Era una noche cálida y sombría; las ventanas rechinaban, aunque no hacía viento. La protagonista de esta historia, Claudia, sonreía a la pared como si conversara con un viejo amigo. No lograba entenderlo, pero sabía que algo no andaba bien. Los días pasaron y el ciclo escolar volvió a empezar. Aunque siempre destacó como alumna popular entre maestros y compañeros de la escuela, Claudia no era la misma. En esas vacaciones de verano perdió aquel encanto de una joven educada y atenta.
Debes saber que Claudia afrontaba serios problemas en casa. Tras años de un matrimonio sostenido por las apariencias, sus padres finalmente iniciaron el divorcio. Tenía un hermano que se distanció de la familia hacía mucho, aunque era lo único que la ayudaba a conservar la poca cordura que le quedaba.
En el tiempo libre que le permitía su despacho de abogados, Martín siempre reservada algo de tiempo para hablar con Claudia. A sus padres los evitaba pues, como mencioné antes, sostenían una relación basada en las apariencias. Como era de esperarse, después de un tiempo Claudia también dejó de responderle a Martín.
Claudia pasaba por un montón de problemas, como cualquier otro adolescente de clase media. Amores incomprendidos, crisis existenciales, problemas financieros, cambios físicos, etc. En todos estos milenios que llevo rondando estas tierras arruinadas que se empeñan en llamar Tierra, comprendí que los problemas no se miden desde afuera. Y que un mismo problema no genera la misma preocupación en todos.
Por eso, independientemente del problema, lo medimos según la intensidad del que lo experimenta. Así, observamos individuos con alto poder adquisitivo atravesando por aquello que ustedes llaman “depresión”. Pero también vigilamos a personas de bajos ingresos disfrutando con gran felicidad cada instante de su mediocre existencia.
Tras todos esos años de convivencia entre ustedes, nos percatamos de que estos últimos poseen una gran ignorancia sobre su entorno. Son ellos los que no pueden ver el mal de la humanidad, la avaricia de las personas, las envidias, la perversión, etc. También son los más difíciles.
Claudia cambió mucho en esas vacaciones y pude notarlo. Después de todo, no me separé un solo instante de ella. Aquel fin de semana que antecedió a la primera semana de clases, Claudia seguía en su habitación observando a la pared, sonriéndole, como si hablara con alguien. A medida que pasó el tiempo entendí que no había nada allí, solamente era Claudia divagando en sus propios pensamientos. Pese a mi gran experiencia sobre diversos aspectos de este mundo humano, los pensamientos son algo que no puedo escuchar. Sin embargo, la voz de la experiencia me dijo que todo iba según el plan.
Cuando nos percatamos de un cambio drástico en el comportamiento de un individuo, tendemos a creer que se trata de “una etapa”. Si continúa, consideramos la posibilidad de una enfermedad neurológica o psiquiátrica, como la depresión. Al principio no lo tomamos en cuenta, y con el paso del tiempo finalmente asimilamos que existe y puede suceder en este preciso momento.
Pero, estas reflexiones ya no son relevantes para Claudia. Son las 3 de la madrugada cuando me doy cuenta que yace tendida sobre su escritorio. En la computadora puede verse una hoja de Word con un texto escrito. Me parece una invitación personal para despejar todas las dudas sobre la situación que atraviesa Claudia. Es muy relevante para mí.
“… así, dejaré que ella tome mi vida. Es imposible convivir en paz con estas personas. Desde hace mucho tiempo me siento maltratada, abandonada e ignorada. Siento que aprendí a sobrellevar todo eso, a guardar en las profundidades en mi ser el rencor hacia todos aquellos que me lastimaron.
Siento que ella puede protegerme. A veces la escucho hablando conmigo, animándome a seguir adelante, diciéndome que puedo ser grande, que puedo crecer. Pero, yo sé que no puedo y entre más me lo dice, más me doy cuenta que no puedo en realidad. Me es imposible deshacerme de esta profunda tristeza, no puedo olvidar esas palabras y a las personas que las pronunciaron.
No puedo olvidar, pero tampoco puedo recordar. No puedo dejarlo ir, aunque sé que quedármelo me hace daño. Sin embargo, ella es fuerte, protectora y tiene el control de todo. Díganles a mis padres que los culpo, que no siento amor por ellos. Y díganle a ella que haga todo lo necesario para que yo pueda descansar en paz”.
