Viendo televisión hasta tarde

Era una sombría noche de viernes, me encontraba solo en casa, a cargo de mi hermano menor mientras mis padres disfrutaban de un fin de semana lejos. Con 17 años, asumía la responsabilidad de protegerlo y mantenerlo a salvo de cualquier problema. Aunque la hora ya rondaba la medianoche, ninguno de los dos se dormía aún. Estaba en mi habitación, enfocado en terminar la tarea, mientras mi hermano se entretenía viendo televisión abajo, en la sala de estar.

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La ubicación de mi habitación me permitía escuchar claramente la televisión, cada ruido, cada diálogo y cada efecto de sonido. En ocasiones, me irritaba, pero con el tiempo me había acostumbrado a estudiar en medio de ese ruido de fondo. Si me distraía, simplemente le pedía a mi hermano que bajara el volumen, o en ocasiones, golpeaba el suelo con los pies para llamar su atención.

Aunque estaba concentrado en lo que hacía, era completamente consciente de lo que sucedía en la casa. Esa noche, parecía que mi hermano estaba viendo una película de acción de los años 70 o algo por el estilo. Un personaje, probablemente el jefe de un cártel, se jactaba de cómo acabarían con su enemigo. Mis oídos captaron cada palabra, y me resultó desconcertante escuchar la risa de mi hermano ante comentarios tan agresivos.

“¡Les dispararemos hasta que queden hechos picadillo!”, dijeron los actores mientras mi hermano reía a carcajadas. Solo un niño sin comprensión podría reírse de palabras tan agresivas.

“Sí, lo haremos, Lupe”, responde uno de los sicarios.

Otro personaje dice con voz tímida: “No estoy seguro de que debamos hacerlo, no creo que pueda…”

“¿Tienes algún problema con el plan?” Habla el “jefe” y se nota que está molesto.

En ese momento, ya no pude concentrarme en la tarea, toda mi atención estaba centrada en la película y en saber lo próximo que sucedería. El otro responde: “No, solo creo que deberíamos…”, fue interrumpido por algo que parecía una pelea. Alguien gritó y luego comenzó una serie de sonidos sordos, como si algo se quebrara.

El diálogo continuó, acompañado nuevamente por la risa de mi hermano. El personaje tímido, o sea, quien sea que esté siendo golpeado, sigue suplicando por misericordia, pero su agresor no se detiene ni por un momento. La víctima suplica una última vez y luego queda en silencio. Entonces se escucha otro sonido, como si algo se estuviera rompiendo, probablemente un hueso, y otra discusión comienza de nuevo, acompañada de más risas de mi hermano.

Después de un momento, el líder habla nuevamente. “¿Alguien más tiene alguna opinión que dar?”

Nadie dice nada, y en el silencio, todavía escuche a mi hermano riendo a carcajadas.

El jefe continúa: “Bien, me alegra que decidieran así.” Suspira. “Oh, maldición. Ahora estoy cubierto de sangre”. Y esta frase hace que mi hermano se ría aún más… “Probablemente no sabe lo que está pasando, por eso se está riendo”, pensé.

“Dame una bolsa y una toalla, Franco”, ordena el capo. “Así podremos tirar esta basura a la calle. Los perros también necesitan comer, ¿verdad?”. Mi hermano simplemente se ríe como si hubiera escuchado el chiste más divertido del mundo.

Y esta vez, la risa continúa más fuerte y dura unos minutos, lo cual me resulta muy inquietante. Algo me dice que debo verificar qué está sucediendo, pues mi hermano no debería estar viendo una película así a esta hora de la noche. De hecho, ¡ni a esta hora ni en ningún momento! Probablemente tendrá pesadillas, ¡y si es tan brutal como parece, ni siquiera podrá dormir!

Mientras seguía escuchando, me sentí cada vez más incómodo. Decidí bajar a verificar qué estaba pasando y asegurarme de que mi hermano estuviera bien. Al bajar las escaleras, el ruido de la televisión cesó por completo cuando pisé el último escalón. Busqué en la planta baja, llamé a mi hermano, pero no obtuve respuesta. Alarmado, subo las escaleras nuevamente y echo un vistazo a su habitación… y lo encuentro en su cama.

Había estado allí todo el tiempo, lo cual era extraño ya que no podría haber pasado junto a mí sin ser visto. En este caso, me sentí satisfecho de que estuviera bien y de que ya no viera esa horrible película. Hasta que me di cuenta de que no había forma de que estuviera viendo la televisión hacia apenas unos minutos y se durmiera tan rápido.

De repente, un escalofrío me recorrió la espada y una risa perturbadora resonó detrás de mí. Idéntica a la que pensé provenía de mi hermano, pero ahora más cercana y aterradora.