La picadura que más vidas se cobra en todo el mundo es la del mosquito, razón por la que merece una atención especial por parte de los investigadores. Después de todo, a través de esta picadura es que se transmiten enfermedades como la malaria, el dengue y el zika. Cuando logramos atrapar a un mosquito que ha tenido la osadía de picarnos, lo único que podemos ver es un “tubo” que utiliza tanto para perforar nuestra piel como para succionar la sangre. Sin embargo, esta estructura es mucho más compleja de lo que parece, pues integra varias partes con diferentes funciones.
Aunque a simple vista parezca nada más que una aguja, la probóscide del mosquito se compone de seis estructuras. Cada una de estas es responsable por una parte de la picadura: perforar la piel, mantener el tejido separado, localizar los vasos sanguíneos, succionar la sangre e inyectar saliva como anticoagulante. Vamos, es una especie de navaja suiza.
Solo las hembras pican, pues requieren de sangre para poder producir sus huevos. Ellas son las responsables de esparcir enfermedades como la malaria, el dengue, la chikungunya y el zika. Y mucho de ese éxito en la trasmisión de enfermedades se debe a la efectividad de su picadura.
Seis agujas.
Cuando una hembra de mosquito perfora la piel, la protección de la probóscide se retrae para permanecer fuera de nuestro cuerpo. Dos de las agujas, conocidas como maxilares, son responsables de perforar la piel, con movimientos arriba y abajo como si se tratara de una sierra.
El siguiente par de agujas, las mandíbulas, mantienen el tejido abierto para que el labro pueda localizar y perforar un vaso sanguíneo. “Los mosquitos no encuentran vasos sanguíneos por casualidad”, afirma el bioquímico Walter Leal, de la Universidad de California. La punta del labro tiene receptores que perciben la concentración de sangre, y así ayudan a guiarlo hacia su objetivo.
Uno de los receptores del labro es el 4EP, recientemente identificado por un investigador que trabaja en colaboración con Leal, Young-Moo Choo, quien espera que su descubrimiento pueda revolucionar la industria de los repelentes de mosquitos.
El labro también sirve como un popote para succionar la sangre. Cuando la hembra se está llenando de sangre, empieza a filtrar las células rojas del plasma, y se libra de la parte liquida trasparente. De esta forma logra acumular lo que más le interesa.
“Las células rojas representan una gran fuente de componentes proteicos”, dice Luckhart. Al eliminar el agua, logra extraer entre cinco y diez veces más sangre de la que tendría si no tuviera el filtro.
Ya la última aguja, conocida como hipofaringe, inyecta la saliva del mosquito en nuestro torrente sanguíneo. Esta saliva contiene anticoagulantes que permiten mantener la sangre fluyendo. Si esta sustancia no estuviera presente, la sangre se coagularía rápidamente al contacto con el aire. Además, bloquea nuestra respuesta inmunológica y lubrica la probóscide.
El gran problema para nosotros es que la saliva suele contener virus y enfermedades terribles.
Una dosis de virus.
“Los mosquitos infectados liberan dosis muy variadas, que pueden ir de un virión a 10 mil viriones”, explica el virólogo Lark Coffey, también de la Universidad de California. Un virión es una única partícula viral fuera de la célula huésped.
“El número necesario de viriones para infectar ratas en laboratorio puede ser de apenas uno. En teoría, uno puede ser suficiente para provocar enfermedades como el dengue”, afirma Luckhart y agrega un dato aún peor: “en 20 minutos pueden llegar al hígado. Es un proceso muy rápido”.
Los mosquitos no ganan nada transmitiéndonos enfermedades. No son más que huéspedes intermediarios. De hecho, ni siquiera necesitan tanto de nosotros para existir. Los primeros organismos parecidos con mosquitos existieron hace 200 millones de años, mucho antes que los primeros seres humanos.
Simplemente vieron en los seres humanos una oportunidad inigualable de conseguir mucha sangre, además de aprovechar nuestros basureros y depósitos de agua para depositar sus huevos.
¿Cómo nos localizan?
¿Entonces, cómo es que las hembras logran localizar una fuente de sangre con tanta facilidad, en lugar de salir a ciegas a picar objetos inanimados? Cuentan con más de 150 receptores – proteínas en sus antenas y probóscide que les ayudan a localizar a la víctima. Estos receptores también le indican el lugar ideal para que deposite sus huevos.
Sus fuentes de sangre, como los mamíferos y aves, dejan un rastro que es captado por estos receptores. Por ejemplo, el mosquito Anopheles, trasmisor de la malaria, detecta el dióxido de carbono exhalado por nosotros, una vez que se aproxima lo suficiente logra detectar el calor de nuestro cuerpo y las sustancias liberadas por nuestra piel.
Esas sustancias liberadas por la piel, conocidas como ácidos grasos volátiles, son las responsables de que algunas personas atraigan a más mosquitos que otras. “Los ácidos grasos volátiles varían de una persona a otra. Presentan diferencias entre hombres y mujeres e incluso por aquello que comemos. Estas pistas son diferentes para cada individuo. Probablemente no hay solo una o dos. Es una combinación de varias que nos hacen más o menos atrayentes para el mosquito”, dice la investigadora Shirley Luckhart, de la Universidad de California.
Si tienes el estómago, aquí te dejamos este video que muestra la picadura del mosquito a detalle.
osea, te comen desde dentro y luego se defecan donde te comieron…. hijos de ….
Restaurante con baño…
Que asco, y solo pensar que nos todos los dias.
fascinante