El Síndrome de lágrimas de cocodrilo es una extraña condición médica que provoca lagrimeo abundante mientras la persona se alimenta. Generalmente, los humanos lloramos como consecuencia de un fuerte estrés emocional. Puede ser un momento de profunda tristeza, dolor e incluso un ataque de risa incontrolable. Pero, en China un hombre llora cunado come.
El año pasado, un anciano referido por la prensa china como “Sr. Zhang” empezó a llorar mientras se alimentaba. Los primeros días la situación resultó algo incómoda, pero para nada preocupante. Sin embargo, el hombre se percató que el llanto empeoraba mientras más masticaba. En ese punto el extraño Síndrome de lágrimas de cocodrilo ya empezaba a afectar su vida social.
Zhang decidió dejar de comer frente a otras personas, pues a nadie le gusta que lo vean llorando mientras come. Tras un tiempo aislado, finalmente decidió buscar ayuda profesional y agendó una revisión en un hospital de Wuhan. Allí, un especialista le diagnosticó el “Síndrome de lágrimas de cocodrilo”. El Dr. Cheng Mian, jefe del Departamento de Oftalmología, dedujo que la inusual enfermedad guardaba una estrecha relación con una parálisis facial que padeció Zhang.
Síndrome de lágrimas de cocodrilo.
Las glándulas lagrimales del chino, especialmente la izquierda, resultaron afectadas durante la recuperación de la parálisis facial. Básicamente porque las fibras del nervio facial se desviaron: el nervio salival terminó inervado en la glándula lagrimal, en lugar de la glándula submandibular. Este fenómeno provoca que ciertos estímulos, como el sabor u olor de la comida, exciten la glándula lagrimal y se produzcan lágrimas en lugar de saliva.
El Síndrome de lágrimas de cocodrilo no es una enfermedad homogénea para todos los pacientes, y cada caso requiere asesoramiento y monitoreo especializado. Cuando el caso es grave, la medida más socorrida es la inoculación de toxina botulínica en la glándula lagrimal. Así se bloquea la activación de estas estructuras por acción de fibras nerviosas ajenas. El efecto de cada inyección dura aproximadamente seis meses.
Una alternativa es la intervención quirúrgica, la que eligió el Sr. Zhang. Aunque su condición mejoró notablemente, no se especifica si se trata de un solución definitiva o temporal.