La hwacha es un testimonio de que el equipo y armas destinados a uso militar han evolucionado de forma espectacular en los últimos siglos. En la Corea del siglo XV, los militares desarrollaron un híbrido entre lanzacohetes múltiple y ribadoquín denominado hwacha (o hwach’a). Mientras en el lanzacohetes tenían disponibles hasta doscientas flechas impulsadas por fuego, los cañones del ribadoquín almacenaban docenas de flechas con punta de hierro listas para disparar.
La táctica más efectiva para enfrentar a una hwacha en esa época era salir huyendo a toda velocidad. El dispositivo se diseñó con la única intención de provocar el mayor daño posible, y nadie quería convertirse en su objetivo. Aunque ayudó en la defensa de la Península Coreana contra los japoneses, la hwacha reveló todo su potencial a finales del siglo XV. Este desarrollo tecnológico fue crucial durante la guerra, según historiadores de Asia Oriental.
Aunque actualmente es posible encontrar hwachas en museos y parques nacionales de Corea, su uso no es tan intuitivo como parece.
Los orígenes de la hwacha.
Muchos historiadores coinciden en que la hwacha se inventó casi doscientos años antes que los coreanos la implementaran por primera vez para fines bélicos. Se desconoce el año exacto en que se desarrolló, aunque es probable que la fecha coincida con la primera vez que fabricaron pólvora en Corea, a principios del siglo XIV.
Choe Museon se llevó el crédito por desarrollar la primera versión a base de pólvora. En colaboración con Haesan Museon, su hijo, impulsó la producción de pólvora y otras personas siguieron sus pasos.
Existe evidencia de que las primeras hwachas se emplearon como armas de defensa. A mediados del siglo XV, durante la dinastía Joseon, el rey Munjong encomendó una fabricación masiva de estos dispositivos para que Corea consolidara sus defensas en la frontera ante la amenaza del ejército de Japón. Munjong solicitó el desarrollo de un arma con capacidad para disparar 200 proyectiles a la vez. Además, proporcionó instrucciones para que se mejorara la munición del arma. Sus órdenes se cumplieron al pie de la letra.
La hwacha revolucionó la forma en que guerreros y combatientes militares se desplazaban en batalla. También es uno de los primeros lanzacohetes: un tablero con varios agujeros tallados montado sobre una carreta de dos ruedas. Estos agujeros almacenaban los singijeon, o flechas de aproximadamente un metro de longitud impulsadas por un tubo de papel lleno de pólvora que cubría el eje de cada flecha.
Los singijeon son una especie de cohete arcaico. Al lanzarlos podían cubrir distancias de hasta dos kilómetros, una auténtica hazaña en el siglo XV. Parece imposible que un arma tuviera esta capacidad de fuego y alcance en aquella época, pero los coreanos se mostraron hábiles para la guerra. Y nadie pretendía subestimarlos.
¿Qué apariencia tenía una hwacha?
La hwacha poseía un diseño parecido al de una carretilla de mano, pero más grande. Tanto la base como la plataforma de lanzamiento se construían con madera de pino. En la parte trasera, dos brazos paralelos permitían al operador tirar del dispositivo para ubicarlo donde fuera necesario. Además, presentaba un listón vertical diseñado para ataques lineales o para ubicarla en posiciones de vigilancia terrestre.
Generalmente, las ruedas se fijaban con pivotes de madera y estaban construidas con ejes de hierro. En esencia, se parecía mucho a las versiones modernas de las ruedas para carreta.
Lo más común era construir hwacha con madera de pino; sin embargo, también las había de roble. Los cabos del arma se diseñaban con cáñamo, una variedad de la planta Cannabis. La construcción de estos dispositivos especializados requería de habilidad excepcional. Por eso, el ejército de Corea reclutó ingenieros y herreros expertos responsables de las preparaciones y construcción de las hwachas.
