Las mentiras que decimos a nosotros mismos nos sirven para justificar acciones o convencernos de algo que no corresponde a la realidad. Otras veces lo hacemos simplemente para “esquivar” alguna responsabilidad en situaciones específicas. Es un hecho que cada una de las personas que conoces se miente a sí misma. No importa la cultura, condición socioeconómica o nivel académico.
El concepto de mentira está fuertemente asociado con algo que decimos al resto. Aunque, mentirnos a nosotros mismos es más común de los que suponemos. La mayoría de esas mentiras tienen que ver con las emociones, y con el impacto que dichas emociones tienen en nuestras relaciones sociales y metas de vida.
Increíblemente, estudiar esas mentiras que decimos a nosotros mismos es complicado. Cuando preguntas a las personas sobre el tema, la mayoría (quizá inconscientemente) no responde con sinceridad. Incluso porque resulta más fácil evaluar a otros que a nosotros mismos. “¡Por supuesto! Todos mienten… excepto yo. Jamás lo haría”.
El Dr. Seth Meyers, un psicólogo clínico con sede en Los Ángeles, California, identificó las tres mentiras que decimos a nosotros mismos con mayor frecuencia. Sigue leyendo para que te enteres de cómo se mienten los otros, porque tú nunca lo harías, ¿verdad?
Convencerte de que una disculpa lo soluciona todo.
La auto mentira más frecuente tiene que ver con el convencimiento de que una simple disculpa resuelve las cosas. No malinterpretes a Meyers, pues el psicólogo admite pedir disculpas tras una equivocación es importante. Sin embargo, no es una “solución única y perfecta”. Es un error convencernos de que, como ya pedimos disculpas, el daño o perjuicio que le provocamos al prójimo desaparecerá. A menudo, lo único que desaparece es la confianza que la otra persona depositó en nosotros.
Decirte que sientes ira, cuando realmente experimentas dolor.
La segunda mentira que decimos a nosotros mismos es que sentimos ira, cuando muchas veces se trata de dolor. En la psique humana, confundir las emociones es un error frecuente. Pero al hablar de ira, que supuestamente nos impulsaría a actuar con más rudeza, realmente nos referimos al sentimiento de desamparo y vulnerabilidad. Es difícil reconocerlo, pero sucede todo el tiempo.
¿Recuerdas aquella vez que terminaste con tu ex o te peleaste con tu mejor amigo? Aunque la ira puede ser un sentimiento comprensible, pregúntate si la ira era la raíz de todo eso que sentiste. Los humanos tenemos la capacidad de experimentar un mosaico de emociones en cadena, e identificar cada una de ellas si somos conscientes y honestos con nosotros mismos.
Convencerte de que el dinero se traduce en felicidad.
La última mentira tiene que ver con el dinero. Quizás influenciados por la cultura, muchos individuos se convencen a sí mismos (o al menos lo intentan) de que el dinero y otra clase de bienes materiales es lo que produce felicidad. A esa “venta de sueños y fantasías” ha abonado muchísimo el fenómeno de las redes sociales.
Sin embargo, en la mayoría de los casos, cuando ganas la lotería o te cambias de casa, lo que sigue es… infelicidad. Muchas veces acompañada de desilusión. Meyers dice que debemos hacer a un lado las fantasías y disfrutar lo que ya tenemos.