Aunque parezca disonante, algunos de los dictadores más despiadados en la historia tuvieron un lado “humano”. En pleno siglo XXI, muchísimas personas viven bajo el yugo de gobiernos autoritarios. Hace algunos años, la fundación alemana Bertelsmann Stiftung estimó que 1,000 millones de personas se sumaron a los que viven bajo la voluntad de un dictador.
¿Por qué seguimos eligiendo gobernantes despiadados? Tal vez se deba a nuestra incapacidad para reconocer individuos cuyo pasatiempo favorito es el genocidio y la tortura. Y es que en las escuelas jamás estudiamos las conductas que manifestaban los peores seres humanos antes de llegar al poder.
Increíblemente, estos monstruos que parió la humanidad eran, a nivel personal, completamente normales. De hecho, algunos tenían un lado amable y tierno.
El carisma de los dictadores.
En algunos libros de historia se refiere a los dictadores como individuos “carismáticos”. Como si poseyeran una capacidad innata para cautivar multitudes poco preparadas mediante consignas extravagantes. Sin embargo, esto tiene implicaciones más profundas. También significa que son seres humanos con una capacidad genuina para simpatizar con otros. Probablemente estarías encantado de invitarlos a tu fiesta.
El encanto de Saddam Hussein.
Ese peculiar encanto permitió a Saddam Hussein cosechar poder en el Partido Baaz Árabe Socialista. Los individuos que apoyaron su mandato lo consideraban un hombre de buen corazón, moderado y confiable. Aquel día que ejecutaron a Saddam en la horca, algunos de los soldados estadounidenses que lo vigilaban terminaron llorando.
En ese breve tiempo que lo trataron, llegaron a considerarlo un amigo. ¿Y cómo diablos un genocida puede ganarse el aprecio de soldados que estaban ahí para evitar que escapara? Probablemente porque, en persona, Saddam Hussein no parecía ese monstruo que asesinó a más de 200 mil kurdos con armas químicas.
Hitler y Hanfstaengl.
Adolf Hitler es otro buen ejemplo de ese peculiar carisma de los dictadores. El éxito del dictador alemán jamás hubiera sido posible sin la colaboración de Ernst Hanfstaengl. La riqueza e influencia social de este aristócrata alemán resultaron fundamentales para llevar a Hitler al poder. Y esto sucedió mucho antes de que se pusiera a gritar en las plazas públicas.
En aquella primera cena entre Hanfstaengl y Hitler, quedó claro para el aristócrata que su invitado no tenía la más mínima idea de etiqueta. Hitler carecía de modales, decía cosas sin sentido y llegó a poner algo de azúcar en un vino carísimo porque no le agradó el sabor. Por razones del destino, Hanfstaengl quedó fascinado con este comportamiento desatinado: “cada acto ingenuo consolidaba mi creencia sobre su sinceridad”.
Paternidad responsable.
En 2003, el libro La corte del zar rojo sacó a la luz correspondencia que intercambió Iósif Stalin con Nadya, su segunda esposa. En esas cartas, el dictador habla sobre sus hijos y los tontos errores de paternidad que desea compensar. El temible sujeto se describe a sí mismo como un personaje bobo de una sitcom.
Stalin se dedicó a la agricultura gran parte de su vida, por lo que solía enviar limones regularmente a su mujer. Evidentemente, esto no significa que el dictador era un padre o esposo ejemplar. Sin embargo, sus hijos lo consideraban mucho “más suave” que la madre, y los sentimientos que profesaba por la esposa no eran fingidos. Cuando Nadya se suicidó, Stalin quedó tan devastado que debieron vigilarlo para que no se quitara la vida.
Terrorista, pero padre ejemplar.
Osama Bin Laden es otro monstruo que se tomó la paternidad muy en serio. Aunque obligó a su familia a recluirse en un complejo en medio de la nada, se aseguró de que sus hijos se divirtieran con videojuegos. Y como la escuela particular del complejo sólo recibía varones, Bin Laden instruyó personalmente a sus hijas en matemáticas y ciencias.
El terrorista se aseguró de poner a prueba su proceso y certificar que estaban aprendiendo. No es intención ofenderte, pero el otrora hombre más buscado del mundo probablemente pasó mucho más tiempo educando a sus hijos que la mayoría de los que leen esto.
Rechazo a la cobardía.
Uno de los primeros rumores que circuló tras la muerte de Bin Laden es que utilizó a su esposa como escudo humano. Jamás lo comprobaron. Lo más probable es que el saudí estuviera desarmado y encarando al hombre que lo mató. Pudo ser lo que tú quieras, pero no un cobarde.
Además de combatir durante la ocupación rusa en Afganistán, Bin Laden renunció a la oportunidad de amasar una enorme fortuna. Lo único que lo motivaba a continuar era la causa en que creía. Una causa abominable, pero causa, a fin de cuentas. Muchas veces, quienes cuentan la historia ilustran a los dictadores como seres cobardes.
La valentía de Hitler y Stalin.
Y es que en diversas culturas la valentía ante el peligro se considera una virtud y un ejemplo a seguir. Por eso, los veteranos de guerra son tan respetados en los Estados Unidos. Incluso Hitler se consideraba veterano de guerra. Se desconocen los detalles sobre la dificultad de las batallas que libró o su valentía en combate.
Sin embargo, sabemos que el Frente Occidental en la Primera Guerra Mundial era el peor sitio para un soldado. Y Hitler aguantó cuatro años allí. Se sabe que formó parte de un regimiento compuesto por 3,600 soldados, masacrados en un período de cuatros días hasta que sólo restaron 611.
Tras su participación en la guerra, Hitler empezó una carrera en la política alemana y por esas épocas solía involucrarse en peleas callejeras. Su arma favorita era un látigo de cuero. Se dice que lo empleaba para impresionar a las mujeres azotando a los perros en las calles. Historias como ésta revelan que una persona puede ser valiente físicamente, y al mismo tiempo un ser humano terrible.
A Stalin tampoco se le puede considerar un cobarde. Cuando el destino lo llamó para enfrentar a los militares más aterradores jamás reunidos, el sujeto tuvo el valor para asistir.
Los dictadores y su pasión por el arte.
Es de dominio público que a Hitler no lo aceptaron en la escuela de arte. Sin embargo, algunos dictadores célebres tuvieron carreras artísticas relativamente exitosas. Mao Zedong, el máximo dirigente del Partido Comunista de China y fundador de la República Popular China, se consolidó como poeta. Dicho sea de paso, también se le responsabiliza por la muerte de entre 20 y 45 millones de personas.
Dictadores adeptos a la poesía.
Stalin era otro dictador que amaba la poesía. A temprana edad se apasionó por Shakespeare y Walt Whitman. Su trabajo resultó lo suficientemente bueno como para que un famoso poeta de Georgia publicara cinco de sus obras. Lo hizo bajo un seudónimo, pero sus poemas se volvieron tan populares que aprovechó su fama para obtener información sobre un banco. Quizá no lo sepas, pero el joven Stalin también se dedicaba a robar bancos.
Muamar el Gadafi era otro escritor y poeta que vivía fascinado con la muerte de su pueblo. Publicó “Libro verde”, una especie de tratado sobre lo que denominó “socialismo islámico”. También publicó “Escape al infierno”, una docena de cuentos cortos.
Novelas y cuentos infantiles.
Kim Il-sung y Kim Jong-il optaron por los cuentos infantiles. El primero es autor de un famoso cuento de hadas norcoreano titulado “La mariposa y el gallo”. Por otro lado, Jong-il escribió un cuento corto llamado “Los chicos acaban con los bandidos”. Se trata de una historia llena de violencia en la que un grupo de justicieros asesina bandidos (y a un ogro).
Zabiba y el rey es otra novela escrita por un dictador: Saddam Hussein. La trama gira en torno a un monarca, muy parecido al dictador, que se enamora perdidamente de una mujer llamada Zabiba (quizá el pueblo de Irak). El gran inconveniente es que la dama pertenece a otro hombre (tal vez Estados Unidos). El esposo, cegado por la aventura entre Zabiba y el rey, organiza un ejército con ayuda de un personaje (Israel) para invadir el reino.
En esa invasión la historia tiene un giro de tuerca extraño, pues Zabiba pasa a liderar la defensa del rey. Ella muere luchando contra los invasores, y para honrar su memoria el rey establece un consejo democrático que asume el control del reino. El gobernante simplemente desaparece cuando un grupo de ancianos dirige al país.
Los tiranos no nacen psicópatas.
Donde sea que exista un individuo odiado por multitudes, encontrarás personas llamándolo psicópata. Es totalmente posible que varios dictadores fueran psicópatas. El problema es que nosotros, como cultura, tendemos a etiquetar de esa forma a cualquier individuo poderoso que haga cosas terribles.
Irónicamente, es un sesgo cognitivo que parece derivar de la idea de que el poder sólo se obtiene mediante acciones abominables. Pero, la realidad puede ser mucho más aterradora. Los científicos llevan décadas estudiando la forma en que el poder afecta al cerebro humano. Hoy sabemos que los poderosos se vuelven más impulsivos, tienden a ignorar los riesgos y reducen su empatía hacia el resto. Efectos tan graves que pueden compararse con un daño cerebral.
Una pizca de bondad en Hitler.
Por ejemplo, Hitler no siempre fue ese hombre que planeó la muerte de millones de personas. Es comprensible que dudes de cualquier anécdota que pueda humanizar a alguien como Hitler. Pero su médico de cabecera, el alemán Eduard Bloch, era judío.
