La maldición de la inmortalidad

Corría el año 2080. Aún recuerdo con mucha claridad a la presentadora del noticiero replicando la información. Un grupo interdisciplinario de científicos había descubierto, casi por casualidad, el secreto de la inmortalidad. Y no sólo la inmortalidad celular. Con la inoculación de ciertas sustancias químicas en el cuerpo, literalmente adquirimos la incapacidad de morir.

ciudad del futuro(2)

El mundo entero se mostró extasiado. La sola posibilidad de no vernos a nosotros mismos, o a nuestros seres queridos, envejecer y morir era suficiente para soñar con el paraíso. Los humanos jamás tendrían que volver a dar un pésame y el duelo quedaría en el olvido.

Evidentemente, surgieron ciertas preocupaciones. Los más viejos consideraron que el aburrimiento de una rutina eterna sería lo peor. Desestimaron su preocupación diciendo que eran la clase de persona que jamás invitaría a una fiesta. Además, la inmortalidad no sería una condición irreversible. Si lo deseabas, podías vivir cientos de años como un joven enérgico hasta que tomaras la decisión de retornar a una condición de mortal. Una inyección solucionaría todo.

Pero, otros temían que la población creciera de una forma tan desmedida que el planeta se hiciera inhabitable. Democráticamente, los humanos alcanzaron una solución justa para todos aquellos que deseaban concebir. Se les autorizaba a tener hijos, máximo dos, con la condición de que, padre y madre, renunciaran a su propia inmortalidad.

El acceso universal a la inmortalidad era una preocupación mucho más realista, pero también lo superamos. En pocos años el costo disminuyó drásticamente. Al punto que la inmortalidad se consideró una necesidad humana fundamental y los gobiernos la ofrecían gratuitamente por todo el mundo.

Con excepción de algunos aspectos, todo parecía perfecto. Pero los humanos poseen una condición natural por arruinarlo todo. La debacle empezó cuando las personas se percataron que podían emplear la inmortalidad de sus semejantes en su contra. La tortura se convirtió en una actividad permanente, casi sin liberación. Sin la muerte, los humanos se deshicieron de ese último ápice de misericordia que otorga la naturaleza a una víctima de sufrimiento.

Cada fantasía, por más enfermiza y cruel que fuera, se convirtió en una realidad. En los noticieros se volvieron comunes los casos de personas encerradas en sótanos, castigadas durante décadas. Y la guerra no se terminó, aunque el objetivo ya no era matar, pues eso era prácticamente imposible.

En cambio, los combatientes se enfocaron en infligir el mayor grado de sufrimiento. Para muchos, aquello que alguna vez se pensó como un paraíso, en realidad es el infierno sobre la Tierra.

6 comentarios en “La maldición de la inmortalidad”

  1. Y también encontraron la manera de que recursos fueran infinitos? En este tipo de historias siempre me viene a la mente eso y como nadie lo toma en cuenta jajaja

  2. Buena historia y si llegara a pasar el mundo convertido en un infierno de sádicos y sociopatas prepotentes inmortales pero con la limitante que un daño grave en el cuerpo te matará peor aún la avaricia incrementaría los costos de todo a niveles colosales un inmortal con frío, sed, hambre y dolor es un infierno morir siempre es una obcion lógica ante la vida eterna guerras que al final dejen sin vida al planeta y solo queden humanos inmortales solos aburridos de lo mismo por milenios pocos aguantaran pocos quedarán ninguno vivirá pues eso ya no es vida desde que eligieron la inmortalidad pasaron a ser el entorno del plano de la vida

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *