La Expedición Balmis figura como la primera misión de vacunación internacional. En aquella época el Imperio español buscaba inmunizar a todas sus colonias en América para frenar los brotes de viruela. El largo viaje terminaría estropeando las dosis, por lo que emplearon huérfanos como incubadoras. Recordemos que en el siglo VIII no existían aviones y mucho menos tecnología para preservar vacunas.
La terrible viruela.
Las ciudades de aquella época vivían bajo el yugo rampante de la viruela. Era una enfermedad incurable que se atacaba mediante la variolización. Básicamente tomaban a un enfermo de viruela, recolectaban un poco de pus e infectaban a una persona sana. Se buscaba que el paciente inoculado intencionalmente con viruela desarrollara una infección leve y adquiriera inmunidad.
En 1796, el médico inglés Edward Jenner revolucionó la medicina al crear la primera vacuna de la historia. El médico se preguntaba porque la mayoría de las lecheras resultaban inmunes a la viruela. Después, tomó la cepa de viruela que afectaba a las vacas y realizó varios experimentos con sus pacientes. Solo entonces descubrió que esta infección generaba inmunidad contra la terrible viruela que aquejaba a los humanos. Y sí, en el proceso infectó niños con la viruela que afectaba a las vacas y después, a sabiendas de que si fallaba moriría, les inoculó la mortal viruela para comprobar su teoría.
Pese al gran descubrimiento, tendrían que pasar casi dos siglos para que los humanos erradicaran por completo la viruela. Oficialmente, la enfermedad desapareció hasta 1980. Es un dato duro, pero si tomamos en cuenta la incapacidad tecnológica de los humanos para una distribución masiva de vacunas, se entiende. De hecho, la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna (1803-1810), también conocida como Expedición Balmis, sería la primera misión internacional de vacunación en la historia.
La Expedición Balmis contra la viruela en América.
En 1803, el rey Carlos IV de España emprendió una campaña para distribuir vacunas gratuitas a sus colonias en el continente americano. Quizá conmovido por perder a varios familiares a causa de la viruela, financió íntegramente el programa de vacunación a gran escala. Nadie dice que las intenciones no fueron buenas, pero el método que emplearon para transportar las vacunas hasta las colonias resultó poco ético, por decir lo menos.
El suero empleado en la fabricación de vacunas resultaba viable solo unos pocos días. Entonces, sin un medio de transporte rápido o equipo de refrigeración la inmunización se hacía imposible. Sé lo que estás pensando: ¿y si transportaban vacas infectadas a las colonias? El equipo lo consideró, pero concluyeron que sería una pesadilla logística.
Finalmente, reclutaron a un montón de huérfanos para incubar la viruela durante todo el viaje para que el virus se mantuviera activo. Los registros históricos señalan que el barco de la Expedición Balmis llevaba a 22 huérfanos de entre tres y nueve años de edad. Cuando zarparon dos de los niños iban infectados, y el pus que supuraban se empleaba para infectar al resto a medida que avanzaban en el viaje.
Al llegar a destino, las familias locales recibieron compensaciones por infectar a sus niños. Lo hacían para mantener viva la enfermedad y poder inmunizar a más personas. Pese al penoso sacrificio de los huérfanos, la Expedición Balmis resultó todo un éxito: evitó nuevos brotes y, probablemente, miles de muertes por viruela.