El dictador quedó tan agradecido por los cuidados que proporcionó a su madre, quien murió de cáncer de mama, que puso al médico y toda su familia bajo la protección del gobierno en 1938. Además, ordenó que aceleraran los trámites para autorizar su emigración a los Estados Unidos.
Tal vez, la clave para entender a estos monstruos es asimilar que no nacieron siendo así. Simplemente se corrompieron a medida que crecían. Cuando se habla sobre los viajes en el tiempo hay una pregunta clásica: “¿matarías a Hitler si pudieras regresar al pasado?”. Al alterar la línea temporal quizá surja otro “Hitler”. Y es que, si el poder tiene capacidad para sofocar la humanidad en un individuo, esto va mucho más allá de eliminar a todos aquellos que nacieron psicópatas.
Reflexión final.
Desde esa perspectiva, lo ideal sería evitar que el poder absoluto resida en un solo político, empresa o multimillonario. Nos han condicionado a pensar que algunos individuos poseen una maldad innata. Y el simple hecho de sugerir lo contrario sería “humanizar” a estos monstruos. Precisamente por eso tendemos a ignorarlos, hasta que es demasiado tarde y se encuentran dirigiendo una nación.
Las barbaridades que acontecieron durante el Tercer Reich, por citar solo un ejemplo, no fueron ni de cerca de la exclusiva responsabilidad de Hitler; mucha gente parece olvidar que fue mayormente el alto mando nazi quien orquestó varios de estos planes, como por ejemplo el holocausto, que fue un plan orquestado por Heinrich Himmler; esto ciertamente no le resta culpabilidad al fuhrer pero su grado de responsabilidad no siempre fue el que se piensa. Otra cosa que hay que tener en cuenta es que muchos de estos individuos crecían influenciados desde pequeños por toda una maquinaria propagandística acerca del espiritu alemán y la «maldad» inherente de la población atacada y eso que hubo un tiempo, durante el segundo reich, en que los oprimidos gozaban segun he escuchado de los mismos derechos que el resto del pueblo alemán y no se hacían distinciones de origen; el padre de Anna Frank, por poner solo un ejemplo, llegó a desempeñar cargos importantes durante la administración de Otto von Bishmark. Pero luego de la primera guerra, Alemania los tomó como chivo expiatorio de su derrota y desde allí vino todo.
También hay que decir esto otro: lo que en gran parte explicó el éxito de la masacre, no solo de judíos, sino también de gitanos, eslavos e incluso ciudadanos alemanes con diferentes discapacidades en un amplio programa de eugenesia que desarrollaron, no fue tanto la eficiencia y discreción de esos hombres para el genocidio, sino la complicidad de buena parte del pueblo alemán, que delataban a sus propios vecinos con la Gestapo y contribuían al sustento ideológico del régimen, inculcándole a sus hijos esos «valores». Claro, hay que destacar que hubo muchas excepciones, como una vez leí del padre de la llamada «Bestia rubia» que la echó de la casa cuando llegó con el uniforme de las juventudes hitlerianas y todos aquellos que ocultaron judíos aún a riesgo de su propia vida.
También tiene que ver la gente de la que se rodean, supongo que los Dictadores no saben todo lo que sucede, por eso cuando hablan de experimentos, de masacres, de situaciones increíbles puede ser en 1ra a que el que cuenta la historia puede inventarle lo que quiera, por lo tanto puede que mucho de lo que se cuenta sea mentira… en 2da que en situaciones tan desesperantes como la guerra pueden surgir personas malvadas, psicópatas que al no ver limitantes pueden sacar a relucir sus mas bajos instintos incluso logrando ser lideres, si no de un ejercito o país, si de una célula donde le permitan realizar esas cosas, o en solitario, pues ¿quien va a limitar a un militar que masacra enemigos y con ello se tiene «seguridad» al estar en su bando? por eso, situaciones así puede haber en todas las guerras y de todos las partes y en 3ra aunque no se quiera, la guerra acarrea muerte, hambruna, situaciones muy peculiares que no permiten conocer la diferencia entre una locura y el resultado de la misma guerra, por eso y la situación del poder en la mente humana hace que muchos dictadores permitan que sucedan cosas o sin darse cuenta de todos modos suceden.
y donde esta mi todopoderosoamadisimoalabadovenerado lider Porfirio Diaz ?
La historia la escriben los ganadores
Excelente post, si bien la calidad de marcianos nunca decae, ha sido de los mejores que he leído, gracias Hery!!
Y la fuente? Sería interesante ahondar más en el tema. Si es de un libro me encantaría leerlo
Serie en Netflix:
«Cómo se convirtieron en tiranos»
(«How to became a tyrant»).
Tremendo post 20/10
«El poder corrompe. Y el poder absoluto corrompe absolutamente». 😂
Es un tema para reflexionar.
Buen artículo.