En las teorías sobre el fin de los tiempos encajan todas esas historias que intentan explicar el fin de nuestro planeta tal y como lo conocemos. Sí, algún día la Tierra dejará de existir. Cuando todos los animales, plantas e incluso microrganismos mueran, no quedará más que una roca estéril viajando por el espacio. Se supone que ninguno de nosotros estará aquí para verlo. Sin embargo, eso no evita que las personas imaginen cómo será el fin de nuestro mundo.
Cada 27.5 millones de años la Tierra tiene una “pulsación” de actividad geológica. Es un lapso tan extenso que, desde la última vez que sucedió, nuestro planeta pasó por cambios insondables. En las últimas diez palpitaciones de la Tierra se extinguieron los dinosaurios. Además, Pangea se dividió en la configuración continental que conocemos hoy y el Homo sapiens construyó esta civilización.
¿Electricidad “ilimitada”, íntegramente ecológica y con un costo de producción ridículamente bajo? El concepto parece sacado de la ciencia ficción. Sin embargo, una empresa del Massachusetts Institute of Technology (MIT) asegura que es perfectamente posible si empleamos el magma terrestre como fuente de calor. Aprovechando apenas el 0.1% de su calor, tendríamos para satisfacer las necesidades energéticas de nuestra civilización durante 20 000 000 de años.
Hace algunas décadas, el científico inglés James Lovelock propuso que la Tierra es un superorganismo autorregulado. Un sistema que, durante miles de años, ha propiciado condiciones favorables para la existencia de los humanos y otros seres vivos. A este supuesto se le conoce como hipótesis de Gaia, una especie de equilibrio que se ha interrumpido por acción del hombre. Situaciones como la dependencia de combustibles fósiles, deforestación y sobrepoblación podrían llevar a que nuestro planeta “contraataque”, según el propio Lovelock.
La posibilidad de una guerra nuclear en la Tierra se mantiene latente desde hace décadas. La historia nos muestra que, sin importar los cientos de millones de vidas perdidas, la humanidad siente una macabra fascinación por la guerra. En ese sentido, quizá el mayor temor de todos los que estamos vivos es una guerra atómica. Un conflicto con escasos precedentes donde el protagonista es el armamento nuclear.
Vemos en los árboles aliados contra el cambio climático. Y los consideramos elementos extremadamente importantes para la vida en nuestro planeta. Ya sea porque nos proporcionan sombra, frutos o multitud de derivados imprescindibles para la vida cotidiana. Por si fuera poco, extraen dióxido de carbono de la atmósfera almacenándolo en su madera y expulsan oxígeno. Pero, ¿te has preguntado qué sucede cuando un árbol muere?
