En el Sistema Solar, además de Saturno, existen otros tres planetas con anillos: Neptuno, Urano y Júpiter. Estos planetas presentan ciertas semejanzas, y entre las más relevantes tenemos que todos son gigantes comparados con otros cuerpos en nuestro sistema planetario, esencialmente todos están constituidos por gas y poseen un gran número de satélites.
Los anillos de los tres planetas antes mencionados son menos famosos que los de Saturno porque son mucho más tenues, mayormente compuestos por fragmentos microscópicos. Supimos de los anillos de Júpiter hasta el año de 1979, gracias a los avanzados instrumentos de la sonda estadounidense Voyager, mientras que los de Urano fueron revelados un par de años antes, en 1977.
Los astrónomos imaginaban que los anillos de Neptuno eran arcos, pero en el año de 1989 la sonda Voyager 2 reveló que se trataba de anillos completos. Los anillos de Saturno son tan visibles a la distancia que el astrónomo italiano Galileo Galilei los observó con su telescopio y los comparó con las orejas de un conejo.
El misterioso origen de los anillos planetarios.
A pesar de todos estos años y del avance tecnológico, el origen de estos anillos aún resulta un misterio. Sin embargo, el motivo de su existencia es por demás conocido. Los anillos planetarios se integran a partir de polvo y rocas de menor tamaño que no logran unirse, por acción de la gravedad, para integrar un único satélite – proceso que sería el más ideal.
Esto sucede cuando los fragmentos no superan una distancia muy cercana al planeta que se conoce como límite de Roche. En estas regiones, cuyas dimensiones varían según el tamaño del astro, la fuerza gravitacional del planeta impide el aglutinamiento de las rocas. Es una fuerza tan grande que puede romper cuerpos celestes del tamaño de un satélite, pero sin atraerlos al planeta.
Es más, se cree que los anillos pudieron surgir de esta manera: por el colapso de uno o varios satélites que habrían ingresado al límite de Roche en estos gigantes gaseosos. Otra versión es que se habrían formado junto con los propios planetas, y en este caso los anillos no serían más que satélites que no pudieron formarse.
El límite de Roche.
Cuando las partículas que giran en torno a un planeta se encuentra entre éste y una frontera conocida como límite de Roche, la fuerza gravitacional del astro impide que los cuerpos se unan. Así, tienden a formar los anillos.
Si las partículas se encontraran fuera del límite de Roche, lograrían unirse gracias a su propia fuerza gravitacional y de esta forma dar origen a un satélite.
Así es, de hecho, es la razón por la cual tengamos satélites de comunicaciones.
como dato extra, la tierra también poseía una anillo luego del impacto de un platinoide que luego daría origen a la luna al estar los fragmentos de la tierra fuera de limite Roche.
Ese Roche es un loquillo.