La sensación de mis ojos antes de estallar y convertirse en cenizas es lo único bueno que puedo rescatar de aquel episodio hace un año. Había salido de casa a pasear con mi perro por la playa, que se encontraba cerrada por una temporada debido a la presencia de un alga tóxica. El monte atrás de mi patio trasero daba directamente a la playa, y conocía perfectamente el lugar como para mantenerme lo suficientemente lejos del agua.
Fido y yo terminábamos de dar el paseo cuando escuché un chapoteo cerca de la orilla. Me acerqué un poco y me pareció ver un banco de peces preso bajo la gruesa capa de algas en la superficie. Me sorprendió, pues supuestamente el agua era hipóxica debido a la presencia de estas algas. Supuse que los peces regresarían a aguas más profundas.
Sin embargo, el chapoteo persistió mientras nos alejábamos. Fido empezó a gruñir, un comportamiento extraño que no manifestaba desde que lo esterilizaron. Sin embargo, los gruñidos del perro se transformaron en ladridos feroces a medida que el chapoteo se intensificaba y el agua se enturbiaba. De un momento a otro, el perro empezó a tirar de la correa.
Corregí la postura y tomé la correa con ambas manos. No quería que Fido se metiera al agua y terminara cubierto de estas algas. Observamos el chapoteo en el agua durante un par de minutos, después tiré de la correa para llamar la atención del perro y volver a nuestra ruta. El chapoteo se detuvo y Fido se tranquilizó de inmediato. Volteamos y empezamos a recular en dirección al monte.
Cuando ya casi superábamos la línea de arbustos, Fido tiró de la correa con más fuerza. La sujeté con firmeza y seguí adelante. Adriana debía estar preparando la cena y seguramente se molestaría si llegábamos tarde. Fido tiró de la correa una vez más y gimió al mismo tiempo. Mientras caminaba miré hacia abajo. Se me hizo un nudo en la garganta.
Algo sostenía una de las patas traseras de Fido. Un apéndice grueso y tubular, parecido a un tentáculo repleto de venas. Mientras el tirón se mantenía constante y los gemidos del perro se hacían agudos y dolorosos, volteé y observé al grueso musculo venoso que se extendía desde las algas hasta la pata de mi mascota.
Movido por el instinto pisoteé aquel tentáculo y pude sentir cuando esa extremidad carente de huesos se deformaba bajo mi calzado. Reaccionó con una fuerza tan poderosa que me arrebató la correa de las manos y provocó un sonido aterrador entre la pata y cadera de Fido. El perro salió volando por los aires y terminó cayendo sobre el agua. Luchó todo lo que pudo por mantenerse a flote.
Inmediatamente corrí hacia la playa y, cuando estaba a punto de saltar, una maraña de tentáculos de múltiples tamaños se levantó sobre la superficie del agua. Estaban por todos lados y se extendían hasta donde me alcanzaba la vista. A lo lejos, algo más siniestro empezaba a emerger del agua.
El terror más puro e incomprensible provocó que me bloqueara. Contemplé esta cosa levantándose tras las olas. Fido desapareció bajo el agua. Los tentáculos se retorcían y golpeaban entre sí como si ejecutaran una danza. Mis ojos se enfocaron en aquella forma que emergía a unos 300 metros de la costa. Experimenté una presión agonizante en la parte posterior de mis ojos acompañada por un dolor de cabeza fulminante.
Las gaviotas caían como misiles intentando atrapar aquellos tentáculos carnosos; sin embargo, terminaban presas y sumergidas por los pequeños zarcillos que salían de los tentáculos más prominentes. Mientras más emergía esta masa a la distancia, más borrosa se hacía. A pesar de la presión insoportable en mis ojos y la consecuente disminución de la visión, todavía distinguí algunos detalles: unas fauces horribles y abiertas. Agujeros de los que salían miles de tallos. Y multitud de ojos en cada uno de esos tallos. Además, una especie de esferas carnosas que orbitaban a la masa principal. Me solté a llorar.
Emití un sonido. Uno solo.
Mis ojos estallaron al mismo tiempo que escuché un “pop” húmedo. El líquido lacrimal hirviendo me bajó por las mejillas. En las cuencas de mis ojos sentía un calor intenso y apenas me di cuenta que mi cabelló empezó a arder. Antes de desmayarme, fui invadido por una sensación de alivio al ya no tener ojos para ver la abominación que salía del agua. Tenía toda la voluntad de morir.
Tres meses después, desperté en mi propia habitación. Estuve internado en un hospital la tercera parte de ese tiempo, y mi esposa se había hecho cargo de todo desde entonces. Nadie sabía lo que me había pasado. De no ser por otra persona que caminaba por la playa, habría muerto en ese lugar. Los siguientes días hice hasta lo imposible por tratar de convencer a mi esposa. Ella se limitaba a acariciarme el rostro como forma de consuelo. No me creyó ni una sola palabra.
En esta pesadilla sin mis ojos, traté de seguir con mi vida. Ha sido difícil. Después de lo que vi, casi no puedo pensar en otra cosa. Tengo momentos en los que creo poder superarlo. A veces, mientras Adriana duerme, me recuesto sobre mi espalda tratando de reunir la fuerza emocional que necesito para seguir adelante.
Sin embargo, a la distancia escuchó ladrar a Fido. Y son ladridos hechos por algo más que su boca, garganta y pulmones. Me volteo en la cama y suelo imaginar que escurren lágrimas de donde alguna vez estuvieron mis ojos, a sabiendas de que las cosas nunca volverán a estar bien.
2… 3…. hace como 3 semanas me fui a dormir ya noche por ver nopor, mi vieja ya estaba dormida y comenzo a llover, como hacia calor la puerta de la azotea estaba abierta, tenemos el problema que de la casa de a lado se nos pasan ratones porque el saguan de abajo tiene un oyo y por ahi se meten, ahorita ya lleva como un mes desocupada, los ratones suben las escaleras y por medio de los cables de luz se pasan a mi casa por la azotea y se nos meten, tengo 2 chihuahuas que duermen cerca, ya llovia y no podia dormir, y una de mis perras gruñia y daba un par de ladridos molesta, yo pensaba que era porque en la calle a lo lejos otros perros ladraban, y ladraba y se callaba pasaban unos minutos y de nuevo, para eso, desde donde dormimos se ve las escaleras que dan a la azotea, y desesperado prendi una luz tenue de mesa de noche para ver que era ante el nerviosismo de mi perra, y zas en la escalera veo algo agazapado como que quiere bajar era como una bola negra de pelos, porque no se veia por la oscuridad, muy grande para ser un raton o una rata casi del tamaño de un gato pero a esa altura y con lluvia que gato va a querer meterse y con 2 perros como a 3 metros de la escalera? cuando se ve la luz como que se arrincono y se movio hacia afuera pero la misma escalera ya no me dejo verlo, sali rapido para ver que onda, los perros haciendo un escandalo, llegue a la azotea y nada, solo la lluvia, solo mejor cerre la puerta, es bueno tener perros te avisan cualquier cosa
Wow… me imaginé a Cthulhu emergiendo del agua.
SargazoMan
L VENGANZA DEL SARGAZO
La criatura sargazo