La historia que cuento a continuación es cerca de dos amigos de la infancia, José y Pablo. Los dos eran mexicanos y se dirigían con rumbo hacia San Juan, un pequeño pueblo en la selva de Chiapas.
Llovía mucho y los caballos ya estaban inquietos. Pablo divisó una cueva entre los árboles y exclamó: «Mira José, una gruta seca. Vamos a usarla como refugio hasta que la lluvia se calme.» José no dudó y siguió a su amigo a esta cueva. Una vez adentro, los dos se abrigaron y acomodaron sus caballos. La cueva era fría y José sintió un escalofrío que le recorrió la espalda. «Vamos a salir de aquí, Pablo, esta cueva me da escalofríos». Murmuró José temblando y con un evidente miedo. «¡Tonterías! Allá afuera podemos hasta hasta morir en ese temporal. Aquí estamos secos y seguros.» Refutó Pablo.
La lluvia no daba señales de cesar. José estaba impaciente y Pablo muy curioso con esta cueva. «Vamos a la parte de atrás, estaremos más seguros allí.» Dijo muy entusiasmado Pablo. «Estas loco, podemos perdernos en la oscuridad.» Protestó José «¡Cobarde! Vamos, sé un hombre al menos una vez en tú vida.» Amenazó Pablo con una sonrisa sarcástica. Aun temiendo por su vida, José siguió a su amigo hasta el fondo de la cueva. Pablo, yendo al frente, encendió una cerilla y quedó sorprendido por lo que vio. Tiradas en el suelo, había miles de monedas de oro y plata, e incluso un poco de joyería que reflejaba la luz de aquel fósforo. Entre todo este tesoro también había un esqueleto humano. Pablo lanzó una gran risa y grito. «Somos ricos José, o mejor dicho, soy rico José!» Volteando de inmediato hacia su amigo y apuntando su pequeña pistola Derringer directamente a la frente. Pablo dio una sonrisa y vio el pavor en los ojos de su amigo que suplicaba. «No Pablo, por el amor de Dios … somos amigos ….» Y un sonoro estruendo interrumpió la voz de José, y con un tiro certero, Plablo barnizó aquel lugar con los restos cerebrales de su amigo. «Ja, Ja, Ja … ahora el oro es sólo mío, todo mío.» Recogió el tesoro y lo puso en una bolsa, Pablo ya estaba pensando en que se iba a gastar todo aquel dinero.
El tiempo pasó y la lluvia finalmente se calmó. Con el tesoro debidamente empacado, Pablo dejó la cueva sonriendo y disfrutando, mientras se iba se dirigió al cadáver de su amigo y le dijo: «Lástima que no puedas divertirte con este dinero compañero.» Pablo puso la bolsa con el tesoro en la silla del caballo y se dirigió al pueblo. Una vez ahí, fue directamente a una pensión para abrir una cuenta. Con mucha euforia e impaciencia, Pablo fue a su habitación mientras que apenas podía contener su alegría. En el cuarto, el hombre cerró la puerta y tiró la bolsa en el suelo. Al abrirla, Pablo se enfrentó a una escena aterradora e inesperada. «¡No puede ser!» Agonizó el pobre. En lugar de un tesoro, encontró el cadáver rígido de su amigo José.
Está historia es muy conocida en los poblados rurales del sur de México, algunas veces el argumento cambia diciendo que los amigos iban directamente a buscar el tesoro, y que la avaricia de uno lo condujo a asesinar a su amigo, sin embargo, el desenlace siempre es el mismo, una especie de moraleja para aquellas personas que son capaces de hacer hasta lo impensable por el dinero.
muy buena!
Mmmh not bad
Muy buen relato..
Genial!! 😀
Excelente historia. Saludos 🙂