El agujero del Diablo

Soy un geólogo y actualmente trabajo en el Parque nacional del Valle de la Muerte en la Sierra nevada. Durante los últimos meses hemos estudiado una formación geológica llamada “El agujero del Diablo”. Para aquellos interesados en el lugar, al final les dejo un video.

Bueno, siempre me pareció que este lugar tenía algo desconcertante. Tenemos una vaga idea de cómo se formó y también de cómo funciona, pero ahí existe algo más. Algo… fuera de lo común.

Hace unos días enviamos un pequeño submarino no tripulado para ver si podíamos elaborar un mapa del intrincado sistema de cavernas que, sabemos existe allí, pero se ha mantenido completamente inaccesible durante todas estas décadas de investigación. Además, queríamos indagar la profundidad del lugar. El hecho de que un sismo en China haga que el agua se agite de forma sustancial en este lugar en Nevada nos hace creer que es mucho más profundo de lo que sugieren las estimaciones pasadas.

El submarino empezó a hacer el mapeo de los primeros 15 metros. Resultó complicado obtener una señal de buena calidad; el contenido mineral en el agua es realmente inhóspito para la tecnología que usamos y los métodos de comunicación que emplean, eso sin mencionar que el agua súper caliente, que emana de las aberturas geotérmicas, podría dañar el equipo de forma irreversible.

A unos 22 metros de profundidad, la señal mejoró bastante. Teníamos unos cinco minutos de comunicación decente, pero luego intervalos en los que se iba por completo la señal y nos preguntábamos si el submarino se había estrellado o se había dañado de forma irrecuperable.

Durante esos lapsos en los que podíamos manipular el submarino, exploramos cueva por cueva y fuimos más profundo. La temperatura del agua estaba por arriba del punto de ebullición. A medida que la presión aumentaba, también lo hacía la temperatura. El submarino estaba diseñado para soportar un máximo de 200° C durante un corto periodo de tiempo, y según sus sensores el entorno estaba cerca de ese máximo.

Alcanzamos un punto relativamente templado (alrededor de 107° C) y se nos indicó que esperáramos. Greg, el compañero que operaba el equipo óptico en el submarino, insistía en que había divisado algunos destellos de luz por debajo de nuestra posición. Yo argumenté que el equipo estaba funcionando mal y causando destellos, pero Greg no cedió y agregó que un sensor indicaba ráfagas de calor poco tiempo después que aparecían los destellos.

Discutimos durante algunos minutos y el submarino se mantuvo estático. El nivel del agua en la superficie del agujero empezó a subir. Esto no era algo raro, una pequeña actividad sísmica en cualquier parte del mundo es suficiente para agitar el agua en este sitio. Seguimos discutiendo y no nos dimos cuenta de los destellos hasta mucho después, cuando analizamos el video.

Sin embargo, lo que finalmente nos sacó de nuestros respectivos berrinches fue la forma en que el agua empezó a cambiar de color. Pasó de su tonalidad normal a un rojo opaco. Greg observó la pantalla y notó que la profundidad del agua en la cámara de la cueva, originalmente de 32 metros, había cambiado a 107,600 metros. Sabíamos que debía ser un error en el sistema.

Más destellos aparecieron en la pantalla a medida que el agua espumaba y burbujeaba en la superficie, entonces la comunicación quedó muerta. Y así se mantuvo, nunca pudimos recuperar el equipo.

Greg y yo analizamos el video durante la noche. Todo lo que habíamos visto estaba justo allí, pero entonces Greg detectó un pico en la pista de audio justo cuando la profundidad de la cueva parece caer de repente.

Lo pasó por unos cuantos filtros para amplificar y limpiar la señal, luego lo reprodujo. Lo escuchamos unas veinte veces, pese a que lo habíamos distinguido a la perfección en la primera ocasión.

Déjenme dormir. Déjenme soñar. Pronto me levantaré”.

Correspondiendo al aumento masivo de profundidad y a la última palabra del mensaje, apareció un flash más en el video antes que el submarino se perdiera. Después que Greg lo limpió un poco, vimos lo que era. Un solo ojo rojo, brillante y del tamaño de una casa.

Del tamaño de una casa a 107 mil metros de profundidad.

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