Una noche Albert Einstein soñaba que conducía un tren que bajaba a toda velocidad por una montaña repleta de nieve. El tren iba tan rápido que alcanzó la velocidad de la luz, haciendo que todos los colores se unieran en uno solo. Dicen que su interés por la velocidad de la luz habría comenzado justo aquí, en un sueño. Y ciertamente no fue el único que descubrió grandes cosas soñando.
Existen otros relatos que relacionan los descubrimientos de Einstein con algunos sueños que experimentó el científico, algunos de estos sucedieron en su adolescencia. El físico tenía una habilidad excepcional para recordar sus sueños y desentramar aquellas escenas aparentemente insondables en conceptos no solamente coherentes, sino de una perspicacia digna de admiración, como cuando soñó que estaba en una granja llena de vacas. El granjero, que se encontraba al otro lado de una de esas esas cercas eléctricas, conectó la corriente provocando que todas las vacas saltaran juntas de una sola vez. Pero esto desde el punto de vista de Einstein. Para el granjero, las vacas saltaron una por vez, como en una especie de “ola”. En lugar de contar está loca historia a su familia en el desayuno, el futuro físico comprendió que en ese sueño estaba el principio de la relatividad.
El sueño de la tabla que unifica todo lo que existe.
En torno a la mitad del siglo XVIII, los químicos empezaron a aferrarse a la idea de identificar y agrupar los elementos, el nombre que habían dado a las sustancias formadas por un solo átomo. Pese a los avances en la disciplina, aún faltaba el denominador común, una herramienta que les permitiera la organización universal de los elementos.
Un siglo después de estos anhelos, nacía en Siberia un ruso llamado Dmitri Mendeléyev que cambiaría para siempre la historia de la química. Dmitri también se obsesionó con la idea de que existiera un patrón que unificara todas las cosas que existían y dedicó su vida entera a lograr precisamente esto. Hasta entonces, los elementos se dividían en dos categorías: por su peso atómico o por sus propiedades comunes – metales con metales y gases con gases, por ejemplo. Hasta que una mañana de 1869, Dmitri se despertó con la solución al problema. “En un sueño vi una tabla en la que todos los elementos encajaban. Al despertar, inmediatamente escribí aquello en un trozo de papel”, declaró más tarde. Poco tiempo después, la tabla periódica relucía en el mundo de la química. Lo más increíble es que la tabla descrita por Dmitri contenía espacios en blanco para los elementos que más tarde serían descubiertos por el hombre.
El sueño del cosmos como una representación de cosas invisibles.
Fue después de una noche que soñó que se encontraba “sentado en el Sol con todos los planetas girando a su alrededor en pequeñas cuerdas” que, después de años rompiéndose la cabeza con el tema, Niels Bohr desarrolló el modelo atómico. Fue gracias a este sueño que, años más tarde, el danés recibió el Nobel de Química en 1922 debido a sus “servicios en la investigación de la estructura de los átomos y la radiación emanada por ellos”. En vida, Bohr jamás escondió la importancia de su profético sueño en su hazaña.
El sueño del tren con vagones hechos de átomos bailarines.
August Kekulé fue el químico de origen alemán que propuso la estructura molecular del benceno. A este hombre le llegó la “visión” durante una siesta en un viaje de autobús.
Aquí su historia: “regresaba en el último autobús por las calles desiertas de la ciudad y entré en un sueño. Los átomos danzaban frente a mis ojos. Hasta entonces, estos pequeños seres siempre se mostraban hacia mí en movimiento, pero ahora veía dos átomos menores formar un par y a un átomo más grande llegar para abrazarlos. Yo veía como otros átomos aún más grandes sostenían hasta tres o cuatro más pequeños, mientras el conjunto seguía girando en una danza vertiginosa. Veía la forma en que los más grandes formaban una cadena, arrastrando a los más pequeños a la punta. Cuando el conductor gritó el nombre de la parada, desperté y pasé la noche poniendo mi sueño en papel”.
El sueño del rey salvaje que amaba las máquinas de coser.
Elias se encontraba en un país distante cuyo rey decretaba “si en 24 horas no logras construir una máquina de coser que funcione bien, te exterminaré”. Como no tenía deseos de morir, Elias hizo lo que estaba en sus manos para fabricar la mejor máquina, pero nunca era lo suficientemente buena. Finalmente terminó rindiéndose.
Transcurridas las 24 horas, los soldados llegaron para cumplir con la orden del rey y fue en ese momento que Elias vio que todas las cabezas de las lanzas de los salvajes asesinos estaban perforadas. Elias salió corriendo a su escritorio y diseñó el proyecto de aquello que se convertiría en la máquina de coser moderna.
Elias Howe fue un inventor estadounidense que obtuvo la primera patente concedida por el gobierno de los Estados Unidos para las máquinas de costura. Se metió en la cabeza que tenía que mejorar el diseño de estos equipos, pero sufría con el lugar en que debía situar el famoso ojo de la aguja. Este sufrimiento le provocó tanto estrés, que una noche Elias soñaba que estaba siendo amenazado de muerte por un rey salvaje que lo ejecutaría en caso de que no encontrara una alternativa pronto.
¿que no el sueño de kekule había sido con el uroboros?