Rara vez algún hombre expresará libremente las situaciones que lo condenan y que lo hacen vivir en una verdadera prisión emocional. Pero en secreto, millones de hombres se declaran desgastados, cansados de mantener posiciones de fortaleza y sin la libertad para expresar sus impulsos más emotivos y fragilidad. En el aspecto de las amistades, estos hombres también se sienten deshumanizados por esa incesante búsqueda de estar siempre adelante, aunque lo único que anhelan es relajarse.
Nunca nos preguntamos sobre los demonios de alguien que se envuelve en una fantasía de ser siempre el vencedor y que luego encuentra imposible apartarse de esa ilusión. ¿Cómo te sentirías llevando una vida sin libertar para fracasar, equivocarte o perder?
Los hombres a veces ignoran lo mucho que se torturan en su intento por alimentar a una cultura social prejuiciosa, perjudicial no sólo para las mujeres (las víctimas reales). A pesar de que tome ventaja financiera (los hombres siguen ganando más que las mujeres), social (favoritismos, privilegios y acuerdos), física (ausencia del sentimiento de amenaza en una calle solitaria) entre otras tantas, hay un deber que sigue perturbando al hombre.
Puede parecer un lujo de la clase privilegiada hablar del sufrimiento de estar en la cima. Sim embargo, aclaremos el punto. El hombre que siempre pretender ser el Alfa de su grupo está en un proceso silencioso e interminable de amenaza frente a una situación de fracaso a lo largo de toda su existencia.
Precisamente por intentar proyectar a los otros y a sí mismo una fuerza y capacidad imbatible, el hombre se ve expuesto a múltiples sobrecargas de índole personal.
1. Sexualidad limitada
Falocéntrica desde hace muchísimo tiempo, la sexualidad masculina crea una restricción poco detectada. De forma general, los hombres fueron enclaustrados por sí mismos en deseos bastante limitados.
En los tiempos donde la libertad sexual es ampliamente defendida (y hasta sobrevalorada), nos vemos presos de un pasado ideológico sofocante, sexista y alienante. La perspectiva colectiva se ve condicionada a asociar la desnudez con el deseo carnal, este deseo con el acto de penetración y el placer con la finalización del clímax.
Incluso el deseo hacia el género femenino es esencial y visualmente limitado. Esta esclavitud de la mirada binaria del hombre que clasifica a las cosas en un lugar u otro es depredadora para él mismo, impidiéndole demostrar su virilidad.
Para poder manejar todas estas contradicciones, el hombre precisa la madurez emocional de alguien que sabe tratar con sus deseos sin que sean un fin, de alguien que pueda disfrutar de la desnudez sin asociarla con un el acto sexual o hablar del tema sin estar siempre “excitado”.
2. Deudas.
Lo que provoca que un hombre se endeude no es ganar poco, sino ver que las solicitudes y los deseos de los que lo rodean se ven excluidos por su “incapacidad” de proveer. Para no dejar que sus colegas arranquen con sus carros de lujo hacia algún viaje en un punto turístico, mientras él se atormenta con los centavos, decide comprar la casa y/o el auto de una vez, aun si las condiciones de dicha compra son irreales.
Los bancos perciben esto y han creado todo un plan extremadamente fácil para otorgar créditos a la menor solicitud posible a cambio de intereses altísimos, para que los vanidosos hombres naden en las aguas del consumismo en busca de su estatus.
El tropiezo inevitable que sigue a estos créditos e hipotecas es resultado de ese impulso febril que no permite que el hombre diga no a sus impulsos y a las personas que pretende agradar con los bienes materiales.
En términos simples, para un hombre, es como si le estuvieran arrancando un brazo e, incluso así, siempre está haciendo picnics al borde del abismo.
3. Suicidios
Para quien sólo tiene la opción de vencer o ser derrotado no hay medias tintas, no hay oportunidad de fallar. Los métodos usados para el suicidio se destacan entre los géneros. Los hombres suelen ser más efectivos.
Hasta para quitarse la vida, no se pueden permitir fallar. De un tiro, colgado y saltar desde lo alto son los métodos favoritos de suicidio para las personas que no pueden ser asociadas con la debilidad, ni siquiera al momento de disponer de su propia vida.
Una inmensa cantidad de hombres a lo largo de la historia han cometido suicidio porque no podían permitir ser asociados con la palabra deshonra: Hitler y los célebres samuráis que murieron por harakiri quizá sean los más recordados.
4. Enfermedad, vejez y muerte
Con excepción del Profesor Charles Xavier (que no existe), cuando vemos a un hombre en silla de ruedas, difícilmente lo asociaremos con la idea de potencia.
Entre médicos y enfermeras, por consenso común, se da fe que los pacientes más difíciles de tratar son los hombres. La idea de practicarse un examen de rutina o de consultar a un médico no pasa por la cabeza de muchos hombres, quienes solo consultan a un médico como última medida, cuando están casi muertos.
