¿Cuándo sucede un aumento sistemático en la cantidad de suicidios? Las estadísticas confirman que esto tiene lugar tras la aparición de casos reales de suicidio, principalmente cuando son difundidos por la prensa en regiones geográficamente cercanas. También conocido como “efecto imitador”, es más probable que tenga lugar cuando la persona que se quita la vida es una celebridad. Uno de los casos más memorables es la epidemia de suicidios que siguió a la muerte de Marilyn Monroe, en 1962. Se estima que la muerte de Marilyn desencadenó alrededor de 200 suicidios.
En resumen, los suicidios que sufren una amplia cobertura noticiosa, o los suicidios de celebridades, pueden servir como un “disparador” o impulso para las personas que padecen tendencias suicidas.
Estudios recientes también relacionan la cobertura invertida por la prensa en el suicidio y su efecto sobre los índices del mismo. Algunos estudios llegaron a demostrar el efecto – en algunos casos, pero no en todos, los índices se dispararon. Por supuesto, casi todas las personas no imitaron el acto del suicidio divulgado y continuaron con sus vidas independientemente de su edad y su estatus social. ¿Entonces, qué diferencia a los “influenciables” del resto? Steven Stack en Media Impacts on Suicide: A Quantitative Review of 293 Findings hace una crítica a los estudios sobre suicidios imitados por excluir el concepto de “audience responsiveness”, el grado en que un público responde a un estímulo y quién compone dicho público. Dicho concepto pertenece al sociólogo Herbert Blumer.
Dos sub-teorías se disputan esta explicación:
- Una asegura que los individuos que, por cualquier razón, estaban predispuestos son los de mayor riesgo.
- Otra afirma que las personas más parecidas al suicida divulgado son las de mayor riesgo.
Sin embargo, nada impide que ambas se combinen.
La investigación de Stack subraya que el riesgo de suicidio entre los ancianos es más alto: dificultades económicas, soledad y enfermedades (físicas y mentales) convierten a las personas mayores en un público de alto riesgo. Para ello utilizó series temporales y anotó los meses en que algún suicidio era divulgado por la prensa. Sus resultados señalan que los meses en los que uno o más suicidas fueron ampliamente divulgados, el número de suicidios de ancianos aumentó en diez casos (diez suicidios mensuales más que el promedio, que era de 369). El efecto resultaba aún más evidente cuando el suicida era un anciano o anciana. En este caso podían contarse 19 suicidios por encima del promedio.
Esa y otras razones hicieron que la prensa en muchos países dictara un código de ética respecto a la publicación de noticias sobre suicidios. Y con justa razón, pues el Efecto Werther ya se ha comprobado incontables veces. El detalle en la investigación fue que el suicidio de las personas que no eran “celebridades” no incrementó los índices de suicidio en la población de ancianos.
El nombre Efecto Werther se refiere a una novela de 1774 de Johan W. Von Goethe titulada “Las cuitas del joven Werther” que cuenta la historia de un joven que, tras una desilusión amorosa, cometió suicidio dándose un tiro en la cabeza. La venta del libro se prohibió en varias partes de Europa, pues desencadenó una ola de suicidios entre la población joven que echó mano del mismo método empleado por el protagonista del libro.
Pobre gente que tiene pensamientos suicidas y no saben como salir de esa situación, aunque cada quien es libre de hacer con su vida lo que desee, lástima que afectan indirectamente a seres queridos amigos o cualquier persona que tenga contacto con ellos.