En favor del agnóstico

Hace unos 14 mil millones de años ¡tachán!, el universo simplemente apareció. Una muy buena noticia para la humanidad. No soy muy especial haciendo cuentas (en realidad no me va muy bien con las matemáticas), pero estoy perfectamente conforme y feliz de aceptar los cálculos de aquellos que saben – los físicos. Y aún más feliz estoy de vivir con el hecho de que la física es una ciencia exacta que acierta como los mil demonios – incluso cuando falla.

Pero, por más que admire el carácter incuestionable de las ciencias exactas, matemáticos y físicos no tienen un consenso general sobre lo que sucedía antes de que ocurriera el Big Bang. Nadie sabe.

La mala noticia es que cuando un colectivo no conoce la verdad exacta de alguna cosa, pasamos a creer (con más o menos fervor) en las hipótesis.

Para M. Beeson, un profesor de Política Internacional de la Universidad de Australia Occidental, parece que hay dos posibilidades: o la misteriosa materia original siempre existió y, espontáneamente, explota de vez en cuando (solamente para sacudir un poco las cosas); o quizá exista algún tipo de fuerza mayor en el universo (vamos a llamarla “Dios” para el bien de esa argumentación) que hizo y hace que todo suceda, y que terminó por convertirse en una gigantesca metáfora sin control.

Beeson, entretanto, piensa que estas dos posibilidades son improbables a partes iguales, ya que se considera un agnóstico.

¿Ser agnóstico es peor, mejor o indiferente?

Eso lo decide cada individuo. Pero cuando estés pensando en el tema, valdría la pena tomar en consideración el punto de vista de este profesor.

Ser agnóstico puede parecer una cosa escabrosa para muchos, pero como bien señala Beeson: nunca leerás sobre un agnóstico fuertemente armado (con libros o con armas) amenazando transeúntes en nombre de cualquier cosa.

Los ateos, prosigue, no son mucho mejores. Muchas veces se convierten en verdaderos creyentes de una corriente divergente. Beeson cree que estos sujetos son insoportablemente presuntuosos en la mejor de las hipótesis, y megalómanos homicidas en la peor de ellas. Y esto no es un mero asunto de opinión. Los hombres seculares que dirigían la Unión Soviética, la Alemania nazi o la China comunista de Mao son, apenas, tres tristes ejemplos que desencadenaron un número irrisorio de muerte y destrucción.

Los fundamentalistas (de cualquier tipo) están en escena desde hace mucho más tiempo y tienen más culpa en los registros, en ese sentido. El cristianismo, por su parte, sería la salvación, pero ya fue destrucción y actualmente parece que nadie más se toma esta doctrina con seriedad. Parece que no hay nada más que guerras religiosas sin fin.

¿El fundamentalismo impera?

Por “fundamentalistas”, entiéndase a los verdaderos fervientes, o personas que aún no se han dado cuenta que las creencias a las que tan celosamente se aferran tienen una base geográfica impresionante.

¿Acaso el cristianismo tiene sentido para la mayoría de los americanos, por ejemplo, o el Islamismo para la mayoría de la población de Oriente medio, debido a alguna resonancia teológica trascendental? Beeson cree que no.

Las evidencias de que Dios es un ser realmente preocupado por el tipo de religión a la que cada individuo pertenece parecen muy débiles – si es que en realidad existen. Si Dios existe, él, que por algún motivo y unánimemente es comprendido como un tipo agradable, no parece muy preocupado por nuestro destino.

Lo que Beeson quiere decir con eso es que siempre que alguien se salva de alguna atrocidad, terremoto o sobrevive en medio de circunstancias muy adversas, el suceso es entendido como un “milagro”. Pero la realidad es que todavía, de forma muy rutinaria, enviamos a decenas de miles de individuos al cielo sin que el todopoderoso se preocupe mucho por eso.

Dios en la vida moderna.

Una de las particularidades de la vida moderna es que si Dios existe, nos hizo un poco más libres. En el Antiguo Testamento, por otra parte, era extremadamente controlador, por decirlo de alguna manera. Siempre encontraba una forma de herir a alguien (o a varios), reduciendo ciudades enteras a cenizas o violentando algunas leyes de la física. ¿Es apenas una coincidencia que nuestra comprensión de dichas leyes cambió, o Dios también se retiró para darle un respiro a la gente?

Yo diría que no es menos sorprendente que el Islam radical se distinga por una visión del mundo notablemente medieval en que el pensamiento crítico e individual es absurdamente desalentado. La frase “un ciego guiando a otro” nunca pareció más apropiada. Referencia: The Conversation