Un innovador estudio del Instituto de Medio Ambiente de la Universidad de Adelaide, publicado en la revista Nature, reveló un fascinante fenómeno sobre la avifauna de Nueva Zelanda. Dos montañas en el país, el Monte Aspiring en el sur y la cadena montañosa Ruahine en el norte, se convirtieron en refugios para las poblaciones finales de varias especies de aves no voladoras, evitando así la interferencia humana.
Los investigadores analizaron seis especies de moa, aves extintas que no volaban y se encontraban solo en Nueva Zelanda. Estas especies, aunque divergentes en ecología, demografía y épocas de extinción, tenían un comportamiento sorprendentemente parecido. Y es que desplazaron sus poblaciones restantes a estas dos áreas en específico.
Para realizar esta investigación, los científicos combinaron modelos computacionales avanzados con registros fósiles extensos, datos paleoclimáticos y reconstrucciones innovadoras sobre la colonización humana en Nueva Zelanda. Este método permitió rastrear dinámicas de población de una manera anteriormente imposible, ofreciendo una perspectiva única sobre patrones de extinción.
Los investigadores postulan que estas montañas sirven como santuarios debido a su aislamiento y menor impacto humano, a pesar de sus temperaturas más bajas. Aquí, especies como el calamón takahe de la Isla Sur, el rascón weka y los kiwis encuentran su última morada. También albergan a las últimas poblaciones continentales del kakapo, una especie críticamente amenazada.
Refugios históricos de especies en peligro de extinción.
Este estudio ofrece enfoques clave para la conservación de aves no voladoras en Nueva Zelanda, subrayando la necesidad de proteger áreas remotas y salvajes. Damien Fordham, profesor de la Universidad de Adelaide y coautor del estudio, remarca que, al superar desafíos logísticos del pasado, podemos aprender más sobre la extinción en islas, donde los registros fósiles y arqueológicos son limitados.
Las montañas del Monte Aspiring y la cordillera Ruahine se presentan no solo como refugios históricos sino también actuales para estas especies. El estudio provee un método importante para entender los fenómenos de extinción en entornos insulares, algo crucial dado que la mayoría de las islas del Pacífico comparten esta característica de registros limitados.
Los hallazgos subrayan un aspecto esencial: la conservación exitosa puede depender más de la preservación de hábitats aislados que de la adecuación del hábitat per se. La investigación demuestra que, aunque menos que ideales en términos climatológicos, estos santuarios naturales ofrecen un refugio crítico contra la intervención humana y otras amenazas.
La protección de estas áreas proporciona no solo un refugio para las especies en declive sino también un laboratorio natural para futuras investigaciones sobre las dinámicas de la extinción y conservación. Así, continúan las investigaciones para ofrecer nuevas perspectivas y soluciones en el campo de la biología y ecología de la conservación en Nueva Zelanda y más allá.
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