La masacre de prisioneros de guerra en Utah es un episodio oscuro de la historia estadounidense. El 8 de julio de 1945 era un día rutinario en el campo temporal de prisioneros de guerra en Salina, Utah, Estados Unidos. Ubicada al final de Main Street, la instalación albergaba a 250 prisioneros de guerra alemanes. Esperaban su repatriación a Europa desde el 7 de mayo de 1945, cuando se formalizó la rendición de Alemania.
Como era un espacio pequeño, organizaron a los prisioneros en 43 tiendas de campaña esparcidas por el terreno. Y la vigilancia estaba a cargo de guardias apostados en torres circundantes. Al caer la noche, el soldado Clarence Bertucci subió hasta una de esas torres para relevar a su compañero y empezar el próximo turno.
A continuación, Bertucci tomó su ametralladora reglamentaria (una Browning M1919), le conectó una carrillera de balas y apuntó el cañón a la zona donde descansaban los prisioneros alemanes. Sin consideración o aviso alguno, disparó metódicamente 250 rondas alcanzando 30 tiendas de campaña. Todo el alboroto duró unos 15 segundos hasta que un cabo le quitó la ametralladora a Bertucci.
Para ese entonces seis prisioneros estaban muertos y otros veintidós heridos. Al final, otros tres alemanes morirían a causa de las lesiones.
Campos de prisioneros en prisioneros de guerra en Utah.
Estos campos de prisioneros en Utah se utilizaban desde la Primera Guerra Mundial. Frecuentemente albergaban tanto a ciudadanos alemanes como a otros prisioneros de guerra. Cuando los estadounidenses ingresaron a la Segunda Guerra Mundial, la ubicación parecía ideal para convertirlo en un campo de prisioneros de guerra.
Específicamente por su cercanía con Fort Douglas, que para ese entonces albergaba a la 38.ª Infantería. En el transcurso de la guerra, cientos de prisioneros alemanes terminaron en estos campos. Generalmente, los instalaban en tiendas de campaña por el poco espacio disponible. Además, los soldados destacados en estos campos realmente detestaban la tarea de cuidar prisioneros.
Guardias incapaces.
La indisciplina entre los guardias era algo común. Pues además de una lamentable calidad en su entrenamiento, tenían la moral baja. En los campos de prisioneros de Utah, los guardias eran descritos como individuos sin mentalidad, no intelectuales e incapaces. Muchos se emborrachaban y ni siquiera asistían a las guardias. Y en lugar de informarse sobre el desarrollo de la guerra, preferían leer cómics.
Les encantaba visualizarse como héroes y su mayor sueño era “disparar a un Kraut”. Conforme avanzó la guerra, estos campos de prisioneros conservaron a los guardias con más experiencia y mejor entrenamiento. Sin embargo, todavía quedaban muchos soldados con problemas de disciplina. Y Clarence Bertucci era uno de ellos.
Clarence Bertucci y la masacre de prisioneros de guerra en Utah.
Clarence V. Bertucci nació en 1921 en Nueva Orleans. Estudió hasta el sexto grado y se enlistó en el ejército en 1940. Para el momento en que perpetró la masacre llevaba cinco años en servicio, pero continuaba como soldado raso. Sus constantes problemas disciplinarios evitaban que ascendiera de rango. De hecho, en dos oportunidades enfrentó un consejo de guerra.
La única vez que sirvió en el extranjero fue con una unidad de artillería en Inglaterra. Duró ocho meses, hasta que su mal comportamiento provocó que lo transfirieran a Fort Douglas como guardia. Pese al desmesurado odio que profesaba por los alemanes, ejecutaba a sus deberes con relativa eficiencia.
Soldado rencoroso y frustrado.
Tras la masacre, se supo que Bertucci se sentía “estafado” porque no lo enviaban a combate. Además, en uno de los testimonios se supo que alguna vez dijo: “llegará el día en que tendré a mis alemanes. Ya tendré mi oportunidad”. Durante varios meses se calló la molestia que le producía el fin de la guerra. Además, le preocupaba que los prisioneros que “protegía” pronto regresarían a casa.
El 8 de julio, Bertucci se emborrachó, pero no reveló una sola pista de lo que planeaba. En el bar que frecuentaba, las meseras lo escucharon decir que algo “emocionante” sucedería aquella noche. Después, salió del bar y regresó al fuerte para hacer su turno. Cuando lo detuvieron, el soldado no mostró ningún tipo de arrepentimiento por su crimen.
El costo político de la masacre de prisioneros de guerra en Utah.
En su retorcida mente, la masacre estaba justificada pues las víctimas eran soldados alemanes. Lo internaron en un hospital local para hacerle una evaluación psiquiátrica. Mientras tanto, el ejército tuvo que lidiar con las consecuencias políticas y mediáticas de la masacre de prisioneros de guerra en Utah.
En una época de gran celebración, la noticia de que un soldado estadounidense masacró a nueve alemanes resultó un desastre para las relaciones públicas del país. Aunque no encontraron evidencia alguna de enfermedad mental, un tribunal militar declaró loco a Clarence Bertucci y se le envío a un hospital psiquiátrico en Nueva York.
Más allá de que murió en 1969, se sabe muy poco sobre lo que sucedió con este hombre o el tiempo pasó internado en el hospital.
Alemanes masacrados en Estados Unidos.
Las víctimas de la masacre, cuyas edades oscilaban entre los 24 y 48 años, fueron sepultadas en el cementerio de Fort Douglas. Los ataviaron con el tradicional uniforme caqui que usan los militares estadounidenses y los sepultaron con honores militares. Sobre los ataúdes no colocaron banderas, pues el nuevo lábaro alemán no estaba disponible.
Las lápidas instaladas sobre sus tumbas en el cementerio militar se distinguen por la fecha la muerte. Los soldados que sobrevivieron regresaron a Europa cuando recibieron el alta médica. La masacre perpetrada por Clarence Bertucci marcó un triste final para la exitosa gestión de los campos de prisioneros en territorio estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial. Hasta ahora, todavía se recuerda como la peor masacre en un campo de prisioneros de guerra en la historia de los Estados Unidos.
En 1988, la Fuerza Aérea Alemana financio una restauración al monumento conmemorativo en el cementerio de Fort Douglas. Organizaron una conmovedora ceremonia el tercer domingo de noviembre (día de luto nacional en Alemania) y volvieron a dedicar la estatua a la memoria de los prisioneros que perdieron la vida.
¿De esto no hay película de los ridículos de Hollywood? ¿No verdad? Casí se me olvida que los estadounidenses sólo cuentan lo que quieren para que los «idolatren». Cuanto tiempo y todo lo que han de ocultar.
Lamentable lo que sucedió.
y ahora imaginate cuando cazaban indigenas y mexicanos en utah.