Por cierto, los hombres mueren antes que las mujeres ya que en promedio se ocupan menos y son menos atentos a los signos de disfunción en su organismo. Prueba de ello es el trabajo realizado por los proctólogos para convencer a los cuarentones de hacerse un examen de la próstata, porque, además de cuestionar su fuerza física, incluso expone su vanidad masculina.
El punto es que la vejez nos llega a todos y la cantidad de hombres que entran en un estado de andropausia post-jubilación es altísima, ya que asocian la fuerza con códigos sociales juveniles.
Los hombres no pueden aceptar morir sin pena ni gloria, quizá por eso, muchos quieran inmortalizarse en un árbol, en las paredes de la colonia, en un libro o en un hijo.
5. Soledad y distancia afectiva
Pedir ayuda, sólo en secreto. Expresar necesidades, ni siquiera bajo tortura. Así es como funciona la lógica de quien fue instruido para aguantar el llanto y mostrar los dientes para ser respetado.
Enjaulado como una fiera, el hombre no suele confiar en su red de amistades para salir de una etapa difícil. Se va blindando a lo largo de los años y creando una coraza de convicciones intelectuales que explican cualquier fenómeno humano con un par de argumentos racionales. La máxima ayuda que puede pretender es una ronda de copas con los amigos.
6. Bloqueo emocional
Nada más aterrador que aquella pesadilla en la que te soñabas desnudo en medio del patio de la escuela, ¿verdad? Esta visión de extrema vulnerabilidad ha estado en el inconsciente más primitivo de un hombre desde sus primeros años como ser social.
De la misma forma hablar del amor, el compromiso, el miedo y el fracaso le pondría la piel de gallina al hombre más poderoso del mundo. Eso lo colocaría en una posición de disponibilidad radical, completamente expuesto y sin armas para tratar con los demás.
Esa incapacidad de tratar con el fracaso crea una reacción contra-fóbica de tener que armarse hasta los dientes ¿Cómo? Conquistando territorios, levantando murallas y armándose para defender su espacio.
Los hombres matan y mueren por el simple miedo de hacerle frente a su prójimo con la misma dignidad que este tiene. Ante su incapacidad psicológica de lidiar con las centenas de variaciones emocionales, el hombre encuentra una válvula de escape manifestando rabia sobre todo aquello que siente.
7. Ceguera social
Tener siempre la razón es un motivo de vanidad para muchos hombres, ya sea en conversaciones en el trabajo o en un comentario en algún sitio. El punto de vista opuesto enturbia algún propósito más profundo en la vida e impide que los hombres sigan trascendiendo en su necesidad de victoria.
Una vida con sentido es más difícil, pero es una dedicación recompensada con brillo en los ojos, conversaciones enriquecedoras y discursos con conexiones emocionales.
La obsesión por siempre derrotar en la esgrima intelectual crea una especie de victoria solitaria, ya que las personas a nuestro alrededor terminal por cansarse y abandonan el terreno desistiendo de crear algún sentimiento realmente significativo.
8. Prisión amorosa
Los hombres piden una manera más simple, práctica y objetiva de garantizar resultados antes de pasar a la vida amorosa.
Esta aparente sabiduría “varonil” revela una limitación que nos imponemos a nosotros mismos, la de tener que saber cómo actuar frente a una mujer. Es como si hubiera una solicitud de “no me hagas pensar, no me digas como se hace” propio de quien tiene miedo de sus propias decisiones y fracasos.
Si alguien se detiene a decirnos que tenemos que hacer, nos enfrentamos a la condición ética de descubrir por experiencia propia lo que funciona de acuerdo a nuestro temperamento, el físico, la inteligencia, los rasgos de personalidad y la visión del mundo.
¿Reconoces en tu vida o en la de alguien más alguna de estas prisiones emocionales? ¿Cómo lidias con ellas?
Artículo original de Frederico Mattos.
sobre todo te das cuenta de eso cuando vives con tu pareja que empiezas a analizarlo y a conocerlo realmente bien.
4, 5 y 6
agarrense porque las femini-nazis pueden brincar con este post ( no es seguro)
Las causas detrás de todo ello, son géneticas, no culturales. Ahí el verdadero dilema.
La genética no es completamente determinante, el entorno de desarrollo es lo que termina de moldear lo que realmente somos. Si te pusieras a analizar muchas de las conductas aquí mostradas probablemente fueron adquiridas de la misma manera que las que podríamos decir que son genéticas apenas y se notan.
Hay montones de evidencias antropologicas en contra de ello. La existencia de sociedades matriarcales en la america del norte precolombina o en los mares del sur indican que hay otras configuraciones sociales en las cuales ni los hombres tienen todas las prerrogativas, ni existe la voracidad de ser #1 en todo. Tampoco se puede achacar todo a la condicion masculina, se origina mas bien de la hipertrofia del ego que se vive en esta epoca.
He allí una muestra más de querer tener siempre la razón.
El primero quiere demostrar que el sabe más que el resto, el que responde quieres demostrar que alex está mal y que el que realmente esta bien es el, y el tercero lo mismo que el segundo.
Necesitamos dejar de pensar de esa manera
Tienes los dedos llenos de razón!