La anécdota de Free Town Project inicia en 2004, con un grupo conformado por aproximadamente doscientos anarcocapitalistas. Toda esta gente se mudó a la pintoresca localidad de Grafton, en New Hampshire, Estados Unidos. El objetivo era convertir el lugar en una utopía: una sociedad sin impuestos, sin regulaciones urbanas y sin recolección de basura. Este audaz experimento, llamado Proyecto Pueblo Libre, visaba demostrar las virtudes de la plena libertad individual y la mínima intervención gubernamental en el progreso humano.
Inicialmente, la apacible localidad de Grafton, anidada en una zona boscosa de la Costa Este de los Estados Unidos, se transformó en un sitio fuera de toda norma. Allí, servicios públicos “innecesarios” como el mantenimiento a las vías de comunicación, planificación urbana y gestión de residuos desaparecieron drásticamente. La medida de los «libertarians» generó ahorros de hasta el 30% en el modesto presupuesto municipal. Una auténtica hazaña, ya que la mayoría de estas personas se conocieron y organizaron a través de foros de Internet.
Los residentes de Free Town Project se comprometieron a vivir bajó los principios del anarcocapitalismo. Pero, además de los desafíos, este “experimento” resultó en algunas situaciones chuscas.
La llegada de los osos negros a Free Town Project.
Conforme avanzó el tiempo, la comunidad experimental demostró cierto éxito en algunos aspectos. Sin embargo, a mediados del 2010 una insólita situación desafiaría la visión utópica de los anarcocapitalistas. Y es que todos los principios del sistema social se vinieron abajo con la llegada de osos negros a la zona. Cabe destacar que la especie no era naturalmente hostil hacia los humanos. Por lo que se cree que la falta de planificación urbana influyó en una invasión accidental de su hábitat.
Aunque, el verdadero problema era la irresistible atracción que la basura humana ejercía sobre los osos. Si bien es cierto que el anarquismo capitalista promueve la responsabilidad individual, buena parte de los residentes de Grafton estaban más interesados en eludir impuestos que en asumir su responsabilidad frente al entorno. Recordemos que no contaban con un sistema para la gestión de residuos. Y mucho menos con medidas para mantener a raya a los osos.
De hecho, se pasaron por el arco del triunfo una norma municipal que los obligaba a adquirir contenedores de basura a prueba de osos. Por lo que toda esa basura de los anarcocapitalistas representaba un delicioso festín para los animales. Con el paso de los años, la situación promovió una serie de eventos en los que la población de osos se multiplicó rápidamente. Ante la abundancia de calorías, lo animales dormían e hibernaban menos.
Además, su comportamiento se volvió más agresivo y errático debido a la alta ingesta de azúcar y sal presente en los alimentos destinados al consumo humano.
Osos fuera de control.
Los residentes del Free Town Project trataron de hacer frente a la problemática de la forma más ridícula que puedas imaginar. Algunos disparaban a los osos, otres lazaban cohetes y no faltaban los despistados que les ofrecían pasteles y otras delicias de la repostería. La confusión en el comportamiento humano solo exacerbó la situación, dando pie a una interacción extraña entre osos y habitantes.
Con la crisis fuera de control, los anarcocapitalistas finalmente buscaron ayuda en el Departamento de Caza y Pesca de New Hampshire. Aunque, solo para recibir una respuesta que reflejaba el espíritu de autodeterminación del estado. Les dijeron que debían resolver el problema por sí mismos, ya que el lema oficial de New Hampshire es “Live Free or Die” (Vive libre o muere).
Como era de esperarse, tras una serie de desafíos y situaciones peculiares, los participantes del Free Town Project pusieron fin al experimento en 2014. Algunos abandonaron el pueblo, mientras que otros optaron por quedarse. En última instancia, acordaron incrementar el presupuesto municipal a 1.5 millones de dólares, un 50% más que antes de la llegada de los anarcocapitalistas. Y así llegó a su final este singular capítulo en la historia de Grafton. Bueno, al menos no perdieron una guerra contra los emús.