Más del 17% de toda la comida producida en 2019 terminó en el basurero. Es lo que advierte un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) publicado la semana pasada. En cifras específicas, estimaron que más de 930 millones de toneladas de alimentos terminaron descartados por hogares, restaurantes y cadenas minoristas.
El desolador panorama sobre el enorme desperdicio de alimentos en el mundo es un dato estadístico. Se obtuvo a partir de datos gubernamentales y estudios académicos en 54 países desarrollados y subdesarrollados. ¿Quieres un ejemplo más práctico para dimensionar la gravedad de este desperdicio? Todos esos alimentos descartados equivaldrían a 23 millones de camiones de 40 toneladas completamente cargados.
Desperdicio de alimentos en casa.
Lo peor es que la mayor parte de este desperdicio, aproximadamente el 60% del total o el 11% de toda la comida existente, se produce en nuestros hogares. En promedio, un humano desecha 121 kilogramos de comida todos los años. Curiosamente, la investigación encontró que el desperdicio de alimentos afecta tanto a países ricos como a pobres. Esto contraria la noción de que el desperdicio de comida sólo se produce en zonas de mayores ingresos.
Aunque, es importante aclarar que el informe no hizo distinción alguna entre los residuos alimenticios comestibles y no comestibles. Es decir, en el total se incluyeron cosas como cáscaras de frutas o vegetales, huesos y conchas que difícilmente pueden aprovecharse tras un primer uso. A menos que se haga composta.
Entonces, resulta probable que aquellas naciones con ingresos medios y bajos aparezcan con un desperdicio de alimentos per capita inflado. Y es que en estos sitios la comida suele prepararse desde cero, con productos frescos y naturales. Después de todo, para los humanos resulta mucho más económico comprar o cosechar vegetales que ir al supermercado y comprar una pizza congelada, que no deja ningún tipo de residuo.
Las implicaciones del problema.
Pero, más allá de eso el desperdicio de alimentos tiene implicaciones económicas, sociales y ambientales. Algunas estimaciones sugieren que hasta el 10% en emisiones globales de gases de efecto invernadero tienen que ver con el desperdicio de comida. Ya sea porque muchos de esos productos son descartados directamente por el consumidor o porque ni siquiera llegan a los puntos de venta, perdiéndose en algún punto de la cadena productiva.
Por otro lado, tenemos el tema del hambre. Según información de la ONU, 690 millones de personas sufrieron afectaciones por la falta de alimento en 2019. Y casi la mitad de todos los humanos que viven en el planeta no cuentan con recursos suficientes para acceder a una dieta balanceada y saludable. Se cree que estas cifras crecerán aún más con los efectos de la pandemia y la crisis económica.
Disminuir el desperdicio de alimentos implicaría reducir la emisión de gases de efecto invernadero, contaminación, destrucción de la naturaleza e incrementaría la disponibilidad de comida. De esta forma, no sólo se reduciría el hambre, sino que economizaríamos en una época de recesión global», señaló Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA.
Esta es una excelente oportunidad para combatir el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y contaminación en nuestro planeta. Sin embargo, se requiere un esfuerzo en el que ciudadanos y gobiernos de todo el mundo colaboren. Este año, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) discutirá diversos cursos de acción para lidiar con este enorme problema.