Ayer por la noche colocaba una pieza para imprimir como de costumbre, simplemente dejo que la impresora haga su trabajo después de la tercera capa. Tomo esta medida de precaución pues, generalmente, las boquillas de extrusión son muy estrechas, y no es nada raro que los cabezales de la impresora se tapen, pues la primera capa es contra la cama, para que la pieza se adhiera y no se mueva mientras va siendo creada, línea por línea y capa por capa por la máquina. La tercera capa es una señal de que la impresora funciona bien, así que me puedo ir a dormir y dejarla trabajando sola.
Mientras el cabezal de impresión se va moviendo, lentamente dibujando un patrón de líneas incomprensibles, casi invisibles en la cama de vidrio, se me vino a la mente el espectáculo que representa esta impresora 3D, un pequeño milagro de la tecnología que convierte una cosa que yo concebí en un plano virtual en un conjunto de átomos especialmente ordenados de forma que dan origen, en el mundo real, a algo que sólo existía en nuestra cabeza. Es tan, pero tan increíble, tan espectacular ver una escultura nacer de un plástico derretido que hoy, después de un año de tener mi primer impresora 3D y originar toda clase de cosas, aún quedo completamente maravillado, estupefacto por la forma en que esta máquina logra hacer esto, allí, frente a mis ojos, dentro de un cuarto cerrado, en la madrugada, durante semanas…
Me quedé hipnotizado por el movimiento electromecánico del cabezal de impresión, escuchando el tenue sonido de los motores y pensé que quizá mi hijo no se dé cuenta de este milagro como lo hago yo. Él nació en una época muy diferente a la mía. Aún suele sorprenderse cuando le digo que la televisión no siempre estuvo en la pared y que no era delgada, que era una caja de madera con una bola de vidrio al frente. Que anteriormente el teléfono tenía cable y colgaba de la pared. Muchas veces me mira con una expresión de incredulidad como si me quisiera decir “¿me estás tomando el pelo?”, como aquella vez que le conté que en el pasado todas las televisiones eran en blanco y negro y que no existían las de color. Ni las computadoras, ni las tablets y tampoco los automóviles.
Para él, todas estas cosas son completamente cotidianas. Todo es táctil, estas tecnologías virtuales son una conveniencia en la que ni siquiera pensamos. De hecho, justo ahora, hay miles de científicos intentando crear tecnologías que sean invisibles a nuestra percepción a pesar de que afectan directamente nuestra condición humana.
Dejé de pensar en mi hijo y en el mundo tecnológico que tenemos a nuestro alrededor para darme cuenta que yo tampoco noté los milagros cotidianos, simplemente porque cuando llegué ya estaban allí, las cosas ya eran de esa forma. La electricidad, uno de los más grandes milagros de la humanidad. Los antibióticos, antes una infección representaba un riesgo de muerte. El mundo atravesó y atraviesa constantemente pequeños milagros, puntos de mutación que alteran de forma brutal lo que creemos que comprende nuestra realidad. Solamente la generación que atestigua la experiencia de esta mutación tecnológica disruptiva se ve marcada por ella. Los que llegan después, en esa condición tan transitoria de nuestra vida, ven aquello como “normal” y se van a espantar con otros milagros sin jamás pensar en cómo llegaron hasta ahí. Incluso porque es un ejercicio complejo pensar en algo que no se conoció.
Piensa en un mundo sin teléfono, sin automóvil, sin energía eléctrica. Un mundo sin comodidades, sin las facilidades que tenemos en la actualidad. Hay cosas con las que me quedo completamente embobado pensando “oye, eso es un milagro y parece que nadie lo nota”. Por ejemplo, la tomografía computarizada. Una tecnología que puede mirar dentro de nosotros, sin los inconvenientes de tener que abrirnos.
Otra cosa, que se ha vuelto cotidiana, pero con la que me quedo completamente embobado: Google Earth. Usamos esta herramienta para ver cualquier lugar de la Tierra, y me resulta inevitable pensar en los miles de cartógrafos que se jodieron, que perdieron sus vidas intentando hacer mapas rudimentarios de rocas en el mar. Pasando frío, hambre, atravesando por toda clase inimaginable de penurias, navegando en lo desconocido sin saber lo que iba a suceder, para poder dejar a las próximas generaciones el conocimiento de cómo eran las cosas. Hoy hacemos un clic y tenemos fotografías del lugar. Mañana quien sabe, quizá podremos observarlos en vivo.
Con un simple botón escuchó una sinfonía de Beethoven. ¿Alguna vez te has detenido a pensar que no hace mucho tiempo, para que una persona pudiera escuchar una sinfonía necesitaba reunir a una orquesta entera? Un botón. Un miserable botón.
