El Museo del Falo en Islandia

Después de tantas expediciones etnográficas, revoluciones artísticas, sucesos históricos y apropiaciones culturales de los últimos siglos, estamos en posición de afirmar que existe un museo para prácticamente cualquier cosa que nos resulte mínimamente interesante.

Sin embargo, un museo en Reikiavik, la ciudad capital de Islandia, se destaca por su enorme acervo de un tema considerado, como mínimo, peculiar (aunque indudablemente de interés público): el pene. El Museo del Falo se convirtió en toda una atracción turística en esta densamente poblada ciudad islandesa.

La colección alberga un total de 285 ejemplares del miembro reproductor masculino de los animales más diversos como caballos, ballenas, focas, bueyes, ratones, jirafas y cabras – cabe aclarar que solo existe un miembro humano en exhibición en este lugar. Más allá del mero hecho de saciar la curiosidad y el interés por conocer los tipos más exóticos de órganos viriles en la naturaleza, el museo tiene el detalle de ofrecer a sus visitantes una explicación sobre el funcionamiento de los órganos reproductores más diversos.

Un gran porcentaje de los 30 mil visitantes que acudieron al museo en el 2015 está representado por turistas.

Esta “colección” se sostiene gracias al historiador y fundador del museo Sigurour Hjartarson que la empezó en 1974, cuando se ganó un látigo fabricado con el miembro de un toro. Después obtuvo el pene de una ballena gracias a un amigo pescador, por lo que decidió empezar a constituir su acervo.

En total hay órganos de 93 especies diferentes, de los cuales el más grande corresponde al miembro de una ballena que tiene 1.7 metros de largo (el órgano completo puede alcanzar los tres metros) y el más pequeño al de un hámster, con apenas 2 milímetros.

Algunos de los ejemplares están rellenos, otros disecados o conservados en formol, y en el interior del museo también es posible encontrar una serie de obras artísticas inspiradas en el tema.

Pese al éxito del museo, ciertos métodos para la obtención de los ejemplares provocaron reacciones de alerta y repudio por parte de los organismos defensores de animales. Por ejemplo, una parte de los órganos que se exhiben en el museo provino de mataderos (como en el caso de los bueyes y otros animales rurales) y de pescadores de ballenas, obtenidos, según el dueño, antes de que la práctica fuera vetada en Islandia, en el año de 1986.

Este historial mantiene a los defensores de los animales alertas sobre alguna situación de crueldad o comercialización que pueda generarse en la colección del museo o incluso incentivarse desde la exposición. Los otros miembros presentes fueron donados por instituciones científicas. Puedes visitar su sitio aquí.