Durante la Guerra Fría, las superpotencias libraron una carrera al manto terrestre a través de los pozos superprofundos. La Península de Kola, situada al borde del Círculo Ártico, asemeja al paisaje de un cuento de hadas. Pero, en la belleza natural del lugar contrastan los restos de una antigua instalación de investigación soviética. Particularmente una base de cemento sobre la que descansa una tapa de metal asegurada con pernos gruesos y oxidados. Para muchos, esta es la puerta de entrada al infierno. Su nombre oficial es pozo superprofundo de Kola, el agujero más profundo excavado por el hombre en nuestro planeta.
En Marcianos ya te compartimos un relato de terror inspirado en este agujero ruso. Sin embargo, los rumores locales dicen que allí es posible escuchar los lamentos de almas torturadas en el infierno. El pozo se adentra en las entrañas de la Tierra a lo largo de 12.2 kilómetros, y es tan profundo que los soviéticos demoraron dos décadas en terminarlo.
Además del pozo superprofundo de Kola, existen otros agujeros semejantes en la Tierra. De hecho, durante la Guerra Fría las superpotencias compitieron para perforar lo más profundo posible en la corteza terrestre. La ambición de estos proyectos era tan grande que se hablaba de llegar al manto.
Los pozos superprofundos y la carrera para llegar al manto terrestre.
Actualmente, los japoneses tienen la intención de retomar la ambiciosa misión de cavar hasta el manto terrestre. Un emprendimiento que quedó en pausa desde la década de 1980. Así lo reveló Uli Harms, del Programa Internacional de Perforación Científica Continental (ICDP). En su juventud, Harms trabajó en la excavación alemana “rival” del pozo superprofundo de Kola. Y recuerda que “definitivamente existía una competencia. Una de las principales motivaciones era la total hermeticidad con que los rusos manejaron sus actividades”.
El objetivo principal del nuevo proyecto nipón, según Sean Toczko, director del programa en la Agencia Japonesa de Ciencia y Tecnología Marina-Terrestre, es la obtención de muestras reales del manto tal y como se encuentra ahora. “Es posible que en sitios como Omán encontremos el manto cerca de la superficie, pero es el manto de hace millones de años”. Toczko hace una analogía diciendo que es como tener un dinosaurio vivo y huesos fosilizados de dinosaurios.
Al igual que la carrera espacial, la exploración de esta “frontera profunda” requirió de proezas de la ingeniería, tecnología de vanguardia y hacer las cosas bien. Básicamente, los científicos se aventuraron en un territorio completamente desconocido. Y es que, a través de esos pozos superprofundos, obtendrían rocas que probablemente tenían el mismo valor científico que cualquier cosa que la NASA trajera de la Luna. La única diferencia es que los estadounidenses perdieron. Aunque, lo más justo sería decir que nadie ganó.
Los primeros pozos superprofundos.
Los científicos estadounidenses fueron pioneros en intentar explorar las profundidades de la Tierra. La renombrada American Miscellaneous Society tomó la iniciativa a finales de los años 50. Su plan para cavar en la corteza terrestre hasta llegar al manto se conoció como el Proyecto Mohole en honor a la Discontinuidad de Mohorovičić, que marca el límite entre la corteza y el manto.
En lugar de perforar un agujero extremadamente profundo, la expedición estadounidense buscó un punto de entrada navegando por el Océano Pacífico partiendo desde Guadalupe, en México. La ventaja de perforar en el océano es que la corteza terrestre es más delgada allí. Por supuesto, hablamos de regiones cuya profundidad es abrumadora.
En 1970, los soviéticos comenzaron su propia perforación en el Círculo Polar. Por otro lado, los alemanes hicieron lo propio en 1990. El Programa del Sondeo Profundo Continental (KTB) se ejecutó en la región bávara, donde finalmente se llegó a 9 km de profundidad. Y, al igual que con la misión a la Luna, el desafió de estos proyectos resultó mayúsculo.
Proyecto Mohole.
Las tecnologías requeridas para el éxito de estas empresas tuvieron que desarrollarse prácticamente desde cero. En los albores de 1960, la perforación de petróleo y gas en aguas profundas era un sueño. Pero, en esa época el proyecto Mohole comenzó a perforar el fondo del océano. Por eso, los ingenieros tuvieron que improvisar e instalaron un sistema de hélices a los costados del barco de perforación para mantenerlo estable sobre el agujero.
Lastimosamente, todos los esfuerzos fueron en vano. Además de las falsas partidas también se toparon con numerosos bloqueos. Otro desafío era la alta temperatura de funcionamiento de las máquinas, el costo y el clima político. Todo esto impidió que los científicos alcanzaran mayores profundidades y rompieran el récord del agujero más profundo ya excavado.
Dos años antes de que Neil Armstrong caminara sobre la Luna, el Congreso de los Estados Unidos canceló la financiación del Proyecto Mohole cuando los costos superaron las expectativas. Los pocos metros de basamento que entregaron costaron a las arcas públicas alrededor de 40 millones de dólares en valores actuales.
Pozo superprofundo de Kola.
Así llegó el turno al pozo superprofundo de Kola. Esta perforación no se detuvo hasta 1992, cuando la temperatura alcanzó los 180°C. Era el doble de lo que se esperaba para esa profundidad, y una perforación más profunda dejó de ser factible. El colapso de la Unión Soviética dejó sin financiamiento al proyecto, y tres años después toda la instalación quedó abandonada. Actualmente, el centro de investigación es una atracción turística.
El mismo destino sufrió el pozo alemán. La atracción turística de nuestros días es la enorme perforadora. Además, adaptaron la zona para convertirla en un planetario e incluso se montó una galería de arte.
Un nuevo viaje al centro de la Tierra.
Es difícil no imaginar que esta nueva carrera hacia el manto terrestre es una actualización de “Viaje al centro de la Tierra”, el famoso libro de Julio Verne. Aunque no anticipan descubrir una cueva secreta con una población de animales extintos, a los científicos les gusta referirse a sus esfuerzos como “expediciones”. Damon Teagle, profesor de geoquímica en la Universidad de Southampton, en Reino Unido, afirma que estas misiones son comparables a la exploración planetaria.
Teagle sigue muy de cerca el nuevo proyecto de perforación liderado por los japoneses. “El desafío es que nunca sabemos lo que vamos a encontrar”. “En el Agujero 1256, fuimos los primeros en ver la corteza oceánica intacta. Nadie hizo eso antes. Fue realmente emocionante. Siempre hay sorpresas”.