 16 años de edad se dirigió a Londres con el objetivo de complementar su educación estudiando griego y matemáticas.
Sin embargo, un año después el más joven de la familia Lamport era acusado de traición a la Corona británica y fue a parar a prisión. Resulta que William elaboró un panfleto (en latín) donde se rebelaba contra los abusos que ejercía el gobierno inglés sobre los irlandeses. Tras una misteriosa fuga, terminó capturado por piratas y durante varios años se desempeñó en el atraco de embarcaciones, principalmente buques ingleses.
Combatiente de múltiples causas.
En 1629, a los 18 años William Lamport participaba en su primera guerra. Durante el Renacimiento, en una ciudad llamada La Rochele, al oeste de Francia, se empezaron a aglomerar los ideales religiosos de los reformistas hasta que terminó convirtiéndose en un importante núcleo para la iglesia protestante francesa y sus miembros, los denominados hugonotes.
Fue precisamente contra este grupo que el joven Lamport luchó, junto a los franceses para terminar con el dominio de los protestantes sobre aquella ciudad, en ese entonces uno de los principales puertos del continente europeo. Cuando el monarca católico Luis XIII decidió poner fin a los herejes, La Rochelle quedó sitiada por trincheras que se extendían a lo largo de 12 kilómetros. La ciudad logró resistir tan sólo 14 meses.
Una vez que el problema en La Rochele quedó resuelto, nuestro aventurero irlandés se embarcó con otra causa. Se unió a las brigadas de Irlanda y cambió de bando, en esta ocasión peleando del lado español contra Francia. Una vez que el conflicto llegó a su fin, se dedicó a estudiar filosofía en Santiago de Compostela, Galicia. Posteriormente, se ubicó en el monasterio El Escorial, a unos 45 kilómetros de Madrid, donde profundizó sus estudios sobre teología.
Y a los 29 años, en 1640, tras viajar por toda Europa, aprender más de una docena de idiomas y participar en diversos conflictos bélicos, William finalmente decidió echar raíces en España. Se cambió el nombre por el de Guillén Lombardo y le otorgaron una beca para estudiar en el Colegio Imperial de Madrid.
Guillén Lombardo en la Nueva España.
Para esas fechas el aventurero irlandés ya se había hecho de cierta fama y resultó del agrado del conde-duque de Olivares, Gaspar de Guzmán y Pimentel, uno de los hombres más importantes de España, brazo derecho del rey Felipe IV. Por ese entonces, Guillén Lombardo ya empezaba a idear su identidad como el Zorro: rompía corazones con la misma destreza con que manipulaba la espada. Su aventura amorosa más conocida la tuvo con Ana de Leiva, una noble de la corte española.
La aventura amorosa con esta cortesana terminó suscitando el exilio de Guillén Lombardo a la Nueva España, actual México. Como la familia de Ana no aceptó el amorío con el irlandés, exigió que se aplicara un castigo ejemplar al forastero, aunque Guzmán y Pimentel buscó una forma de salvar el pellejo de su amigo: le propuso a Lombardo que continuara sirviendo a la Corona del otro lado del Atlántico. Básicamente se desempeñaría como un espía, al servicio del conde-duque, entre los pueblos indígenas que todavía controlaban el Nuevo Mundo.
Así fue como terminó en el continente americano, con un trabajo y una doble personalidad. Era, de forma simultánea, un aburrido profesor de latín que enamoraba a Antonia Turcio y un interesado asistente a los rituales prohibidos de hechicería que realizaban los indios.
El precursor de la independencia de México.
Fue así que el irlandés terminó convirtiéndose en aprendiz de brujo. En medio de su agitada vida como espía, Lombardo apartaba un poco de tiempo para visitar los aposentos de las más bellas y codiciadas damas de la Nueva España. Sin embargo, William Lamport terminó involucrándose más allá de lo que debería con los indios.
Empezó a defender ideales que contrariaban los deseos de la Corona española, como la abolición de la esclavitud y la reforma agraria. En poco tiempo, Lamport pasó de ser un espía de España a encabezar un embrionario movimiento de independencia de México.
Dos años después de desembarcar en América y abrazar la causa indígena, aquel aventurero irlandés que había peleado en defensa de la Iglesia Católica en Europa, era condenado por la Santa Inquisición. En 1642, a los 31 años de edad, lo enviaron a prisión acusándolo de traición a la Corona española, planear un levantamiento popular, involucrarse con la brujería y, evidentemente, herejía.