¿Y las videollamadas? Puedo hablar con mi hermana a los Estados Unidos como si estuviera en el otro cuarto. Un botón.
¿Y las baterías recargables? Maldita sea, qué clase de brujería es esa. Suelo observar este minúsculo cilindro sin poder evitar pensar: ¿porque no estuviste en mis manos en los años 80, desgraciada? En aquella época arrojábamos las pilas alcalinas al congelador para ver si se recargaban un poco. Sí, en aquella época creíamos en toda clase de cosas sin fundamento, como guardar la Coca Cola con una cuchara sobre la boca de la botella porque el vecino decía que el gas “regresaba”.
Ahora, si hay algo que verdaderamente me asusta es el GPS. Una porquería en una pantalla pequeñísima en tu automóvil te dice a dónde tienes que ir. El grado de sofisticación para que una cosa como esta se haga realidad es inconmensurable. Basta recordar que hace unos pocos siglos nos movíamos con tracción animal. Si el caballo ya no quería andar, estabas atascado. El simple acto de apretar un botón en una caja y calentar tu comida (hablo del microondas) sin fuego es más que impresionante. ¿Y qué me dicen de la impresora láser, han visto la calidad de impresión de una impresora de esta clase? Incluso hay de colores, la calidad es maravillosa.
Ahora piensa en el pobre de Gutenberg recurriendo a una prensa de madera enorme y desajustada de 2 metros para imprimir una Biblia entera, página por página. Aquello ya era súper tecnológico, pues antes un monje tenía que perder la mitad de su vida copiándola a mano, usando tinta en polvo y una pluma. Copistas… que por su parte también eran una clase de milagro, pues antes de eso saber leer y escribir era para muy pocos.
Hay milagros esparcidos por todos lados, y ni siquiera nos damos cuenta de ello. Al contrario, nos dejamos arrastrar por pequeños torbellinos de nuestro cotidiano, que succionan nuestra conciencia y reflexión hacia un eterno remolino de atraso. Falta de dinero, saneamiento básico defectuoso, desempleo, crímenes. Para muchos es como si no existieran. A pesar de todos los milagros, a nadie le importa.
chido post, una duda ya que estan con lo de la impresora 3D lugares que recomienden para imprimir en 3D en el df y que sea barato? son piezas pequeñas
El office depot, los que tienen impresora 3d no es tan caro como en otros lugares y salen bien pues me parece que es impresión a doble laser.
Muy buen articulo, ya habia reflexionado sobre esto. Vivimos en una epoca de grandes avances tecnologicos aunque sigo esperando los autos voladores que salieron en «Volver al futuro II»
Hay una conferencia del expresidente de Uruguay (José Mujica) que dio en una Universidad en México (no recuerdo el nombre), en la que explica muy atinadamente algo como lo que mencionas.
Reflexiona que cada uno de nosotros recibe en el instante en el que nace en forma «gratuita» todos los avances de la humanidad, por el que otros han pagado con esfuerzo, e incluso la vida, para que el resto de la humanidad en este preciso momento los pueda disfrutar. Lo cual nos compromete con la especie, para que dentro de nuestro campo tratemos de aportar nuestro granito de arena a contribuir con este capital humano que es el conocimiento.
Pues comparto la mayor parte de tu comentario en que veamos los pequeños milagros y dejemos de quejarnos por cosas que el llama pequeños torbellinos, pregunto la exigencia de una buena calidad de vida es insulso o un «pequeño torbellino» de esas necesidades de el bienestar de las personas es que ha habido tal cantidad de mejoras en este mundo que tu llamas «pequeños milagros» yo los llamaría grandes avances de la humanidad muchos es estos inventos son en pro de la generalidad del conocimiento y el bienestar, otros no tanto pues el primer conocimiento que la gente común tuvo de ellos fue en las peores circunstancias la tecnología de uso militar causante de grandes homicídios e gasto en esas tecnologías es mucho más caro que intentar garantizar el bienestar común de la gente, pero que bien que hay una buena parte de esos «pequeños milagros» que nacieron y son usados para un mejor futuro de la humanidad, que chido o no?
No son milagros, son producto de la necesidad y el ingenio de personas brillantes. ¿Milagros? Bah
Y qué decir del milagro mas milagroso de todos los milagros? Antes, no hace mucho, vivíamos perfectamente sin él, pero hoy en día, quién diablos puede pasar más de un día sin internet??
Interesante el post y muy a favor de la idea pues también me lo he planteado un innúmero de veces, sin embargo, a las cosas por su nombre. Llamar milagro a estas maravillas creadas por el hombre es otorgarle todo el crédito a una entidad divina y sobretodo acentuar que estas maravillas siempre fueron aprobadas por los diligentes del Divino (Dios o como quieran llamarle).
WOW, otro nivel, realmente vivimos y somos pequeños milagros, gracias.