Durante dos días enteros me aislé en la total oscuridad sin ningún tipo de compañía más que la de mis propios pensamientos. Entre el 22 y 24 de agosto fui un prisionero del Infierno, y jamás olvidaré lo que sucedió en ese tanque.
Aproximadamente un año antes a este evento, conocí a un sujeto al que de aquí en adelante referiré como “X”. X era mi mejor amigo. Durante toda la adolescencia me resultó muy complicado hacer amigos. Entonces, cuando lo conocí en el primer semestre de la universidad, me emocioné bastante por tener la compañía de alguien con quien disfrutar. Compartíamos un sentido del humor levemente ofensivo (en ocasiones íbamos un poco más allá), nos gustaban los mismos juegos y, en general, teníamos los mismos intereses. X era como yo. Nunca se le había dado eso de hacer grandes amistades, por lo que creo que ambos estábamos felices de tener compañía.
Mientras nuestra amistad se desenvolvía, me invitó a ir a su casa. Para mi sorpresa, aparentemente era el heredero de una gran fortuna. Yo sabía que no tenía problemas de dinero desde que lo vi conduciendo un Nissan GT-R, pero jamás había dimensionado su nivel de riqueza. Su apartamento tenía al menos 8 mil metros cuadrados. Ocupaba un nivel entero del edificio. Las habitaciones estaban equipadas con la tecnología más avanzada y guardarropas repletos de los atuendos más sensacionales que puedas imaginar. Fue en esa época que creí que me había sacado un premio con mi mejor amigo.
Mientras transcurrían las clases en la universidad, empecé a notar que había algo extraño en X. Hubo una época, casi al terminar el semestre, en la que actuaba de forma graciosa. Una noche fui a dormir a su casa y me preguntó si creía en demonios. Le dije que no estaba muy seguro si creía o no, pero me di cuenta que a X no le importaba mucho lo que yo pensara. Entonces me contó que a veces los veía mientras dormía. Me dijo que eso lo aterrorizaba. Básicamente intenté que dejara de creer en eso y que volviera a la realidad. Le dije que probablemente eran pesadillas, y sabiendo lo mucho que habíamos estudiado en los últimos meses, no era de extrañar que estuviera viendo cosas raras.
Durante las últimas semanas en la universidad casi no hablamos, por motivos de exámenes y un montón de cosas más. Sin embargo, me invitó a visitar su casa a mediados de agosto, y fue entonces que conocí su nueva adquisición. Había un enorme tanque negro en medio de la sala de estar. No sabía qué diablos pensar. Bromeando, le pregunté si había empezado con las sesiones de bronceado artificial. Entonces X me explicó que se trataba de un tanque de privación sensorial. Para aquellos que no saben de qué se trata, básicamente es un tanque enorme lleno de agua salada que absorbe cualquier sonido y luz, donde quedas flotando de espaldas observando una oscuridad total. Eso provoca que pierdas todos tus sentidos.
Pero no habló más sobre el tema. Simplemente lo ignoró e intentó cambiar la conversación. Después empezamos a hacer lo que normalmente hacíamos: jugar Mortal Kombat y beber cerveza. Sin embargo, aquella noche bebí más de la cuenta. De hecho, no recuerdo casi nada. Solo recuerdo lo que sucedió cuando desperté.
Esa noche tuve un sueño donde estaba atrapado dentro de un iceberg. No podía respirar. Desperté en pánico. Estaba flotando en agua. Mi cuerpo debió haberse girado mientras dormía y me estaba ahogando sin querer. Estaba atrapado en una oscuridad total. Rápidamente me di cuenta que había hecho algo realmente estúpido la noche anterior, llamé a X para que me sacara de allí. No recibí respuesta. Tras lo que pareció una hora de gritos y golpes en la tapa del tanque, pensé que quizá aún seguía desmayado en el sofá. Mi cuerpo estaba en un total estado de pánico. Podía escuchar los latidos de mi corazón haciendo eco en el tanque. Intenté calmar los nervios y relajarme.
Tras lo que pareció una eternidad, mis dedos empezaron a arrugarse como pasas, y la piel me empezó a doler. Fue más o menos en ese momento que escuché los pasos chirriantes en el suelo de madera.
“Oye X, sácame de aquí. Creo que festejamos demasiado anoche”. Aún bromeando, hablé bastante fuerte.
