Diluvio musical: actualmente hay más música que gente para escuchar

Es un hecho: el universo musical supera ampliamente al número de oídos dispuestos a escucharlo. El auge de música disponible en las plataformas digitales es casi insustentable. Y esto pareciera más un problema que una bendición. En el marco del desarrollo actual de la industria musical, el número de canciones nuevas que se introducen diariamente en plataformas como Spotify, SoundCloud o Apple ronda las 100 mil. Según cifras proporcionadas por Steve Cooper, CEO de Warner Music Group.

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La tarea de destacar una melodía en medio de esta avalancha de información está lejos de ser sencilla. Aunque estos números parecen hiperbólicos, es innegable que la cantidad de música ha crecido exponencialmente en los últimos años. En 2019, por ejemplo, el total ascendía a 40 mil temas diarios. A día de hoy, el catálogo total supera los 100 millones de canciones. Tan solo Universal, Sony y Warner publican un promedio de 3,900 canciones por día.

Estrategias en la industria de la música a lo largo del tiempo.

El incesante flujo de novedades musicales se debe principalmente a la facilidad que supone el acceso a grabación y lanzamiento digital. Nuestra población, más grande que nunca, produce y lanza canciones frescas a un ritmo sin precedentes. Sin embargo, esta inundación de música se encuentra con un desafío monumental: la escasez de oyentes dispuestos a consumir tal cantidad de contenido. Casos como el de 2014, donde estimaron que 4 millones de canciones en Spotify no tenían una sola reproducción, no han hecho más que aumentar.

La difícil tarea de destacar una melodía entre todas las demás ha dado lugar a prácticas poco éticas en el terreno musical. Desde hace siglos, la lucha por los derechos de autor y la atención del público han sido el motor de un sin fin de embrollos y estratagemas. En el amanecer de los derechos de autor en 1710, el Parlamento británico promulgó la primera ley que aseguraba 14 años de salvaguarda para cualquier obra impresa, permitiendo una prórroga adicional de 14 años.

La era de las partituras.

Este hito sentó las bases para la protección de derechos en el ámbito de la música, donde las partituras eran el único medio para disfrutar de la música en casa, dado que ni siquiera existían radios ni fonógrafos. Así, se desencadenó una disputa por el copyright de las canciones más populares y la preferencia del público. En el siglo XIX en Europa, una estrategia recurrente implicaba sobornar a artistas conocidos para que incluyeran en sus repertorios habituales los nuevos lanzamientos disimuladamente. El público escuchaba, disfrutaba y luego buscaba la partitura.

Por otro lado, las óperas cómicas y las representaciones breves con estribillos pegadizos eran otra fuente de ingresos considerable. Estos espectáculos se llevaban a cabo en teatros pequeños y las familias de clase media, tras asistir, adquirían las partituras para interpretar las canciones en sus hogares, una y otra vez. Era similar a la situación de una niña insistente que desea escuchar una y otra vez “Baby Shark”, pero en una época sin CDs o Spotify, solamente con instrumentos musicales.

La llegada de los pluggers.

Este era el poder que ostentaban las editoriales, capaces de vender entre 30 o 40 mil copias de una partitura por apenas 50 centavos cada una. Esta competencia se intensificó considerablemente en Estados Unidos a partir de 1890, marcando el inicio de la era de los “pluggers”. Estos músicos empleaban una variedad de tácticas, desde la persuasión y el soborno hasta la insinuación y la persistencia, con el fin de asegurarse de que la música de sus empleadores fuera escuchada.

Este período marcó una nueva etapa en la promoción de la música, donde la influencia y la habilidad para persuadir se convirtieron en herramientas fundamentales para asegurar la difusión de las canciones. Un tipo especial de pluggers solía tocar incansablemente las nuevas canciones en diferentes lugares para grabarlas a fuego en la mente del público.

Promoción musical en radio y formatos físicos.

Con la llegada del siglo XX, y con el auge del radio y los formatos físicos de música, las oportunidades de corromper al sistema no hicieron más que aumentar. Un ejemplo evidente eran los intermediarios que ponían en contacto a las radios con los promotores musicales, encubriendo transacciones sospechosas para incluir nuevas músicas en la programación. Durante los años 20, el radio y los discos de 78 RPM se alzaron como los principales medios de distribución musical, desplazando gradualmente al papel y al piano en esta función.

