El origen de la vida y su eventual proliferación más allá de la Tierra, son misterios que nos aquejan desde que adquirimos la capacidad de raciocinio. Y en esta incesante búsqueda por respuestas, tal vez encontramos una nueva pista. Un grupo de investigadores en Harvard habría detectado proteína en un meteorito descubierto en Argelia hace tres décadas. ¿Por qué un descubrimiento así es tan relevante? Básicamente porque las proteínas son los ladrillos que conforman la estructura de las cosas vivas, y si lo piensas un poco… ¿qué haría una de ellas en el espacio?
Las proteínas y la vida.
Las proteínas están formadas por cadenas de aminoácidos y son moléculas muy grandes. Se encuentran en todos los seres vivos y resultan imprescindibles para diversas funciones celulares. Por ejemplo, en nuestro organismo las proteínas intervienen en el transporte del oxígeno y la aceleración de los procesos químicos. Existe un vínculo íntimo entre las proteínas y el concepto que los humanos tenemos de la vida.
La proteína localizada en el meteorito Acfer 086 recibió el nombre de Hemolithin. Aunque su estructura es similar a la observada en proteínas terrestres, la proporción de deuterio respecto al hidrógeno presente en la molécula no tiene símil con ningún otro compuesto existente en nuestro planeta.
Aunque hablamos de la primera molécula de proteína extraterrestre, en el pasado los meteoritos han transportado otros elementos relacionados con la vida. En diversas oportunidades los investigadores localizaron aminoácidos. En 2017, el mismo grupo de investigadores identificó la presencia de glicina en el meteorito de Argelia. Y creyeron que se trataba de una molécula aislada.
Sin embargo, en esta ocasión emplearon técnicas de avanzada para evaluar el material, y observaron que no era así. En el segundo análisis detectaron más moléculas de glicina. Además, encontraron que estas moléculas estaban ligadas a hierro y litio, un indicio de que los aminoácidos conformaban una proteína.
El futuro de la investigación.
Es importante aclarar que, en el medio científico, la investigación todavía se encuentra en fase inicial y debe pasar por la revisión por pares. En este proceso, otros especialistas evalúan el informe y sugieren revisiones. Los otros científicos sólo sirven como ayuda para evitar conclusiones sesgadas, mientras los responsables continúan con la investigación.
También existe la posibilidad de que hayan localizado no una proteína, sino un conjunto de átomos que parece una proteína. Esto se debe corroborar en la próxima etapa. Lo bueno de esta investigación es que otros científicos podrán emplear la misma tecnología para estudiar meteoritos que tengan indicios de aminoácidos en su composición.
En entrevista para Science Alert, la investigadora australiana Chenoa Trembley menciona que “la proteína se puede producir más fácilmente en el espacio a causa de la reducida gravedad”, por lo que la existencia de estas moléculas es muy probable en este lugar. De hecho, la idea ha sido comprobada por estudios conducidos en la Estación Espacial Internacional. Para la científica, empezar a encontrar evidencia sobre la existencia de proteínas es algo “emocionante”.
¿Prueba de una panspermia?
Y para los partidarios de la panspermia, la idea de localizar una molécula cósmica de proteína es excitante. Estos individuos están convencidos de que la vida surgió en todos los rincones del Universo, y que se valió de meteoritos, asteroides y cometas como medios de transporte. Creen que cada vez que uno de estos objetos impacta con un planeta con vida, dispara fragmentos impregnados de microorganismos que terminan migrando por el espacio hacia otros mundos. Por ejemplo, quizá algunas bacterias provenientes de Marte sobrevivieron en su viaje hasta la Tierra.
Desde una perspectiva lógica no tiene mucho sentido creer que las primeras formas de vida de la Tierra llegaron del espacio. Y es que esta idea implica un gran problema. Si la vida no surgió en la tierra, ¿dónde y cómo lo hizo? La hipótesis más simple es que el primer ser vivo de nuestro planeta nació aquí, pues el agua en estado líquido y el calor del Sol resultan fundamentales para el desarrollo lo que conocemos como vida.
Sin embargo, cuando hablamos de los “ladrillos” que conforman a los seres vivos las cosas son distintas. Si la investigación de Harvard comprueba la hipótesis, es posible que partes fundamentales de nuestros cuerpos posean una historia interestelar que contar.