“Discúlpame, pero esta es la única forma en que puedo probarte que no estoy loco. Te voy a mostrar los demonios”, me dijo.
Fue entonces que supe que estaba sumamente jodido.
Empecé a golpear la tapa, esperando que se rompiera de alguna forma milagrosa. Flotar en el agua salada me cansaba bastante, así que lo único que hice fue desperdiciar energías.
“Podrás verlos dentro de poco”, me dijo. Y parecía que estaba del otro lado de la sala.
Eventualmente gasté toda mi energía y me quedé mirando el abismo en la oscuridad. Empecé observando formas en mi visión periférica. Me pareció escuchar voces provenientes del fondo del tanque. Temblaba a causa de la ansiedad, pero sabía que si me rendía ante el miedo me volvería loco. Llegó un momento en que no sabía si estaba despierto o soñando. ¿Y si aún estaba borracho? Intenté golpearme el rostro para despertar, pero rápido me di cuenta que esa era mi sombría realidad.
Todo ese silencio y calma resultaban amenazadores. Podía escuchar ruidos bajo el agua, los latidos de mi corazón y algo que parecían susurros. Fue entonces que empecé a ver el rostro. Empezó como moscas volantes, imposible de distinguir, pero allí estaba. Según lo que pude ver, su tono de piel oscilaba entre el naranja y el blanco. Tenía ojos enormes, completamente blancos y una sonrisa gigantesca. No salía de mi vista. Intenté parpadear repetidas veces pero seguía allí, sin importar si tenía los ojos abiertos o cerrados. En ese momento ya había perdido completamente la noción del tiempo. El día y la noche eran algo del pasado. Intenté con toda mi fuerza de voluntad conservar mi noción del tiempo, pero debí haberme perdido en torno a la tercera hora.
El rostro empezó a hacer ruido. Casi como el siseo de una serpiente. Y seguía y seguía. Cada siseo era más fuerte que el anterior. Empezó a hacerse cada vez más agresivo. Me gritaba, observando directamente en mi alma. Sentí como si algo estuviera debajo de mí. Observándome desde el fondo del tanque. No era más que una pesadilla. Le pedía a Dios que no fuera más que una pesadilla. Tenía tanta hambre.
Entonces escuché un ruido. Era muy diferente. Venía de fuera del tanque. Escuché el chirrido de una puerta y pasos en el suelo de madera. Después un grito. Un grito de mujer. No pude comprender las palabras, pero sabía que era algo muy malo. Empecé a golpear con fuerza la tapa del tanque, con la esperanza de que me escuchara. Su llanto se detuvo y escuché cuando se acercaba en mi dirección. Una ola de alivio me recorrió el cuerpo. Hasta entonces, creía que moriría allí dentro. Algo pesado fue retirado de la parte superior del tanque y la luz brilló.
Todo parecía tan difícil de entender. La mujer me retiró del agua. No podía ver nada, pero alcancé a notar que ella estaba cubierta de rojo. Posó mi cuerpo helado y tembloroso en el piso, y me dijo que una ambulancia llegaría dentro de poco. Recuerdo que simplemente me quedé allí, acostado, mientras mis ojos se acostumbraban lentamente a la claridad. Pude ver más rojo. Y una breve mancha de naranja y blanco. Había alguien más en el suelo junto a mí.
Era X. Se había cortado la garganta y la sangre se había extendido por todo el piso de la sala. El cuchillo aún estaba en su mano. Cuando mi visión finalmente volvió a la normalidad, pude ver lo que estaba en las paredes.
Era el rostro. ¿LO VISTE? ¿VISTE AL DEMONIO? ¿LO ESTÁS VIENDO AHORA? ¿LO VES? Eran frases escritas en todas las paredes.
Tras una semana en el hospital, supe que la mujer que me rescató era la tía de X. Me contó que los padres de X habían muerto y que todo su dinero le había quedado a él. Me dijo que estaba eternamente agradecida conmigo por procurar ser amigo de X. Aparentemente, era una ser bastante perturbado por la muerte de sus padres y se rehusaba a tomar el medicamento que lo ayudaría a superar su luto traumático.
Aún puedo ver el rostro. Todo el tiempo. Cuando parpadeo. Cuando duermo. Solo quiero que se vaya.
Loco o no, X tenía razón. Vi al demonio, y su rostro es naranja y blanco.
Mmmm… No.
muy buena!!!
Muy buena creppy Hery