Un imitador de voz podría encontrar en el software para producir deepfakes el complemento ideal a su talento. No únicamente imitaría la voz, sino también el rostro de cualquier persona. Esta es una pequeña prueba de la época sombría en que vive la humanidad: a medida que se perfeccionen los algoritmos de deepfake, será cada vez más difícil distinguir entre la mentira y la verdad.
El perturbador concepto de deepfake.
Básicamente, los deepfakes son videos falsos en los que un individuo parece estar haciendo o diciendo algo que nunca hizo o dijo. El software responsable ha hecho que estas manipulaciones sean mucho más accesibles, y en muchos casos resulta complicado distinguir un vídeo falso una filmación real.
El video publicado por Meskimen es apenas una «inocente probadita» de lo que se puede lograr con esta tecnología. El imitador aparece recitando el texto «Pity the Poor Impressionist» («Ten pena del pobre imitador») con la voz y el rostro de 20 celebridades distintas: Robert De Niro, George Clooney, Anthony Hopkins, Nicholas Cage, Arnold Schwarzenegger, Morgan Freeman, Bryan Cranston, George W. Bush y Robin Williams, por mencionar algunos.
El problema con esta tecnología es que se ha empleado para fabricar de todo, desde videos con contenido subido de tono exhibiendo famosos hasta discursos políticos que jamás sucedieron. Uno de los ejemplos más difundidos es una filmación (deepfake) del ex presidente Barak Obama llamando «completo idiota» a Donald Trump.
Las implicaciones éticas de los deepfakes.
Mucho del contenido que se produce con la tecnología de deepfakes resulta evidentemente falso, y no tiene la intención de hacerse pasar por auténtico. Muchas veces son memes que intentan satirizar determinada situación. Sin embargo, las cosas no siempre son así.
Las manipulaciones se han vuelto tan sofisticadas que el congreso de los Estados Unidos empezó a investigarlas, sobre todo después que se difundieran imágenes falsas donde se involucraba a Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara en los Estados Unidos.
La preocupación reside en que estas manipulaciones puedan agravar las campañas de noticias falsas (las famosas «fake news») durante la carrera presidencial estadounidense en 2020, pues el público es susceptible a las confusiones. Sí ya desconfiábamos de los textos enviados por WhatsApp, ahora tampoco podemos estar seguros de que un video sea reflejo de la realidad.
Las redes sociales más populares en Internet ya eran presionadas para mejorar sus políticas sobre contenido abusivo y desinformación. Ahora, también deberán detectar y eliminar las deepfakes de sus plataformas.
Desafortunadamente, algo siempre termina saliéndose de las manos. La sociedad del futuro (a la vuelta de la esquina) deberá prepararse mejor para hacer frente a la inmensa cantidad de desinformación que produce el nuevo mundo digital.
Nomas eso nos faltaba.
Ufff los deepfakes de Gal Gadot estan de rechupete, 100% recomendados