Si una hwacha llegaba a averiarse por las malas condiciones del camino, el mal tiempo o las batallas, los ingenieros sabían exactamente lo que debía hacerse para reparar el dispositivo y ponerlo en funcionamiento lo antes posible.
Diseño innovador.
El diseño de las hwachas desafiaba a cualquier otra arma conocida, especialmente a los morteros y cañones empleados en la guerra de Occidente a lo largo del Medioevo y el siglo XVI. Las letales hwachas jamás requirieron pesadas bolas de hierro para mostrar efectividad en el campo de batalla.
De hecho, los ingenieros encargados de su construcción también diseñaron los singijeon. Estas flechas pequeñas empleadas como proyectiles eran delgadas y livianas, lo que permitía a la hwacha destacar como un arma efectiva y muy maniobrable.
Sin embargo, el diseño tenía algunos contratiempos. Por ejemplo, la trayectoria de los proyectiles era bastante plana y los operadores tenían que llevar el arma durante los disparos para maximizar el alcance. Cuando la batalla se presentaba en condiciones climáticas adversas, el alcance de los singijeon podía reducirse hasta los 100 metros de distancia.
En 1592, los coreanos empezaron a sentir una gran amenaza proveniente de Japón. Lideradas por el famoso guerrero Toyotomi Hideyoshi, las fuerzas niponas invadieron el país. Su objetivo era claro: conquistar la Península de Corea y después ejecutar la gran invasión de China.
Corea estuvo relativamente indefensa durante los ataques que hoy conocemos como las Guerras Imjin (1592-1598). Japón ocupó la Península de Corea tomando varias ciudades y fortalezas en el proceso. Desde un punto tipo de vista táctico, Corea parecía pérdida ante las imparables fuerzas japonesas.
El último recurso de los militares fue desplegar las hwachas para intentar defender al país de los invasores. Tras instalarse en fortalezas y ciudadelas, los líderes militares vieron en el arma una forma de defensa nacional contra los invasores. Durante las batallas la hwacha demostró su poder y gran valía, sobre todo en la famosa Batalla de Haengju.
La gran victoria de Corea.
Los japoneses dominaron las Guerras Imjin, lo que les permitió apoderarse de la Península de Corea. Sin embargo, el 12 de febrero de 1593 se produjo la mayor victoria de los coreanos en el marco de la Batalla de Haengju. Los historiadores estiman que alrededor de 3,000 soldados coreanos participaron en la batalla, defendiendo una fortaleza en lo alto de una colina contra el asedio de 30 mil soldados japoneses.
Superados por diez, parecía imposible que los coreanos frenaran el avance del enemigo. Pero, los valientes soldados se sobrepusieron a las dificultades y salieron victoriosos. Acertaron un golpe definitivo a la moral de los japoneses, algo que hubiera sido imposible sin las hwachas.
La táctica de defensa consistió en montar 40 hwachas sobre los muros exteriores de la fortaleza. Los nipones intentaron asaltar el recinto en nueve ocasiones, pero los coreanos y sus hwachas parecían impenetrables. Fue una victoria grandiosa para Corea, pero el país no se defendería con hwachas para siempre.
El retiro de la hwacha.
Finalmente, la hwacha se volvió obsoleta cuando aparecieron otras máquinas de guerra. Sin embargo, esto no le quita mérito alguno y todavía se considera una de las armas militares más importantes en la historia de Corea. En la cultura popular, el artefacto es famoso por ser pieza clave para la victoria de Corea durante la Batalla de Haengju.
Existen réplicas de hwachas completamente funcionales. En 2008, el programa de televisión Cazadores de mitos puso a prueba este lanzacohetes en tres partes. La prueba confirmó el mito de que las hwachas podían lanzar 200 proyectiles de una sola vez.
Tal vez no parece un arma que pertenezca al siglo XV, pero que la hayan diseñado en la antigüedad no significa que los coreanos fueran incapaces de alcanzar esta grandeza en el arte de la guerra.