Estos formatos se mantuvieron en el epicentro de la distribución musical hasta la llegada de los años 2000, evolucionando con el tiempo a través de formatos como las cintas de casete y los CD. El mundo radiofónico de aquella época carecía de reglas claras. En el libro “So you wanna be a rock n’roll star”, Jacob Slichter, baterista de la banda Semisonic, conocida por un éxito en los años 90, relata su travesía por el interior de Estados Unidos en búsqueda de emisoras dispuestas a reproducir canciones de la banda.

Manipulación y control

Las disqueras dividían el territorio en áreas controladas por representantes locales, conocidos como “locales”, una evolución de los “pluggers”. Estos intermediarios intentaban persuadir a los directores de programación de las emisoras (los PDs) para incluir a nuevas bandas en sus listas de reproducción. A pesar de que el soborno a los PDs era ilegal, los prestanombres se ofrecían para cubrir dichas transacciones. En los años 90, las disqueras comenzaron a pagar “tasas de consultoría” a supuestos “promotores de radio independientes”.

En teoría, estos consultores ofrecían consejos para la promoción de éxitos musicales. Sin embargo, en la práctica, pagaban a los PDs para incluir canciones de sus clientes en la rotación de las emisoras. ¿Cómo justificaban estos pagos? Eso pasaba a segundo término. El objetivo principal era desvincular el rastro del dinero de las disqueras hacia las emisoras de radio. Los registros de ventas de discos también estaban sujetos a manipulaciones.

En 1991, Billboard introdujo el sistema SoundScan, que recopilaba datos directamente desde las cajas registradoras de las tiendas. Su objetivo era evitar manipulaciones por parte de gerentes de tiendas que inflaban artificialmente las ventas de álbumes. Además, SoundScan filtraba y excluía de su base de datos cualquier compra que no coincidiera con el comportamiento de un consumidor. Impidiendo tácticas como la compra masiva de CDs por parte de las disqueras y su devolución posterior para aumentar artificialmente las cifras de ventas.

Diluvio musical en streaming.

En la actualidad, la saturación es tal que la música se enfrenta a una crisis de demanda sin precedentes. Si nos enfocamos en el año 2023, nos daremos cuenta de que el mundo de la música cambió radicalmente, aunque algunas cosas permanecen igual. ¿Cómo crees que hacen los músicos para que sus obras destaquen entre las 100 mil canciones que se publican a diario? La respuesta está en las listas de reproducción públicas que acumulan gran cantidad de oyentes en Spotify.

Diluvio musical en streaming

Cualquier usuario puede crear una lista de reproducción y compartirla. Para muchos usuarios, esas listas de reproducción son las nuevas estaciones de radio, disponibles de forma gratuita. Supón por un momento que hay una lista de reproducción de música indie muy popular que fue creada por un usurario cualquiera. Envías tu música, este escucha, le gusta y la agrega. Hasta ahí todo bien. Pero, existen listas de reproducciones donde te cobran simplemente por escuchar tu música sin garantía de que la agregarán. Aunque las malas prácticas no terminan ahí, pues también hay listas donde te cobran directamente para agregar tu música sin siquiera escucharla.

No hay suficientes personas para escuchar tanta música.

Y es un problema gigantesco. Para ponerlo en perspectiva: en el año 1959, destacado como el más importante para el jazz, se lanzaron 500 álbumes del género. En la actualidad, el número de lanzamientos se estima entre 5 mil y 10 mil álbumes de jazz al año. Y eso para un género que no goza de popularidad. Un músico que recién inicia su carrera hoy en día, lucha por sobresalir en un campo que está abrumado por una infinidad de música.

La música enfrenta una crisis con una demanda insuficiente. De alguna manera, necesitamos encontrar la forma de guiar la música hacia su audiencia. Mientras exitosas canciones como “Blinding Lights” de The Weeknd cuentan con 3.8 mil millones de reproducciones, otras obras geniales permanecen inadvertidas. Claro, siempre hay valor en expresarse artísticamente, incluso si nadie lo escucha. El problema surge cuando, tal vez, existe gente que sí quiere escucharlo, pero no sabemos cómo invitar a ese encuentro. 

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2 comentarios en «Diluvio musical: actualmente hay más música que gente para escuchar»

  1. Y el 90% es basura, sobre todo en las tipo spotify, la gente subiendo que si “ruido blanco”, “ruido gris” y una sarta de tendencias.

    Y en el otro 10% están los clásicos de todos los tiempos y nuevas joyas.

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