La trágica historia de Luther McCarty y el misterio de la luz etérea

Luther McCarty tuvo una misteriosa cita con el destino el 24 de mayo de 1913. Fecha que quedó marcada en la historia del boxeo como un día que trascendió las expectativas de todos los presentes. Nadie imaginó los alcances de los acontecimientos que se desarrollaron aquel día. Dos años antes, una joven promesa del boxeo debutaba en la categoría de peso pesado. Para muchos, era la “Gran Esperanza Blanca”.

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Con guantes de cuero y determinación en los ojos, Luther McCarty tuvo un acenso meteórico en el pugilismo. Aunque era muy joven cuando ingresó a la disciplina deportiva, ya lucía un físico envidiable. Pero, cuando alcanzó la mayoría de edad presumía una estatura de 1.95 metros. Talla que impulsaba un devastador gancho izquierdo con un alcance de dos metros. La tarde del 7 de enero de 1911, a la temprana edad de 18 años, debutó profesionalmente contra Watt Adams, ganando con un espectacular nocaut en apenas dos asaltos.

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Ese mismo año, “Lute”, como lo apodaban los aficionados, libró siete batallas más en el cuadrilátero. La primera de estas, frente a la leyenda Joe Grim, famoso por su mandíbula de acero, culminó en empate. Aquella pelea fue todo un espectáculo donde el joven boxeador pasó la mayor parte del combate intentando machacar al “hombre más duro sobre la Tierra”. En las otras seis peleas, solo una no finalizó con el contrincante besando la lona. Luther McCarty era una autentica máquina de nocauts.

Luther McCarty, el campeón de los pesos pesados.

La fama del boxeador se consolidó en 1912, estableciendo las bases para lo que se convertiría en una brillante carrera. Inevitablemente, las comparaciones con leyendas como John L. Sullivan comenzaron a propagarse, pues el futuro para este pugilista lucía más que prometedor. Extrañamente, su destreza en el ring no concordaba con su experiencia. A lo largo de 1912, enfrentó oponente tras oponente, dejando una estela de victorias aplastantes. Ni los mejores pesos pesados de la época eran rivales para su poderío.

Para el año de 1913, el dominio de Luther McCarty era tal que incluso pactaron una pelea por el título de los pesos pesados. El campeón, Al Palzer, cayó frente a la imponencia de McCarty en un combate que culminó con un nocaut técnico en la decimoctava ronda. Al Palzer se llevó el reconocimiento de que, aunque recibió una paliza, resistió mejor que muchos otros. Y la carrera de McCarty continuó, con varias revanchas que arrastraba de 1911.

Entonces, los promotores vislumbraron la pelea del siglo entre él y Jack Johnson. Lamentablemente, McCarty nunca tuvo la oportunidad de medirse con el otro coloso de su era.

La muerte de Luther McCarty.

El destino tomó un giro inesperado cuando Luther McCarty se enfrentó a Arthur Pelkey en una defensa de título programada. Mientras se presentaban ante una audiencia de seis mil almas, un ministro local promocionaba una colecta para la iglesia. La campana dio inicio a la pelea, pero la tragedia acechaba en la primera ronda. Un ligero golpe de Pelkey en el área cardiaca de McCarty lo mandó a la lona, completamente inconsciente.

La muerte de Luther McCarty

El réferi, Ed Smith, solicitó asistencia médica de inmediato. Sin embargo, ocho minutos después Luther McCarty era declarado clínicamente muerto. Pelkey compartió la confusión y angustia de todos los presentes en aquella arena de boxeo. El informe médico derivado de la autopsia reveló que la causa de la muerte probablemente era un trauma previo que el boxeador sufrió mientras practicaba equitación. Pero, lo que volvió inmortal a esa pelea no fue solo la tragedia que se desarrolló en el ring, sino un fenómeno inexplicable.

El misterio de la luz etérea.

Mientras el árbitro contaba, un rayo de luz etérea iluminó el cuerpo inmóvil de McCarty. Un destello luminoso en medio de la oscuridad. Los asistentes quedaron perplejos ante este misterioso acontecimiento. La única fotografía que capturó ese haz de luz viene generando controversia desde entonces. Y aunque existen muchas dudas sobre su autenticidad, muchos testigos afirmaron que presenciaron un fenómeno genuino.

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Aquel lugar, el Tommy Burns Arena, no solo fungió como escenario esta inexplicable luminiscencia. Según la leyenda, el establecimiento ardió hasta los cimientos al día siguiente. La muerte de Luther McCarty dejó una huella imborrable en la historia del boxeo, no solo por la tragedia que marcó su fin. También por ese rayo de luz que parecía trascender la realidad. Un relato que perdurará, suscitando preguntas sobre el origen y significado de esa inexplicable luminosidad.

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