Junto a su cadáver hay un frasco vacío de Pentobarbital, y en su frente observo mi reflejo. Sí, el reflejo perfecto de un cuerpo que ahora es mío. Mi boca, mi pelo, mis ojos negros, mis sentidos. ¿Recuerdas cuando te dije que los problemas no pueden medirse desde afuera? Básicamente, cada ser humano ve el mismo problema de diversas formas. Sí, te lo vuelvo a repetir porque omití algunos pequeños detalles.
Al nacer, los de mi especie, tienen la encomienda de llevar caos a la humanidad. Lo hacemos sin cuestionar, pues para eso existimos. Diecisiete años es el tiempo que me tomó atrapar otra. Y cada quien tiene sus métodos: algunos prefieren los desastres rápidos, aquellos que ustedes denominan naturales, mientras otros optan por sembrar discordia. A muchos les encanta observar a los humanos maltratándose y matándose entre sí.
A los que eligen ese último método los llamamos “perezosos”, pues no se necesita mucho para que suceda. Los humanos son seres terriblemente fascinantes. Otros optan por métodos “accidentales”, que usualmente suceden tras algún acto de negligencia por parte de ustedes. Digamos que mis métodos son más exquisitos.
Me gusta implantar situaciones, pero, sobre todo, me encanta ganarme su confianza como lo hice con Claudia. Evidentemente, muchos se percatan de algo extraño, y no puedo pelear contra la voluntad de esta persona al querer librarse de un mal, aunque desconozca lo que lo aflige. Sin embargo, otros sucumben a mis métodos, como lo hizo Claudia.
Hasta determinado punto de sus vidas se comportan como cualquier otra persona, pero desde hace mucho tiempo una semilla germina en su interior. Y luego viene el detonante, que aparece de diversas formas. Una traición, una pelea, una separación, un amor no correspondido, aumento de peso.
Son tantas formas. Y te puedo asegurar que el secreto siempre es hacer sentir a la persona sus propios problemas de la forma más intensa. A veces ni siquiera se trata de un problema, pero si no hago que vea y sienta esas eventuales situaciones de esta forma, aunque sean cotidianas, dejo de existir.
Una vez que hago mi trabajo con la persona elegida, en la medida de sus propios límites, con el temor y la incertidumbre por un futuro oscuro, un futuro borrado, incierto y aterrador, ellos mismos buscan la forma más fácil de escapar. Algunos, como Claudia, optan por métodos poco ortodoxos. Mientras tanto, los más centrados recurren a las armas. Y también están los cobardes que emplean métodos que, de alguna forma, creen que los harán sentir menos culpables cuando lleguen al más allá. Como si al arrojarse a un camión en movimiento la culpa se repartiera entre ellos y el conductor.
Lo más importante, y algo que nunca les cuento, es que no existe el MÁS ALLÁ. No hay nada para ellos, por eso los humanos son las presas perfectas. Al irse dejan un contenedor vacío que podemos ocupar y controlar, un cuerpo ideal para que sigamos conviviendo entre ustedes, realizando aquello que se nos encomendó, lo que nos hace sentir algo, una especie de saciedad.
Claudia me aceptó, me obsequió su cuerpo para que cuidara de él, para que viviera por ella, creyendo que soy fuerte y protectora. Por supuesto que soy fuerte y protectora, pero para mis propios intereses, no para los de ustedes, especie mediocre y egocéntrica, la única que ve problemas en todo, exactamente en todo aquello que lo rodea.
¿Quién soy? No te preocupes por eso, en este momento no es relevante para ti. De hecho, cuando el momento llegue perderás cualquier oportunidad de obtener una respuesta. Mientras tanto, gracias a tu inseguridad y negligencia contigo mismo, estaré allí esperando pacientemente tus elecciones y el método que elijas.
Por ahora, sólo hazme el favor de seguir viviendo tu vida tal y como lo has hecho hasta el día de hoy. Después de todo, te garantizo que esos problemas que parecen insoportables, realmente lo son. Autor: Dan Yasuge.
Me aburrió más o menos a la mitad, luego de que leí por enésima vez “método”…
Me salté al final y nada.
Lo lamento 🙁
¿Te saltaste al final? Pues si la salsita del texto está justo antes del final.
¿Es normal sentir escalofríos después de terminar de leer el relato? 🙁 Qué miedo!