Lombardo aguantó ocho años en prisión; sin embargo, la Nochebuena de 1650 llevó a cabo una fugaz tan espectacular que se empezó a esparcir el rumor de que había pactado con el diablo. A los 39 años de edad, el aventurero irlandés William Lamport se convirtió oficialmente en el astuto Zorro.
El apodo popular sirvió como una máscara para el nuevo William Lamport. Y exactamente como el personaje que inspiraría más de 200 años después, se convirtió en un caballero que vagaba por las ciudades haciendo justicia por mano propia en el anonimato de la noche. El Zorro se burlaba de los soldados y distribuía propaganda contra la Inquisición. En los textos que escribía, denunciaba las atrocidades cometidas por el Tribunal del Santo Oficio.
El legendario y astuto Zorro.
Sin embargo, una vez más William Lamport cayó a causa de su talón de Aquiles: las mujeres. En 1652 lo sorprendieron en la cama con la esposa de Lope Díez de Aux y Armendáriz, virrey de la Nueva España. Terminó nuevamente en manos de la Inquisición. Y, en esta ocasión, el ya legendario Zorro sería quemado en «el fuego purificador».
El 10 de noviembre de 1659 lo ejecutaron: aquel día pactado para el espectáculo público amaneció con una ligera llovizna. La multitud se acurrucaba en la Plaza Mayor, en la Ciudad de México. Los verdugos transportaron a Lamport atado, sobre el lomo de una mula. El cortejo recorrió toda la calle hasta llegar a destino: el convento de San Diego, el lugar donde los inquisidores mantenían la hoguera.
La hoguera ya estaba lista, pero el Zorro se negaba a terminar de una forma tan banal. Como si estuviera en una película, tomó las cuerdas que colgaban sobre la hoguera y se ahorcó. Una vez más, el Zorro había burlado a sus enemigos para convertirse en un mito. Pero su lucha no fue en vano pues Lombardo ingresó a la historia de México como precursor de la batalla por la proclamación de la Independencia. En el Ángel de la Independencia, en la Ciudad de México, existe un mausoleo para los héroes nacionales. En el vestíbulo que da acceso al monumento, hay un busto dedicado a la memoria del héroe irlandés.
William Lamport en la cultura popular.
En 1872, casi 200 años después de la muerte de William Lamport, el general del ejército Vicente Riva Palacio escribió un libro titulado Memorias de Un Impostor: D. Guillen de Lampart, Rey de México, donde contaba las aventuras del irlandés en tierras nacionales. En la novela, basada en el material biográfico encontrado en los archivos de la Inquisición, Lamport fue apodado Diego de la Vega. El libro no se hizo famoso, pero la obra del general terminó inspirando la construcción del héroe enmascarado.
La primera vez que el Zorro apareció en escena fue en el año de 1919, en una serie titulada La maldición de Capistrano, escrita por el periodista estadounidense Johnstone McCulley y publicada en el semanario estadounidense All-Story Weekly. En 1920, el héroe saltó a la pantalla grande en la película La Marca del Zorro, protagonizada por Douglas Fairbanks. Para 1940, el actor Tyrone Power estelarizó la segunda versión cinematográfica de la historia del Zorro.
En 1958, Disney lanzó la serie de televisión más popular sobre el personaje, con Guy Williams en el papel principal. En 1998 se lanzó La Máscara del Zorro, una película en la que participó Antonio Banderas y Anthony Hopkins. Siete años después vio la luz La Leyenda de Zorro, con Banderas y Catherine Zeta-Jones. En la película, un joven hispano termina rebelándose contra la tiranía del gobierno estadounidense, que acaba de anexar el territorio de California, y pasa a luchar por la libertad del estado utilizando una máscara para ocultar su verdadera identidad.
Y los gringos nos quitaron California, Nevada, Utah, Nuevo México y Texas y también los fueron partes de Arizona, Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma.
¿Cuando vamos a recuperar lo que era lo nuestro?
Ja pensé lo mismo y es jueves
buena historia , aunque nada que ver con el mito hollywodense
«no me quemaron en la hoguera, yo solito me ahorque» . . . no pos que burladota le pego a sus enemigos
Si, porque no fue quemado en la hogera como hereje, purificado por el fuego… tal vez para la gente creyente eso fue algo muy importante.
y quien te dice que después de ahorcado no lo quemaron?
…total ya estaba todo listo, muerto antes de quemar…quemado antes de morir…el orden de los factores no altera el producto
no es el mismo sufrimiento , que te quemen vivo a que solo quemen tu cadaver